El pescuezeo de Maduro por colarse en el Caso Snowden
Pareciera que el gobierno de Maduro no tuviera en este momento preocupación más importante que pescuezear para colarse en el caso del gringo Edward Snowden.
Batalla digna del “Socialismo del Siglo XXI” más puro en que ya se le adelantó el “loco” Correa de Ecuador, y que consiste, no en crearle dificultades que desgasten y golpeen de verdad al odiado imperialismo yanqui (como las que hacía Castro en los 60 instalando misiles con cabezas nucleares en Cuba, o financiando guerrillas en toda América Latina, para, al menos, asustarlo) sino dándole asilo a un presunto espía norteamericano que, si es inocente o cometió delitos contra las leyes de su país, es un asunto que toca decidir a los tribunales estadounidenses y no a los ecuatorianos o venezolanos.
Ah, pero irrumpir en la gran prensa, alcanzar titulares en las cableras, “mentions” en las redes sociales y noticias y reportajes de todo tipo anunciando que “Maduro también está dispuesto a darle asilo a Snowden”, o por lo menos, “a pensarlo y proceder de acuerdo a la intraficable soberanía venezolana” levanta el ego, al narciso que todo revolucionario lleva por dentro y es indispensable para, al menos, distraer la angustia de los venezolanos que ruedan de abasto en abasto, bodega en bodega, y mercado en mercado buscando harina pan, pollos, carne de res, plátanos, aceite, arroz y papel toalet.
¡El papel toalet!…ese artículo de primera necesidad que, según el canciller de la revolución, Elías Jaua, “no hace falta si se tiene patria”, que para él es una idea, sentimiento, o percepción que nos permite prescindir del trabajo, de la producción, de la comida, de la limpieza, para pasarnos el día y la noche hablando y haciendo cuanta bobería regó Dios por este y otros mundos.
Y entre tanto, que miren cómo se las arreglan los millones de venezolanos que no se atreven a salir de sus casas después de las 6 de tarde por temor a que los sorprenda una bala asesina, o quienes, si se quedan, es para hacinarse en la oscuridad de un apagón de 2, 3 o 4 horas, o si los asalta el sueño es para triturarse en pesadillas donde el presidente Maduro, y la mitad de sus ministros, toman el Air Bus presidencial para trasladarse a Moscú y participar en una cumbre que debe resolver, con otros 3 presidentes, el “Caso del Gringo Snowden”.
Urgencias, situaciones críticas o de presencias insoslayables que le dejó como herencia su antecesor, el comandante “eterno”, Hugo Chávez, quién consumió los 14 años de sus dos períodos presidenciales amenazando con invasiones a Colombia que nunca fueron más allá de sus gritos, de una toma de Tegucigalpa, en Honduras, que fue anunciada en cadena de radio y televisión mientras hacía de Hitlercito, rodeado de mapas y del Alto Mando Miltitar y que no pasó de una de las payasadas más grotescas de la historia del continente, y por supuesto, de arengas y proclamas contra el imperialismo yanqui que hacían innecesarias los programas de humor en la televisión y las películas cómicas en el cine.
Ejemplo sin mácula, ni competencia del telesocialismo, o la revolución de las cámaras y los micrófonos, de la que evade las responsabilidades que asumen los gobernantes al llegar al poder por cualquier vía o pretexto y se dedica al show-político, al espectáculo que, a través de hábiles producciones y sofisticados guiones, trasmiten la impresión de que el público ama a sus artistas y, por eso, vota por ellos.
Digamos que Chávez fue un maestro en estas estafas, pues, aparte de un comunicador dotado, contó con la enorme renta del ciclo alcista de los precios del crudo que le permitió contratar a teloneros de la talla de Raúl y Fidel Castro, Daniel Ortega, Rafael Correa y Evo Morales que, si bien le cobraron un ojo de la cara, contribuyeron a darle variedad y color a sus presentaciones.
Y no hablemos de Cristina y Néstor Kirhner, del siempre pasado de tragos Lula y del mal hablado de Pepe Mujica, siempre prestos a dar sus contribuciones, mientras Chávez presidía una suerte de Walt Disney Productions o de Warner Bros Entertainment revolucionarias, en las cuales se cobraba caro y rápido.
Había también personajes menos histriónicos, pero no menos necesarios, actuando siempre tras bambalinas y cobrando facturas con las cuales se resolvieron por el resto de sus vidas, y nos referimos a Ignacio Ramonet, Juan Carlos Monedero, Istvan Meszaros, Alán Woods, Toni Negri, y otros, portadores de una cruz tan pesada como la restauración del marxismo que, por supuesto, no llegó al calvario porque se perdió en el camino.
Sin contar a los que fueron contratados en los propios estudios de Hollywood, de gente como Oliver Stone, Sean Penn y Danny Glover, involucrados todos en proyectos frustrados pero que no dejaron de cobrar cuantiosos facturas en dólares para continuar alimentando “su rebeldía”.
Pero que explican el enorme éxito del “reality show” que fue siempre la revolución chavista, que dejó a todo el personal (productores, guionistas, directores, actores) forrado, contento, menos al pueblo que fue objeto de sus disparates y que hoy ve desesperanzado cómo podrá volver a disponer de los alimentos de la cesta básica si el socialismo destruyó el aparato productivo, y de paso, se quedo sin petrodólares para importar alimentos.
Pero que sobre todo deja sin varas mágicas a un prestidigitador, o mago de carretera, de apellido Maduro, sin las facultades comunicaciones del “comandante eterno”, y, desgracia de desgracias, sin la chequera milagrosa que el 5 de mayo del 2009 escenificó el ridículo lamentable de que, un grupo de presidentes sudamericanos se presentara al aeropuerto de Tegucigalpa y que a rescatar a un compinche caído en la mala, el expresidente, Manuel Zelaya.
Si, porque los precios del petróleo no volvieron a subir a partir del histórico 28 de julio del 2008 en que se situaron en 128 dólares, y el “comandante-presidente”, o “comandante eterno” Chávez, duerme el sueño de los justos desde el pasado 5 de marzo, y al parecer con pocas ganas de echarle una mano a este Nicolás, al cual le ha tomado tanta desconfianza, que solo se atreve a presentársele en la forma de pajarito.
Pero debe ser porque le parece un showman barato, sin originalidad ni creatividad, incapaz de conmover aun a espíritus tan pocos exigentes como Diosdado Cabello, Freddy Bernal o Darío Vivas.
“Porque vamos a ver Nicolás” debe decirse Chávez desde el más allá “tantos pájaros vistosos, bravíos, guerreros, e intimidantes que hay en Venezuela y en América, como el alcaraván, el quetzal, el cóndor, el turpial, el águila real, y tú vienes y me comparas con un pajarito y azul para acabar de rematarla”.
Que en muchos sentidos es lo que le debe estar sugiriendo a Chávez el pescuezeo forzado de Maduro por entrar en el tema de Edward Snowden, que de verdad no es para pesos pesados, para anclas mayores de la televisión y la radio como fueron Mussolini, Fidel y el mismo, sino para comediantes menores del espectáculo que no le hubieran merecido ni un comentario, ni una sola toma, al mismísimo, Mario Silva, que en paz descanse.
¡El difunto Mario Silva!… candidato chavista a Premio Nacional de Periodismo 2013, sino hubiera desaparecido como por encanto, viviendo no se sabe si en Cuba, Irán o Corea del Norte (donde dicen hace planes para reaparecer con “La Hojilla”) y privado del galardón por el periodista, poeta y escritor que más admiró: Hugo Chávez.