El poder y el delirio
Los venezolanos tendrán que meditar mucho en todo lo que notable historiador mexicano Enrique Krauze(1947) pone a nuestra consideración es su fundamental y macizo libro El poder y el delirio .(Caracas: Alfa, 2008. 373 p.) porque no sólo es uno de los más certeros análisis conque contamos sobre el régimen de Hugo Chávez sino que es uno de los más hondos libros dedicados a la Venezuela contemporánea por ojos extranjeros, lo cual le añade una perspectiva de la cual no gozamos los venezolanos por estar demasiado cerca de los sucesos que Krauze analiza con ojo zahorí.
A la vez el libro de Krauze hay que ponerlo al lado de las mejores páginas de análisis producidas aquí por los estudiosos del chavismo, con Manuel Caballero a la cabeza, sin duda el mayor estudioso, el más sólido, de la situación que vivimos. Le siguen Germán Carrera Damas(1930), Armando Durán(1938), Simón Alberto Consalvi(1927), Elías Pino Iturrieta(1944), Alberto Barrera Tyszka(1960), Collete Capriles(1960), son estos los autores de obras sobresalientes porque forman todos ellos “un pequeño ejército, compacto y decidido: un grupo de historiadores y ensayistas que aman a su país pero lo aman a través de la verdad histórica”(p.216). Y por ello indica Krauze también “Siento que, de una manera extraña, el paroxismo bolivariano de…Chávez ha dado más vigor y sentido a las vidas de mis amigos(intelectuales). Pero el costo es alto y la batalla, por lo visto, será larga, muy larga”(p.232). Y esto porque entre otras cosas de hecho ya están surgiendo elementos polémicos, dignos de ser controvertidos, dentro de las filas de los escritores escuálidos, sobre todo con Simón Bolívar(1783-1830), hay entre ellos quien no se ha da cuenta, a pesar de lo bien vertebradas que están sus obras, que hay una línea muy fina que separa la historia del pasado del examen del presente, a Chávez del Libertador, y hay quien al examinar a Bolívar le ha atribuido ideas de Chávez porque su obra estaba situada dentro de la historia militante, en ella se utiliza a Bolívar como arma y no como personaje de la historia, el único lugar al que pertenece. Así el “bolivarianismo escuálido”, como lo hemos definido nosotros, es tan pernicioso como el chavista. Las falacias históricas de Chávez sólo pueden ser respondidas con los argumentos de la historia, desde su buen cultivo y lógica metodología, sin usar la historia como ametralladora contra el César imperante. Cualquier lector o cultor de la historia de Venezuela sabe el mal que a la comprensión de nuestro pasado hizo Federico Brito Figueroa(1922-2000), sobre todo en su Tiempo de Ezequiel Zamora(Caracas: Editorial Centauro, 1975. VII, 519 p.), quien por razones ideológicas desfiguró la historia de este personaje quien nunca fue lo qué él dijo, sirva el ejemplo. El verdadero Ezequiel Zamora(1817-1860), uno de los santones del chavismo, está en La llamada del fuego(Caracas: Academia Nacional de la Historia, 2005. 377 p.) del escritor Adolfo Rodríguez.
El poder y el delirio no es una diatriba. Es una obra comprensiva del fenómeno venezolano, de la crisis continúa vivida por el país a lo largo de la última década(1998-2008) vista ella desde sus aristas más sobresalientes. Las políticas pero también las ideológicas y las históricas.
En este sentido no puede ser más interesante el examen que hace Krauze de la Venezuela de Chávez dentro de la historia de las ideas. Esto es importante. Y no es, como se ha dicho por allí, una preocupación para las gentes de letras e historia. Es la esencia del chavismo, fundamentos distorsionados, pero pilar a examinar. Y así nos lo hace ver Krauze.
Para entender todo el grave suceder venezolano de estos años no hay que perder de vista el significado de la “caída del Muro” de Berlín(noviembre 10, 1989) y el hecho de que exactamente cinco meses antes(junio 22) el mexicano Octavio Paz(1914-1998), uno de los maestros de nuestra América Latina en el siglo XX, haya llamado la atención sobre “el ocaso del mito revolucionario…el fin del mito del socialismo autoritario”(p.329), cuando ya aquello era inminente.
Hay que tener en cuenta también, observado por el propio Paz, que las grandes tradiciones de nuestros pueblos han sido “la Independencia, la unidad de América Latina, el antiimperialismo, un programa de reformas sociales y necesarias, la restauración de la democracia”(p.330-331).
Y sobre los propios Estados Unidos hay que tener en cuenta otra observación de Paz:”cada vez que han visto en peligro sus intereses; según su conveniencia, han ayudado a las rebeliones o han fomentado a la tiranías…los Estados Unidos han sido uno de los mayores obstáculos con que hemos tropezado en nuestro empeño por modernizarnos…Desde el siglo XVIII la modernización ha querido decir, para nosotros, democracia e instituciones libres…los Estados Unidos han sido, en América Latina, los protectores de los tiranos y los aliados de los enemigos de la democracia”(p.324). En esto se ha cumplido aquella frase de Bolívar, ojo avizor siempre, analista político de que veía el suceder de cada día y lo por venir, según la cual los “Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miserias en nombre de la libertad”(agosto 5,1829). Con esta observación no pretendemos negar el hondo análisis de esta frase, tan citada por el chavismo fuera de contexto, hecha por Manuel Caballero(Por qué no soy bolivariano. Caracas: Alfadil, 2006,p.46-51) sino añadir una observación más, vista la oración de Bolívar más allá de la circunstancia de 1829 y a la luz de los actos de América del Norte en América Latina desde la Independencia, desde cuando actuó como lo indica el maestro Paz, haciendo siempre verdad aquello que dijo el Secretario de Estado norteamaricano John Foster Dulles(1888-1959) en Caracas en 1954: “Nosotros no tenemos amigos sino intereses”. Fue durante la Décima Conferencia Interamericana, en ella se preparó el derrocamiento del gobierno democrático que en Guatemala presidía Jacobo Arbenz(1914-1971).
¿Quién es, de dónde salió, cómo se construyó el personaje llamado Hugo Chávez”(p.146) se pregunta Krauze para poder explicar como “a pesar de Chávez, que solo la respeta formalmente y trabaja para desmembrarla, la democracia sin adjetivos sigue siendo la única legitimidad admisible en el continente”(p.17). Esta observación es sustrato esencial de su obra.
“El poder y el delirio es un libro escrito desde una posición democrática y liberal que no excluye sino que, al contrario alienta la posible convergencia con la tradición socialdemócrata de Occidente. Por eso mismo, esta obra no puede comulgar con ningún intento de desvirtuar o destruir el orden democrático en nombre de la revolución”(p.17)
Y ello porque “El derrumbe paulatino de la democracia liberal a partir de ese momento eje de 1989 es uno de los grandes misterios de la Venezuela contemporánea. Un misterio y una tragedia”(p.47), un drama es ver la inexplicable “tensión actual entre democracia y revolución en ese país”(p.78).
Por ello Krauze puede vislumbrar, a través de un testigo calificado, “en el horizonte el arribo de la verdadera tormenta perfecta”(p.129).
Y otra observación sagaz, la cual ya algunos analistas venezolanos vislumbramos, “Es una lástima que Venezuela viva la historia de modo militante. La madurez histórica reside en bajar a los héroes de sus estatuas de bronce, verlos como hombres de carne y hueso y admirarlos con afecto humano, no divino. Verlos como los ‘hombres representativos’ de Ralph Waldo Emerson(1803-1882), no como los semidioses de Tomás Carlyle(1795-1881); mover a la emulación, no a la sumisión”(p.239). Porque no hay que olvidar que “José Martí(1853-1895)…reconocía a los hombres representativos por sus virtudes clásicas. El régimen actual de Venezuela no exalta esas virtudes porque las desconoce. Y deshonra a la historia al convertirla en el campo de combate, delirante, fastidioso, vacío”(p.243).
“Los guerrilleros venezolanos que desde fines de los años sesenta fueron los precursores de la crítica de izquierda al ‘socialismo real’(incluido el…cubano) son los primeros en lamentar que la Venezuela chavista confunda el futuro con el pasado y finja que el fantasioso ‘socialismo del siglo XXI’ pueda constituirse sin tomar en cuenta el fracaso del socialismo revolucionario del siglo XX”(p.319).
“En la narrativa chavista…hay un punto de partida irrefutable: el país tenía una enorme deuda social, los últimos gobiernos de Punto Fijo la habían desatendido por completo, había que cubrirla sin dilación”(p.346). Esto que dice Krauze es una verdad a medias, propia del pensamiento de los escuálidos incautos, que son muchos: es verdad como él dice, que los pobres habían sido olvidados. Pero bajo Chávez han sido solo utilizados para carne de cañón. Se han ocupado de ellos poniéndoles pequeñas cantidades de dinero en las manos, usándolos, cuando en verdad lo que debieron hacer es educarlos mejor, enseñarles hábitos de trabajo, que aprendan que es con el trabajo creador con lo que se progresa, no esperando la dádiva, casi siempre humillante. Todo en el chavismo es solo “la persona, el partido, el programa y la plata”(p.354). Y la persona es Chávez, nadie más.
Y es ello lo ha llevado el proceso político de Venezuela, desde 1999 a convertirse en algo que no es propio del país democrático que es Venezuela: “El bolivarianismo chavista, una ‘autocracia electa’, como ha indicado Michael Reid…no cree en el humanismo liberal, no cree en la Ilustración, no cree en la cultura”(p.353). Así “el régimen bolivariano mostrará cada vez más su verdadero rostro: el de una restauración monárquica contraria al idea republicana de Bolívar…Chávez… un venerador de héroes…que la exaltación heroica de su poder y su persona lo vinculan, por méritos propios, con la genealogía histórica del fascismo…distorsiona la historia remota y reciente…Admiró al Che(1928-1967), pero no cayó en la selva, fusil en mano y muerte crítica, enfrentando al imperialismo. Admiró a (Salvador) Allende(1908-1973), pero no estuvo dispuesto a defender a toda costa su legítima presidencia. No lo salvó la valentía: lo salvó el general Raúl Isaías Baduel. Ha admirado siempre a Bolívar, pero no ha guiado ningún ejército, ni ganado ninguna batalla, ni liberado a ningún pueblo. Ha admirado siempre a (Fidel) Castro(1927), pero su frustrada toma del Palacio de Miraflores no fue el Moncada y menos la Sierra Maestra…Chávez no es héroe y él lo sabe. El espejo se lo dice cada mañana, cada noche. No es héroe y no puede serlo…Por ello compensa el vacío…con una carrera frenética que no tiene fin, que no tendrá fin: la carrera hacia la ilusoria heroicidad. Esa urgencia interior, la huida del vacío, explica sus poses de heroísmo ante las masas y las cámaras…Y a partir de esa quimera, llegado el caso, no vacilará en llevar a Venezuela al borde del precipicio. En eso si se parece a Hitler….Chávez ha querido siempre ser un héroe, pero ha elegido dos competidores inalcansables: su ‘padre’ Bolívar que al copular con la tierra venezolana dio a luz al ejército, es decir al propio Chávez; y al ‘padre’ Fidel, que al impregnar de santa pasión la tierra de América dio a luz la Revolución cubana y a su hijo pródigo…el propio Chávez. Y ahí está Hugo, en los albores del siglo XXI, sentado junto a sus ‘padres’. Pero el tiempo pasa. Y el inquieto vástago sabe muy bien que no es héroe. Y sabe también que no hay reino compartido. Debe matarlos simbólicamente(o devorarlos) para reinar a sus anchas. Pero en ese mismo acto de soberbia, como Edipo, perderá la luz”(p.358-359).
Si seguimos los planteamientos de Kruaze veremos la silueta de Chávez y de su gobierno que traza: “un régimen revolucionario(o la máscara de él) sin tolerancia a la crítica y sin capacidad autocrítica”(p.19), situado “en la tradición ideológica y política que, a mi juicio, la corresponde: la del culto, más fascista que comunista, al héroe…sus ancestros intelectuales no son los que él cree”(p.19). Sólo cree en “la idolatría por sus héroes” (p.166); “Chávez es un personaje dotado de casi todas las actitudes que fascinaban a Carlyle: invoca con frecuencia a Dios, dice ser sincero, veraz, emotivo, intuitivo. Desconfía de la persuasión, la razón, la crítica, el análisis, la duda, la tolerancia: todos los instrumentos intelectuales y políticos de la tradición liberal, proveniente del siglo XVIII. Sus palabras preferidas son combate, lucha, batalla, guerra, enemigo. Probablemente la palabra menos usada es libertad…No obstante, hay dos divergencias importantes, Carlyle admirada en sus héroes el grave e impenetrable silencio…Carlyle encomia la violencia física ejercida por sus líderes. Tampoco ahí funciona, en absoluto, el paralelo…Chávez, como apunta Carlos Raúl Hernández, no es sanguinario ni cruel”(p.208), al menos eso parece a algunos ingenuos, pero hay presos políticos y denuncias de práctica de la tortura, algo que también que los venezolanos creíamos superado.
Chávez “cada vez más poseído del poder carismático y sus furias diabólicas podrían terminar por devorarlo”(p.208).
Y lo que es esencial: hay en Chávez claramente “ecos evidentes de (Benito) Mussolini(1883-1945) y (Juan Domingo) Perón(1895-1974)…una suerte de personalismo autoritario mediático y posmoderno…Chávez quisiera ser, en su fuero íntimo, el ‘héroe’ del siglo XXI…Esa ‘heroicidad’, piensa él, le da derecho a la ubicuidad, la omnipresencia, la omnipotencia y la propiedad privada de los bienes públicos”(p.208). Por ello, muy fascistamente, “al contacto con la gente se enardece, pierde el control”(p.132), prefiere el “lenguaje de la confrontación, el odio, el resentimiento, la mentira, la insidia”(p.145), “El dramático vaivén de sus estados de ánimo sería, desde entonces, uno de sus rasgos específicos, tan importante como su disposición a venerar héroes”(p.158).
“Chávez…considera como parte integral de la historia venezolana absolutamente todo lo que le ocurra, de la dimensión que sea”(p.278)
Y se interroga Krauze: “¿Cuáles son sus credenciales de grandeza?¿Cuáles sus arduas lecturas?¿Dónde están sus acciones de guerra?¿Sus cicatrices?¿Cuál es la bitácora real de sus sacrificios?¿Merece ser, en realidad, el autoproclamado heredero de Bolívar?¿Qué ideología seria ha tomado en Venezuela el lugar del marxismo?¿Dónde están, en Venezuela, el partido, el proletariado y las leyes que supuestamente rigen el curso de la historia y que han conformado el experimento cubano?…La respuesta es el vacío. La Revolución bolivariana es ante todo un fenómeno mediático posmoderno en el que un solo hombre, Hugo Chávez(el teleevangelista político)…actúa el papel de revolucionario heroico…el teleevangelista es militar…es dueño del petróleo y reparte dinero…es el propietario privado de la presidencia venezolana”(p.331).
Por ello “creyéndose un constructor del futuro, Chávez en realidad es un restaurador del pasado”(p.322), “Hugo Chávez no es el heredero del proyecto histórico de Bolívar. El heredero colectivo de ese proyecto es la democracia venezolana, la democracia liberal, socialdemócrata y cristiana de Venezuela”(p.341).
Pero ello explora Krauze la apelación a la historia por parte del presidente Chávez que le hemos visto desde el 4 de febrero 1992, en su primer mensaje invocó a Bolívar. Igual su vasta referencia al socialismo, equivocada para Krauze. Al igual que su referencia a los héroes, su incomprensión de Carlos Marx(1818-1883), su falsa lectura de Georgi Plejanov(1856-1918), quien se alejó del partido bolchevique cuando vio que Lenin(1870-1924) ocupaba el lugar de un héroe, que su gobierno era personalista. Muestra Kruze también lo alejado que estuvo siempre Marx del culto a los héroes, de hecho lo abominaba. Y se fija el mexicano en la cercanía del chavismo al gran Carlyle y sobre todo al fascismo. Aquí cita Krauze a Teodoro Petkoff quien no encuentra fascista a Chávez sino la presencia en su acción y pensamiento de elementos “fascitoides”. Pero cuando Teodoro entra al enumerarlos, la declaración está en este libro(p.211), nos damos cuenta que todos los caracteres del fascismo están presentes en él y por lo tanto en este hoy venezolano. Es más, no lo cita Krauze, pero en el clásico análisis de Umberto Eco(1932), “El fascismo eterno”, de sus Cinco estudios morales(Barcelona: Mondadori, 2004,p.31-58), vemos con mayor claridad lo que Teodoro señala.
Y toda la esencia fascista está en el gobierno de Chávez: “promulgación de leyes liquidadoras del Estado Democrático con la eliminación del pluralismo y las libertades…personalización carismática del poder” según el claro análisis del politólogo español Raul Morodo(Enrique Tierno Galván y Fernando Pessoa, dos maestros del pensamiento ibérico. Caracas: Monte Avila Editores, 2007,p.266). En ese análisis vemos como Chávez se acerca a Mussolini, de hecho sus acciones son las mismas que las del dictador italiano “modernización liquidadora y superadora del Estado liberal-democrático, del Estado de Derecho clásico: negación de las libertades públicas, negación de la soberanía popular, negación del parlamentarismo” como también indica Morodo(p.266), por ello el fascismo italiano, y ahora el de Chávez, son formas del Estado Totalitario.
Y al lado de esto la constitución de la administración de Chávez en una dictadura está bien estudiada por la historia desde hace siglos. Recomendamos seguir el examen que hace Madame de Stael(1766-1817) en su Diez años de destierro(Barcelona: Lumen, 2007. 348 p.) de cómo fue el afianzamiento de Napoleón Bonarte(1769-1821) en el poder para observar bien el paralelismo: Chávez ha hecho las mismas acciones que antes hizo el Corso. Este libro, Chávez no lo sabe, fue de los de constante lectura del Libertador, está en los catálogos de su biblioteca.
Pero tanto más lúcido y certero como lo anterior es la comprensión lograda por Krauze sobre Simón Bolívar(1783-1830), lo ahonda con certeza en base a documentos, se muestra lejano a lo que hemos denominado nosotros el “bolivarianismo escuálido” tan pernicioso como el chavista porque ambos utilizan al grande hombre como un arma de combate político. Y el Libertador es una criatura de la historia. No nos cansaremos de insistir en este punto que es fundamental en el debate público que se lleva a cabo en la Venezuela de hoy en donde todos parecen estar alineados a favor o en contra del Caraqueño sin percibirlo con hondura y sin examinarlo con documentos, comprendiendo sus graves momentos psicológicos y sobre todo, ello es ineludible, teniendo al lado al examinarlo un ejemplar de El Príncipe de Maquiavelo.
Y la conclusión:¿Qué salvará a Venezuela?: la democracia arraigada en la conciencia y en los corazones, en la entraña de la psiquis de los venezolanos. Krauze nos ofrece varios ejemplos. Por ejemplo un pensador tan certero como Manuel Caballero quien dice “soy escéptico frente al pesimismo y al optimismo por igual”(p.267), quien sabe lo difícil que es oponer a un ser tan peligroso como Chávez porque “es muy difícil combatir a un líder carismático…es muy difícil combatir a un gobierno con ingresos tan altos por el precio del petróleo…y…lo más difícil, es muy…tapar el poso autoritario que está en el fondo de todo esto”(p.267). Pese a ello llega a nuestro meollo esencial, en donde está sembrado el final del chavismo: “Pero también está el hecho asombroso de que la cultura democrática ha resultado más fuerte de lo que muchos pensaron, sobre todo si se considera su juventud en perspectiva histórica”(p.267).