Opinión Nacional

El oligarca de Pdvsa

El bicéfalo Rafael Ramírez, presidente de Pdvsa y titular del ministerio que debería controlar a la petrolera estatal, ha puesto –una vez más- en evidencia la naturaleza del régimen chavista. Sus gritos en un encuentro partidista (en realidad ser Presidente de Pdvsa como que no exige mucha dedicación: Ramírez también es vicepresidente del partido chavista PSUV) buscan mostrar fidelidad al jefe máximo pero denotan temor a un posible relevo del cargo. Y son los métodos y los objetivos del llamado socialismo del siglo XXI.

Ramírez es el empleado más rico de la nación, su sueldo es un secreto de Estado pero seguramente sobrepasa el límite de los 12 salarios mínimos que se establecía en el proyecto de la Ley de emolumentos. Algunos hablan de que supera el sueldo del Presidente de los EE.UU., ya que servir a la revolución es mucho más sacrificado que tener las responsabilidades de la Casa Blanca. Entonces, su odio a la oligarquía se convierte en un auto-odio porque en Venezuela gozar de un sueldo como el suyo lo hace miembro conspicuo de la oligarquía (gobierno de los ricos).

Nadie imaginó que en una supuesta revolución para los pobres los sueldos de los altos funcionarios de la administración central, como los de los gerentes de las empresas del Estado, llegarían a los niveles actuales. Nunca como ahora los directores de las empresas del Estado, los diputados, los ministros, el Fiscal, el Contralor, la Defensora del Pueblo, los magistrados del TSJ, los embajadores habían ganado tanto dinero. Ésta si ha sido una verdadera revolución: la revolución del pago generoso a los altos funcionarios. ¡No más sueldos de hambre para los empleados ricos!
Y en el vértice de la pirámide de los sueldos fabulosos está el de Ramírez. Toda lo que ha dicho Chávez sobre los altos emolumentos de sus camaradas no ha tenido mayores consecuencias. Ahora, cuando se apruebe la nueva Ley de emolumentos, también será violada la normativa (como ocurre con la Constitución día a día).

Ramírez no se conforma con entregar los aviones y los dólares de Pdvsa al proselitismo interno y externo del líder máximo. Tiene que vociferarlo. Allí está lo que hace por el emperifollado vaquero Mel Zelaya. El depuesto Presidente hondureño usa los aviones de Citgo, la filial de Pdvsa con sede en EE.UU, con la largueza que ordena Chávez, quien considera que no debe dar cuentas a nadie. Ya los aviones y pilotos de Citgo han volado casi 20.000 kilómetros con el terrateniente expulsado a bordo. Es extraño que el único país que financia las facturas del intento de reponer a Zelaya en Honduras sea Venezuela. Y todavía más raro que el ministro de petróleo y presidente de Pdvsa no proteste por la malversación de los recursos de la empresa.( ¿Qué diría Alfredo Peña, exiliado ex chavista y ex alcalde de Caracas, de las colitas que ahora da Pdvsa? Hay que recordar que Peña vendió muchos ejemplares de El Nacional, siendo su director, denunciando el uso ilegal de los aviones de Pdvsa).

En un país con instituciones degeneradas como Venezuela se hace hasta innecesaria la afirmación de Ramírez: Pdvsa es de Chávez. Y como es de Chávez, se maneja con la peor de las gerencias, con el mayor abuso y el descaro más grande. Una empresa que era ejemplo de administración, hoy está peligrosamente endeudada, oculta sus balances e informes de gestión, miente en cuanto a sus números de producción y se dedica a tareas que no le son propias. Aplicando métodos gansteriles, Pdvsa expulsó a 20.000 trabajadores sin pagarles sus prestaciones sociales y hoy hace quebrar (confiscándolas) a decenas de empresas de servicios, dejando desguarnecidos a otros miles de obreros y empleados. Pdvsa también arruinó su prestigio como cliente ya que debe millones de dólares a empresas nacionales y extranjeras que trabajan para ella.

Otra de las perlas que soltó Ramírez en su destemplada arenga fue la explicación de su negativa a discutir el contrato colectivo con los trabajadores. Dijo que no lo haría hasta que la central que agrupa a los petroleros no esté en manos de los sindicalistas chavistas. Otra vez Ramírez pisotea el Estado de Derecho. Desconoce los derechos humanos de todos los trabajadores al no discutir sus condiciones de trabajo mediante los representantes que tengan a bien elegir.

El proyecto está claro: la empresa es del Estado, que es de Chávez; los trabajadores tienen que elegir un sindicato que responda al partido único oficialista, que es de Chávez. Al final, negocia Chávez con Chávez. Otro bicéfalo. Lo otro es secundario: el nombre del operador bien pagado puede cambiar.

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