El paraiso de los tontos
El poeta inglés John Milton en “El Paraíso Perdido” describe la “existencia de las últimas fronteras de nuestro universo de un Limbo mayúsculo grande y ancho”, desde entonces llamado “El Paraíso de los Tontos”, al cual son enviados “todos aquellos que construyen sobre las cosas vanas sus esperanzas y ambiciones de gloria o fama permanente”.
El “Limbo” de Milton no tiene las demoníacas y castigadoras características del infierno. En el fondo el verdadero castigo está en recordar permanentemente lo que el castigado hubiese podido ser y no fue.
Dios le dio a los habitantes de Venezuela no sólo la capacidad de pensar y ejercer su libre albedrío, tal como se lo dio también al resto de la humanidad. Nos dio, además, recursos naturales sobre los cuales empezar la construcción de nuestro futuro. Un futuro que debería haberse basado en la igualdad de todos. En la equitativa distribución de los bienes. En el trabajo colectivo. En la gratitud por lo recibido sin mucho esfuerzo. En la construcción de una sociedad justa.
Pero nada de eso hicimos y estamos ahora a punto de perder el “verdadero paraíso” que teníamos para irnos a vivir al “Paraíso de los Tontos” de Milton. Los “tontos” de Milton se equivocaron porque no supieron ver el verdadero valor de ciertas actitudes éticas y morales. Es sobre ese andamio donde descansa el fracaso social de hoy. Sin la indiferencia colectiva no sería posible que nuestra sociedad fuese una democracia tan imperfecta.
Donde todavía se le permite a muchos, sin derecho, el considerarse representantes de las mayorías nacionales. Donde algunos se sienten ungidos con la gracia de perdonar la corrupción visible. Pues no es otra el que permanezcan en posiciones de mando aquellos a quienes el supremo tribunal de la opinión pública ha condenado unánimemente.
Para no vivir para siempre en el “Paraíso de los Tontos” hay que redefinir la intención. Perfeccionar la democracia. Redescubrir lo sustantivo. Desenmascarar la fragilidad del liderazgo. Ponerlo a prueba. Exigir la ejecución inmediata de lo posible. No continuar declarando en mora lo impostergable.
Pero a diario contribuimos a construir el “Paraíso de los Tontos” en Venezuela, cuando:
– Creemos que la crisis política actual se arregla sola (implosión).
– Modificamos los valores de siempre para ajustarlos a una nueva realidad que no los acepta.
– Creemos que “en el fondo” este régimen tiene buenas intenciones.
– Confiamos que del exterior vendrán las soluciones que no encontramos aquí.
– Por temor le buscamos sinónimos a la palabra NO. (No hay otras opciones:
No, al socialismo del siglo XXI. No, a las leyes habilitantes. No, a una nueva Constitución. No, al desconocimiento de la propiedad privada. ¡NO!)
– Creemos que negociar significa lo mismo para todos.
– Nos convencemos de que podemos sobrevivir con dignidad dentro de un sistema de gobierno “rojo, rojito”.
– Creemos que como sociedad podemos superar la crisis divididos. Con visiones distintas. Con estrategias múltiples y con la convicción de que aquellos que intentan crear un nuevo liderazgo son “más de lo mismo” o algo peor.
No hay duda de que el “Paraíso de los Tontos” tiene muchos habitantes en Venezuela.
Los que sufren de ceguera institucional, errores de juicio e indiferencia colectiva. Se mantiene por el continuo suministro de la droga de la felicidad artificial y el espejismo de lo imposible.
El único antídoto contra el sueño de los tontos es despertar a la realidad… antes de que sea muy tarde.
El problema es que todavía muchos de los habitantes del “Limbo” creen que los “tontos” son los que están afuera.