Opinión Nacional

El Pantaletudo Avasallante

Durante la Renovación de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela en 1968 los chamos de entonces andábamos tan desatados que alguien inventó un personaje delirante, surrealista: el Pantaletudo Avasallante.

Ingenuos como todo rebelde, pensábamos que los militares eran gente “del sistema”, como se decía entonces, es decir, cuadrada, chata, de seriedad farisaica. Para nosotros la gente subversiva y sabrosa, aparte de los surrealistas, eran John Lennon y Frank Zappa. Militar era sinónimo de Guerra del Vietnam, Pinochet y tristeza. Allanaban nuestras universidades para evitar que la era pariera un corazón. Los militares mataban animales de galaxia. Eran malos, eran aburridos. En igual línea, los callejones oscuros eran como de presidentes, al decir de Rodrigo Hernández: siempre en coches y trajes negros. Parecido decía Andrés Eloy:

    Madre, si me matan,
    que no venga el coche para los entierros,
    con sus dos caballos gordos y pesados,
    como de levita, como del Gobierno.

Ahora no. No solo tenemos a un jocoso presidente que se ríe de todos y hasta de sí mismo sino a un ocurrente ministro de la Defensa que nos hace pensar que aquel Pantaletudo Avasallante finalmente sí existe y habita algún cuartel. Otro militar usa gallinas en cuñas de lo más chistosas. El coronel Luis Alfonso Dávila dice que él no mete “su cuchara” en esa discusión. Solo falta que salga una monja echadora, lo que no sería raro, pues, como dice Zapata, Dios es todo gracia.

Laureano Márquez (¿o era Claudio?) decía en el siglo pasado que los humoristas estaban en emergencia, pues con un presidente guasón no podían ejercer honestamente el oficio. La cosa es seria, porque todo se subvierte, que era la idea de los surrealistas, precisamente.

Siempre oí hablar de líos de faldas, pero no de pantaletas. Las cosas han ido avanzando a ritmo de strip-tease. Ya estamos a nivel de pantaleta. Luego veremos (espero) lo que se nos da. Aunque Hugo Chávez, en un esfuerzo de seriedad, dijo lo que había que decir desde el principio: que eso es un irrespeto a la mujer.

Claro, la chocarrería civil sigue como siempre: ya unos ocurrentes inventaron que al secreto militar lo llaman ahora Victoria’s Secret. Pero, colegas civiles: hemos sido derrotados; los militares nos ganaron en joda. ¿Quién puede superar, Laureano, en un espectáculo humorístico a un hombre de charreteras blandiendo pantaletas ante las cámaras de la aldea global y por Internet? Dime. Te desafío. Fuerza es reconocer que nos revolcaron.

No es que los civiles no hayan hecho aportes meritorios. Los chicos de Primero Justicia, que me lucían tan serios, andaban el otro día acariciando, con melindre y delicadeza propios de hombres exquisitos, a un cordial cochino en plena Asamblea Nacional. Honrar honra y no debemos desestimar su valor.

Siempre pensé que José Ignacio Cabrujas y Carlos González Vegas (que ahora lo acompaña por allá) eran insustituibles, pero estoy seguro de que ellos mismos reconocerían que tienen quien los releve, y tal vez supere, en su sentido del humor ácido y devastador: nada menos que la milicia en uniforme. “Así es”, me parece oír en la voz arrastrada y la risa astronómica, esa sí irreemplazable, del negro González Vegas.

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