Opinión Nacional

El oro, el bronce y la bosta

En su programa de ayer dedicado a exhibir sus malhadadas dotes de berreante cantante llanero, el sujeto que dirige el país buscó, por enésima vez, borrar con un show la gravedad de la situación creada al proclamar abiertamente su plan intervencionista en la hermana Colombia, por lo demás rápidamente repudiado por el indignado gobierno del respetable y respetado Dr. Uribe.

Sin poder tener quieto el brazo libre del micrófono, señalaba pa´allá el Arauca, pa´allá el Cunaviche, pa´ca el Meta, a medida que auto celebraba su sentido de orientación en la sabana apureña, tema del tedioso corrío que mentaba decenas de ríos y pueblos. Lástima que el sentido de orientación le sirva para tan poco. De fondo escénico, tras un potrero reverdecido, se divisaban, a unos 50 metros, unos jinetes en sus cabalgaduras a los que hacían correr ida y vuelta para crear ambiente. Él mismo anduvo sobre un pobre macho con cara de sufrimiento, ante tamaña carga de grasa y de ego.

El estaba eufórico, se sentía en lo suyo, rememoraba sus años mozos de parrandero amanecío de tres días de aguardiente, sancochos, ternera y zapateaos con arpa y corrios. Esa fue su juventud confesó una vez. Mientras muchos se “quemaban las pestañas” preparándose, él imaginó que lo suyo era figurar, jembrear con uniforme vistoso. El país debía pagarle su haraganería en la carrera militar, donde solo tuvo como oficio conspirar.

¿Alguien duda todavía que este sujeto sea el perfecto irresponsable capaz de llevarnos a una tragedia, aun mayor de la que ya conocemos, tras diez largos años de desatinos, despilfarro, corrupción y desafueros?

Parece una interrogante más, pero les confieso que da escalofrío el nivel de inconsciencia que existe sobre esta cuestión fundamental, por la sencilla razón que se saca la respuesta contraria a lo que aconseja el sentido común, para adoptar otra estrategia y enfrentar lo que viene.

Cuando se machaca desde los grandes y sonados espacios de opinión, la directriz sobre que nada debe distraernos del objetivo de las elecciones parlamentarias del 2010 y presidencial del 2011, cabe preguntarse:

¿Eso es realmente lo que desea la mayoría? Porque si la respuesta es afirmativa y solo se quiere la opción electoral, entonces lo conveniente sería, según sus grandes beneficiarios de oposición, ENFRIAR la calle. El gobierno por su parte tomaría nota de la disposición de resignación adicional que exhibe el liderazgo opositor y quizá afloje la presión.

La ilusión de que todo esto saldrá barato, mediante triunfos electorales futuros -algunos hablan ya de que puede conquistarse la mayoría parlamentaria- va en pareja con no ir más allá y a media maquina en la protesta contra la escalada de abusos del gobierno.

Creo sinceramente que el envalentonamiento del sujeto gobernante le viene dado por esa especie de garantía anticipada de esa resignación automática, que él tiene ya asegurada, hasta las elecciones del 2011 y que en realidad no importa el nivel de sus aberradas agresiones políticas contra la mayoría opositora por cuanto el fetichismo electoral, conveniente desde los liderazgos clientelares de ésta, resiste la prueba de todo razonamiento en contrario.

Bajemos a tierra la divergencia real.

La colosal manifestación unitaria del sábado 22 de Agosto contra la ley cubana de educación con la que quieren dar un paso más al totalitarismo no ganaba más si se insistía en romper la barrera que le daba la excusa policial para gasear. Lo que abre el camino no es la actitud de exponerse. Lo que cambiará cualitativamente todo, es si se abandona completamente el discurso de cuotas de radicalidad mesurada al compás del calendario electoral todavía muy lejano.

Lo que la mayoría de los convocantes no perciben, es que quienes marchan en esa gigantesca movilización, que nos representa como colosal mayoría del país, no solo quiere derrotar la ley sino también sacar del poder a los autores de esa y de otras cien leyes castristas. Y que si bien es cierto muchos tienen la ilusión que habrá que esperar a eventos electorales, como vía pacífica expedita para supuestamente lograrlo, lo realmente irritativo es que esa manía alectorera se cultive desde la dirección mediática de la oposición, empeñada en frenar y embaucar esas multitudes. LO MISMO DE 10 AÑOS, CASI CON LAS MISMAS CARAS.

Esa gigantesca marcha nos acercaría enormemente al objetivo de terminar con este régimen oprobioso si y solo sí, aunque no se tire ni una piedra, ni se tumbe una sola barrera y sin ni siquiera importar la ruta y el límite que ponen los enculillaos, se lograre gritar al unísono: QUE SE VAYA YA, QUE RENUNCIE. Y si tanto prefieren la votadera esgriman entonces: IMPONGAMOS ELECCIONES INMEDIATAS SIN VENTAJISMO NI FRAUDES.

¿Porque es licito que Chávez ponga de cabeza el país y a nosotros nos esté negado exigir alterar los calendarios electorales pautados en ese mamarracho de constitución? Hemos visto en decenas de crisis políticas, desatadas en el mundo entero, que se apela al adelanto de elecciones como una salida.

La dictadura mediática de la que se queja Chávez amargamente, pareciera más bien ser la que viene garantizándole a ese malagradecido su paz “constitucional”.

El coro de los enseñadores en pantalla del librito azul, parece que lograron en buena medida inocular el virus de la resignación legalista, que con la pretensión absurda de que Chávez respete esa constitución, solo han logrado que el país todo se meta la morfina de sus lapsos electorales, de insoslayables cumplimientos para nuestros leguleyos empedernidos.

Habrá aplicación de la ley cubana de educación, si quienes nos oponemos no decidimos que su repudio va junto a exigir que sus proponentes también se vayan al demonio. Y eso vale para todas las leyes del lumpenaje gubernamental.

Nuestros maníacos electoreros, ingenuos o defensores de privilegios clientelares inconfesables, al osar oponerse uno a esa inveterada fijación que tienen con el calendario electoral chavista, automáticamente nos acusan de partidarios de violencias y guarimbeos, amén de partidarios de vanguardismos sin destino.

Entonces hay que volver a repetir, que no se trata de querer desatar confrontaciones contra el monopolio de violencia que tienen los cuerpos armados del estado, ahora partidizados al máximo, para atapuzarnos esta opresión política que ejerce el malandraje.

La pregunta que uno se hace con toda legitimidad es: ¿PORQUE QUIEREN COEXISTIR CON ESTE REGIMEN?

La oposición debe generar su propio calendario para salir de estos destructores del país y ese calendario contiene la necesidad cotidiana y permanente de exponer que el tiempo de estos delincuentes se agotó y que deben irse cuanto antes. Es de esa concepción que emerge otra dinámica en la cuenta regresiva contra el régimen. Porque todo entonces se organiza para alinear permanentemente nuestras fuerzas contra el abuso y la ilegitimidad de los actos de gobierno del déspota, para impedirlos ahora y no para cuando podamos evitar hipotéticamente su reelección en dos años.

Es cierto que no se trata de creer que a los rojos podamos echarlos mañana, porque todos lo digamos, pero si se deseduca a la gente, si se le droga políticamente manipulando sobre que el déspota solo puede irse dentro de dos años, porque y que es lo constitucional, eso es sencillamente suicida.

Negarse a impulsar la lucha por la consigna QUE SE VAYA YA, refleja el espíritu colaboracionista, cohabitacionista de la conducción mediática opositora. Y eso tiene responsables. Tiene beneficiarios. Tiene nombres y apellidos. Tiene candidatos presidenciales como plan de cada gran medio.

Repugna la sola idea de cómo se quiere salir de este bicharraco, para que algún grupo elitista le ponga la mano al poder y usarlo para intereses crematísticos revanchistas. Ya lo vimos con Carmona. Con Cisneros de titiritero para luego vendernos hasta el alma.

No negaré que los prefiero, pero por la sencilla razón que luego y en meses será más fácil salir de ellos, una vez que saquemos a Chávez. Las transiciones son solo eso: transiciones y los liderazgos efímeros serán parte del paisaje.

No puede ser que el destino de este país se arrastre entre hegemonías de rojos ignaros y corruptos, a los cuales sustituyan culitos entalcados por derecho de fortuna o de poder mediático.

Repito que los prefiero si es para salir de Chávez, pero que sepan que a esta nación no podrán dirigirla como antes que aprendiéramos a distinguir el oro del bronce y el bronce de la bosta.

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