El premio de Yon
No me canso de repetir que Venezuela es un semillero de talentos. Es francamente emocionante conocer sobre los éxitos obtenidos por nuestros compatriotas aquí y en el exterior y no puede sino ser motivo de orgullo que nuestros talentos sean reconocidos más allá de nuestras fronteras. Pero cuando el objeto de reconocimiento es un joven, el orgullo que sentimos es mayor. Más aún cuando un galardón internacional viene dado como testimonio por la lucha de valores universales como lo son los derechos humanos, la libertad, la justicia y la paz.
El Premio Milton Friedman a la Libertad, otorgado a Yon Goicochea este año, ha sido recibido en ocasiones anteriores por personajes de la talla de un Premio Nobel como el economista Peter Bauer, quien refutó el intervencionismo del estado y promovió la inversión y el libre mercado como solución al subdesarrollo. También Hernando de Soto, reconocido economista peruano, fue galardonado en 2004, por haber dedicado parte de su vida a exponer ante gobiernos de todas partes del mundo que la concesión de títulos de propiedad a trabajadores pobres les permite incluirse en el libre mercado y les llevará a transformar su pobreza en riqueza y su asesoría es demandada por gobiernos de países en desarrollo donde se han obtenido enormes avances en este aspecto.
En el año 2006 se concedió el premio a Maart Laar, dos veces Primer Ministro de Estonia, quien logró sacarla de la crisis que la azotaba luego de la desocupación soviética, cultivando la libertad y la autodeterminación. Hoy Estonia es uno de los países con mayor estabilidad en Europa Oriental.
Así, el rol desempeñado por Yon Goicochea, líder del Movimiento Estudiantil Venezolano, le hizo merecedor del Premio Milton Friedman a la Libertad 2008 por su emblemática actuación al frente de miles de estudiantes que protestaron en todo el país por la defensa de nuestros derechos ciudadanos. La valentía y firmeza con que este joven estudiante de derecho de apenas 23 años ha enfrentado al gobierno de Hugo Chávez no tiene parangón en la Venezuela actual. Pero su coraje no parece exclusivamente un efecto de rebote gracias al apoyo obtenido por la multitud que lo siguió en sus protestas, sino por la simplicidad de su mensaje y la lucidez de sus palabras al exigir con una seguridad imperturbable el cumplimiento de la Constitución y las leyes. Mucho más, cuando ese mensaje apareció trajeado de humanismo y manos blancas de lucha no violenta.
En su discurso al retirar el premio, Yon Goicochea, espontáneamente y sin leer una sola línea, se confesó enamorado de su país y recibió el galardón en nombre de todos los estudiantes de nuestro país y del mundo que luchan por la libertad. Asimismo, se refirió a la nueva Venezuela que está formándose en las universidades y que cree que la única manera de vencer la pobreza es mediante el trabajo conjunto de millones de personas cuya voluntad de cambio se fundamente en la libertad individual. Aseveró que, a pesar de que muchos piensan que la gente joven no puede cambiar el curso de los acontecimientos, los jóvenes sí pueden ser un factor de cambio para los países que esperan desarrollarse y creen en su propia capacidad para avanzar, creando instituciones independientes y justas dentro de un sistema democrático y de este modo lograr la prosperidad de la que muchos otros países gozan.
Al término de su discurso, pidió a algunos de sus compañeros del movimiento estudiantil que le acompañaran a recoger el premio que recibiría como un reconocimiento colectivo para la juventud venezolana, y añadió que lo acogía en nombre de la esperanza y del futuro.
De manera pues que, este premio otorgado este año a un joven venezolano, debe llenarnos de orgullo y esperanza. Orgullo, porque reconocer el enorme talento de jóvenes que como él luchan por la libertad nos brinda una luz que a lo largo de estos últimos años creíamos desaparecida, y esperanza porque, definitivamente, si el futuro del mundo se encuentra en la voluntad de hierro que poseen estos jóvenes, podríamos asegurar que el mundo va por buen camino.