Opinión Nacional

El nuevo colonialismo

En su ensayo Dulces guerreros cubanos (Seix Barral, 1999), Norberto Fuentes, largo tiempo mimado por el régimen comunista, describe el proceso de intervención de las tropas cubanas durante los años ochenta en Angola, Etiopía y otras naciones africanas. En el texto puede apreciarse cómo Fidel Castro y su hermano Raúl urden la conjura contra Arnaldo Ochoa, los morochos de la Guardia, Antonio y Patricio, y el propio Fuentes, todas figuras destacadas de las fuerzas expedicionarias. El tráfico de armas, las conexiones con el narcotráfico y la guerrilla colombiana, las conspiraciones para exterminar a los adversarios, imaginarios o reales, van desfilando por las páginas de ese denso libro que muestra la ferocidad de Fidel y Raúl.

La incursión cubana en África, llamada “Operación Carlota”, se da en el marco de la Guerra Fría. Los hermanos Castro hacen el trabajo sucio que a la antigua URSS le resultaba difícil llevar adelante. Movilizar un contingente de más de cien mil hombres hubiese colocado a los jerarcas del PCUS en una línea de confrontación directa con los Estados Unidos. La opinión pública internacional y foros como la ONU habrían sido más severos si la URSS hubiese actuado sin intermediarios. En cambio para Fidel era una forma de complacer a los rusos y justificar los cuantiosos subsidios financieros que recibían del imperio, ya para ese momento en plena decadencia. Cuando a comienzos de los 90 la Cortina de Hierro se derrumba, producto de la enorme corrupción e incompetencia del sistema, así como de los aires de renovadores introducidos por Mijail Gorbachov y su glasnot y perestroika, la aventura africana llega a su término. Ya Fidel no tenía a quien complacer y el enorme costo que significaba mantener tropas y equipos en África no puede ser financiado por una economía en bancarrota, como ha sido la cubana desde el primero de enero de 1959. Los soldados, oficiales, médicos y técnicos de distinto tipo que se movilizaron hasta los países africanos, tuvieron que regresar a la isla. Parte de ese personal se desplazó hacia Nicaragua con el fin de fortalecer la revolución sandinista. Aquí la ayuda al parecer como que no fue muy efectiva. Los combatientes del Frente Sandinista de Liberación rápidamente comenzaron a tener conflictos con los “técnicos” cubanos. La arrogancia de estos resultaba insoportable para muchos hombres y mujeres que habían luchado con denuedo contra Somoza, y que habían visto caer en el campo de batalla o morir en las cárceles a amigos, compañeros y familiares. Después del triunfo de Violeta Chamorro en las elecciones de 1990 el contingente cubano se vio obligado a regresar a la isla.

Con la declinación del socialismo, el fin de la Guerra Fría, la pacificación de América Latina (a excepción de Colombia), el auge de la globalización y el predominio creciente de USA como única superpotencia planetaria, la vocación internacionalista de Fidel Castro se ha visto truncada. Ya el anciano dictador no tiene dónde enviar sus soldados. Ha sido forzado a cambiar de ropaje. La promoción del modelo cubano y el internacionalismo intrínseco a la doctrina comunista debe adaptarse a los nuevos tiempos. La ayuda que debe prestarse no es militar, sino de otro signo y en áreas como la educación, el deporte, la medicina, la biotecnología y, desde luego, la seguridad, donde el socialismo cubano supuestamente logra notables avances. La solidaridad internacional consiste, por lo tanto, en exportar maestros, médicos, entrenadores deportivos, biotecnólogos y policías. Hugo Chávez le compró el discurso a Fidel por lo que éste dice que vale, y no por lo que realmente vale, con lo cual el dictador antillano hizo el gran negocio ya en el ocaso de su vida. Ahora no se trata de invadir países con fuerzas de choque, derrocar gobiernos o apoyar movimientos armados para aniquilar facciones contrarias. Los tiempos imponen ciertas sutilezas.

En Venezuela la invasión cubana se está dando a través de la presencia creciente de profesionales y técnicos de formación bastante dudosa, y de agentes del G-2, servicio secreto reconocido mundialmente por su eficacia y sevicia. La DISIP y el entorno encargado de la custodia de Chávez cuentan con ese respaldo activo de la revolución cubana. En el desfile del 24 de junio, cuando el temor de Chávez llegó al paroxismo, la huella cubana quedó estampada con claridad. Los anillos de seguridad casi asfixian al Presidente. El caso de los alfabetizadores, dirigidos por ese ilustre maestro llamado Eliécer Otaiza, forma parte de un capítulo especial. Se sabe que el Castellano es una lengua que se pronuncia tal como se escribe. También se sabe que los cubanos, y antillanos en general, tienen problemas con la prosodia. Se comen ciertas letras, las modifican o las trastocan. Suerte de dislexia arraigada en factores culturales profundos. En nuestro país, aunque existen, esas dificultades son menos acentuadas. Los maestros, que abundan, están mejor preparados para enseñar a leer. De allí que la importación de alfabetizadores cubanos sólo pueda explicarse por la necesidad del Gobierno de estrechar sus nexos con el régimen de Fidel. Además, el problema crucial de los niños, jóvenes y adultos del país no es analfabetismo absoluto, sino el analfabetismo funcional. Como salen temprano del sistema educativo y no vuelven a entrar en él, se les olvida leer y se vuelven incapaces de desplegar las habilidades ligadas a la lectura, como la comprensión, la abstracción y la asociación. Lo mismo ocurre en Cuba, donde ni siquiera en las aulas los alumnos elevan las capacidades cognitivas. Salvo que cantarles loas a Fidel y a la revolución se reconozcan como actividad intelectual creativa.

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