Opinión Nacional

El país en recesión

El país se está desmoronando por todos lados, y al teniente coronel lo que más le preocupa es mantener las tensiones con Álvaro Uribe, resolverle el problema a Manuel Zelaya, construirles una plataforma sólida a Evo Morales y a Rafael Correa, y reunirse una vez más con Ahmadineyad.

El informe del Banco Central correspondiente al tercer trimestre de este año reporta una caída de 4.5% del PIB. Por segundo trimestre consecutivo se produce este retroceso, lo cual coloca a la nación, desde el punto de vista técnico, en una recesión. De todas las cifras tan preocupantes que presenta el reporte, una de las que más llama la atención es la contracción en 9.5% de la actividad petrolera. ¡Vaya paradoja!: los precios del crudo crecen y, sin embargo, esta rama de la economía se desploma. El Gobierno está obligado a responder por qué se produjo este descalabro, si la demanda de hidrocarburos en el plano internacional ha crecido de forma sostenida, lo cual se refleja en un repunte importante de los precios, luego de haberse acercado a los 30 dólares el barril durante los meses finales de 2008. Desde comienzos de 2009 el petróleo comenzó a recuperar el terreno perdido, y esta tendencia se ha mantenido constante. En la actualidad la cesta venezolana gira alrededor de los $70, mucho más de lo que el Gobierno había previsto en el presupuesto nacional. Entonces, ¿qué explica este desplome? La respuesta debería darla el Presidente de la República acompañado de su ministro de Energía y Petróleo y la Junta Directiva de PDVSA. De todas maneras, puede adelantarse como hipótesis inicial que estamos presenciando las consecuencias de haber politizado a PDVSA, de haber despedido a sus gerentes más calificados, de haberlos sustituido por activistas políticos y de haber convertido a Rafael Ramírez en uno de los vicepresidentes del PSUV, en vez de mantener en esferas claramente independientes la principal industria nacional y la política del partido oficialista.

El socialismo del siglo XXI sigue mostrando su rostro más deplorable. Con precios muy altos de nuestro principal producto de exportación, caen la industria manufacturera, el comercio, la minería y el transporte. ¿A qué se debe este fenómeno si en el pasado reciente hablábamos de bonanza cuando el barril se colocaba por encima de 25 dólares? Ahora casi se triplica ese precio y, no obstante, el BCV nos informa que estamos en recesión. El Gobierno dirá que el país ha sido afectado por la crisis global del capitalismo. ¡Falso! La economía norteamericana, una de las más sacudidas por la tormenta, viene revitalizándose desde el segundo trimestre del año en curso. Esto, unido a la manera como China ha sorteado la crisis, ha servido para que la tempestad que asoló a la economía internacional, haya jalado los precios del petróleo hacia arriba. Además, otros países petroleros, tanto de la OPEP como de fuera de ella, que tomaron las precauciones que la sensatez recomendaba, no fueron desajustados por el remezón. Lo que ocurre es que este gobierno es tan improvisado, inepto y corrupto, que no fue capaz de anticiparse a los acontecimientos. El Fondo de Estabilización Macroeconómica (FEM) fue desmantelado, mientras el organismo que lo sustituyó, el FONDEN (Fondo de Desarrollo Nacional) ha servido para todo, menos para promover el desarrollo nacional.

La “crisis del capitalismo” es un comodín que Hugo Chávez utiliza de la misma manera que usa el fenómeno meteorológico de “El Niño”: con ambos hechos pretende ocultar su incuria. Si hubiese sabido gobernar; si hubiese tomado las previsiones oportunas; si le hubiese dado prioridad a los problemas nacionales por encima de sus quimeras revolucionarias internacionales, la industria petrolera no estaría padeciendo una crisis tan aguda como la que vive y los venezolanos tendríamos unos servicios públicos de alta calidad, electricidad y agua incluidas. Lo más fácil es esconder la irresponsabilidad detrás de los “enemigos externos” o de fuerzas telúricas independientes de la voluntad humana.

El país, bajo la conducción de Chávez, perdió una oportunidad excepcional de resolver algunas de sus graves deficiencias. La bonanza petrolera le ha proporcionado a la nación una montaña de dólares que, bien invertidos, habrían servido para que nos colocásemos al frente de los países latinoamericanos en materia de bienestar y prosperidad. A cambio de este destino lo que nos está dejando el socialismo del siglo XXI es una sociedad plagada de déficits. La morgue de Bello Monte, el Hospital de Lídice y la incapacidad de la policía para atender los requerimientos de los estudiantes de la Universidad Santa María, representan metáforas de ese país descompuesto y empobrecido que está descuadernándose a pesar de que le entran 50 mil millones de dólares cada año por vender el petróleo que la Naturaleza nos legó y que, supuestamente, nos pertenece a todos los venezolanos (aunque en realidad su único y verdadero dueño es un caudillo nacido en Barinas a .mediados del siglo XX).

La recesión de Venezuela no es solo económica. Tal vez esta dimensión podamos corregirla en pocos años. La recesión es fundamentalmente institucional, ética y moral. En este plano el daño que el Gobierno está causando es mucho más profundo, y tomará bastante tiempo sanarlo.

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