El poder objetivo de Chávez
En el último artículo, “Santos y Hugo Chávez restablecen la hegemonía estadounidense en América Latina”, hicimos lo que hace toda ciencia. Analizamos la evidencia empírica de la política de Chávez para identificar su línea de evolución: hacer concesiones al imperialismo para sobrevivir políticamente. Ahora explicaremos las causas de esa política proimperialista, pasando por alto la subjetividad del Presidente.
1. El deterioro del poder objetivo de Chávez
En los últimos tiempos, la balanza de poder internacional se ha inclinado sustancialmente en contra del presidente venezolano. Venezuela no ha logrado hacerse miembro pleno del Mercosur, debido a que los cipayos del Congreso paraguayo lo han bloqueado, desde el 2006. En consecuencia, Venezuela se queda fuera del más poderoso Bloque de Poder latinoamericano. El cambio presidencial en Brasil le quita a Chávez el apoyo antiimperialista directo del país y Presidente (Lula) más poderoso del hemisferio. No se sabe qué posición política asumirá finalmente la ex guerrillera Dilma Rousseff, pero, por ahora ejerce una política muy cautelosa frente a Washington.
Cuba, a su vez, está sumergida en una crisis económica y de transición de gran magnitud. Aunado al retiro de Fidel de la política internacional, como Hombre de Estado, ambos factores han neutralizado al país como factor de poder en el tablero mundial. No puede servir más como sostén de la política de Chávez. Su aliado hondureño, el presidente Manuel Zelaya, fue defenestrado por el golpe militar de Washington. Mientras tanto, la configuración formal del Eje del Mal del Pacífico, dinamizada por Santos, avanza.
En el campo militar el panorama no es mejor. La reactivación de la 4a Flota; la instalación de bases estratégicas militares en Colombia; el debilitamiento de la guerrilla colombiana y la negación de Rusia y China, de venderle a Venezuela sistemas de defensa aérea de última generación, han cambiado sustancialmente la correlación de poder bélico en la región. Rusia es demasiado débil para enfrentarse a Washington y China sigue la sabiduría confuciana de medianía y la doctrina de política exterior de Deng Xiaoping, quién aconsejó «to hide China’s talents, and bide our time for the right opportunity» (esconder los poderes chinos y esperar que llegue la oportunidad adecuada).
Finalmente, la brutal destrucción del aliado y “amigo” Gadafi por el imperialismo estadounidense y europeo, sin que ningún gobierno mundial acuda en su defensa; y la impunidad de los cuatro golpes de Estado que Washington ha ejecutado en América Latina en apenas ocho años (¡!) —Venezuela, Bolivia, Honduras, Ecuador— le muestran al Presidente venezolano el futuro que Washington tiene preparado para él.
En lo interno, la falta de un triunfo electoral contundente en las elecciones pasadas; la incapacidad de controlar la inflación, los mercados negros y la corrupción; el agotamiento del discurso bolivariano y “socialista” de Chávez; el rotundo fracaso de la V Internacional Socialista y la ruptura con la Izquierda mundial por la inmoral extradición de Joaquín Becerra, erosionan la base de poder del Presidente.
2. La conclusión estratégica equivocada
Ante el deterioro de la situación venezolana en el tablero mundial de poder, Chávez ha llegado a la conclusión, que su única posibilidad de sobrevivencia política radica en la reconciliación con Washington. Y le parecía, que el cambio electoral de Bush a Obama y de Uribe a Santos ofrecía la coyuntura histórica, para sustituir la confrontación antiimperialista por la cooperación con la Doctrina Monroe.
A esa misma conclusión había llegado Gadafi acerca del 2003, cuando ofreció combatir el “terrorismo”, colaborar con Israel y Washington y ofrecer el petróleo a las corporaciones transnacionales. Con gran habilidad táctica el imperialismo aceptó la “reconciliación” con el coronel rebelde. Hasta que cambió la correlación de fuerzas. Al debilitarse Gadafi por el levantamiento en Tripoli —en parte endógena, en parte imperialista— y reaccionar ante él de manera bruta y equivocada, el imperialismo lo liquidó.
No cabe duda, que el destino final de Chávez será semejante al de Gadafi, si sigue por la vía del appeasement (reconciliación) con Santos y Obama. La analogía con Gadafi no es gratuita. Recordemos, que el mismo Santos ha definido su proyecto geopolítico en la BBC como la “orgullosa” conversión de Colombia en el Israel de América Latina. En otras palabras, Santos se autodefine como protagonista hemisférico incondicional de los intereses imperialistas de Washington. La pregunta ante este sombrío panorama es, si a Chávez le queda alguna opción de sobrevivencia.
3. Las opciones de Chávez
Las alternativas de Chávez para hacer fracasar el plan Obama-Santos de su destrucción, son limitadas. La política del appeasement es una trampa. El modelo de Irán para defenderse no es aplicable, porque el poder demográfico y militar de Irán es muy superior al de Venezuela. Tampoco puede emular el modelo de Corea del Norte, que tiene armas nucleares y una frontera común con China. Ni la experiencia de Cuba puede repetirse en Venezuela, porque la capacidad de disuasión bélica que logró Cuba en su momento, trasciende con creces lo que el Presidente ha podido construir. Si ninguna de esas experiencias es aplicable en Venezuela y si el camino actual de ceder a las presiones imperialistas es suicida, ¿qué opción le queda a Hugo Chávez?
4. La única salida posible
La única forma de qué el Presidente se salve a sí mismo y al proyecto, reside en enfrentar a Obama-Santos sobre la base de una política de alianzas internacionales. Chávez necesita configurar un proyecto de sobrevivencia que sea aceptable y de interés, para Brasil y Argentina en la Patria Grande, y China y Rusia en la esfera global. Un Bloque de Poder latinoamericano entre Brasil, Argentina y Venezuela, tendría posiblemente la fuerza para detener la destrucción del proyecto venezolano, siempre que cuente con el apoyo de China y Rusia.
Desde el 2005, Chávez construía su modelo de gobernación sobre dos ejes discursivos: el desarrollismo burgués latinoamericano, que bautizó “bolivarianismo”, y el Socialismo del Siglo XXI. En el eje del Socialismo del Siglo XXI nunca hizo nada serio y los resultados de su gestión son prácticamente nulos. Ahora, en su fase de ocaso y debilidad, ya no hay posibilidad alguna para avanzar un proyecto anticapitalista. Debería dejar, entonces, su demagogia socialista y quedarse con el desarrollismo progresista, mientras que la construcción del S21 vuelve a ser tarea de los pueblos y de la ciencia crítica.
La estrategia del desarrollismo progresista no parará la agresión imperialista, porque contradice a la Doctrina Monroe. Sin embargo, es la única política que —respaldada por el petróleo y gas venezolano— permite construir una línea de defensa con los países mencionados, que no fuera de appeasement proimperialista, como la actual.
5. La verticalidad: enemigo del pueblo y de la nación
La responsabilidad para el destino de la nación reside en los cuadros que ocupan las estructuras del poder, y en los movimientos sociales. Si la verticalidad de esas estructuras impide las reformas que son vitales ante el drástico cambio en las condiciones mundiales de poder —como sucedió en el coronelismo árabe (Gadafi, Assad, Mubarak) y, en parte, en Cuba— el imperialismo destruirá a Chávez y su proyecto político.
La esperanza de que la acobardada Nueva Clase Política —que es cada vez más santanderista que bolivariana— tome finalmente la iniciativa para instalar una dirección colectiva en el poder venezolano, es escasa. Es, nuevamente, la hora de los pueblos, para rectificar el rumbo de un barco que ha quedado a la deriva, yéndose hacia el abismo.