El nuevo currículo
A medida que leo el currículo crece mi asombro. Desde la lectura del primer párrafo de sus objetivos hasta el final de la última línea, pienso en lo incomprensible que se me hace el que los padres de miles de muchachos venezolanos no hayan salido a la calle a manifestar su objeción contra la aplicación del nuevo currículo educativo que se impone a partir del próximo año escolar. Como estamos en Venezuela y todo se deja para las últimas, sería de esperar que la llegada de septiembre los decida a no enviarlos a las aulas hasta que cambien los vientos.
Podría adivinar que aquellos que manifestaron con el Decreto 1.011 tiraron la toalla después de aquél referendo revocatorio que hoy vemos tan lejano, o que luego de acudir tantas veces a elecciones perdidas decidieron ocuparse de lo particular y dejar el país en manos de otros que piensan igual, mientras el barco hace aguas. Pero, ¿será que ocuparse de lo propio no incluye a los descendientes? ¿O será que la educación no es de prioridad mayor a las entradas de final de mes que pagan los gastos?
El nuevo currículo bolivariano es, además de una antigualla, una equivocación fruto de mentores que se quedaron en el temporal de la guerra independentista o de la lucha que un bautizado popular General del Pueblo Soberano levantó al grito de ¡Tierras y hombres libres! y ¡Abajo la oligarquía! Basta una lectura veloz para caer en cuenta.
De principio a fin, los términos utilizados en el currículo apellidado como el Libertador, para hacerlo más rimbombante y magnífico, develan una intención de logro de complejo igualitarismo. Una serie de calificativos con ritmos socialistoides, que no socialdemócratas, impregnan las páginas con menciones como ‘el nuevo republicano’. ¿Habrá viejos republicanos y ahora se gestan nuevos? ‘Trabajo liberador de conciencias’ y ‘educación como proceso político y socializador’. .. Un entreverado de términos que delatan la transparente intención de persuadirnos sobre las ventajas de la pócima que se nos brinda de gratis, como regalo del benemérito de estos días.
Asimismo se extraen anacrónicos renglones de la vida de Ezequiel Zamora ‘como gran líder social y militar’ para ‘impulsar las luchas sociales de transformación y refundación de la República’ ¿Será, preguntémonos, que las repúblicas se fundan y se refundan cada vez que un gobernante decide cambiar el croquis de los poderes? Y, ¿Cuáles luchas sociales se nos hacen inevitables en estos tiempos de globalización y democracia de avanzada que soplan por Occidente?
Por otra parte, como característica del egresado del Sistema Educativo Bolivariano se espera que conozca ‘la riqueza y problemática de la nueva geometría territorial’ (…)’ ¿Será que Venezuela ha recuperado los espacios perdidos en disputas limítrofes con Colombia, o es que el Esequibo ya no se pinta con rayas de territorio en discusión? Agrega además que espera del nuevo republicano el conocimiento de las ‘actividades productivas tradicionales y endógenas, como medio para alcanzar la seguridad y soberanía alimentarias’. ¿En un país donde la carestía de alimentos es cada vez mayor? ¿Qué país del mundo, que desconocemos, tiene una absoluta soberanía alimentaria?
En definitiva, el plan de estudios que se supondría destinado a que los alumnos desarrollaran a plenitud sus capacidades para desenvolverse en un mundo que cambia a velocidades extremas, con una tecnología donde los modelos de Ipods y Iphones envejecen en apenas semanas, no es sino una cartilla con letras escritas a lápiz en una época donde las impresoras láser se ubican en Marte.
La absurdidad del nuevo currículo deja sin respuesta las interrogantes que proliferan a medida que se recorre. Y, sin embargo, reina la indiferencia de quienes representan a los afectados futuros. Apenas unas voces se escuchan bajitas, la mayoría de quienes por mandato a juro se entrenan en la tarea. Habrá que ver si, llegado el momento, los ocupados padres harán un alto en sus funciones ejecutivas y pondrán el grito en el cielo, o verán pasar conformes el disparate.