El náufrago
Está como el perro que se muerde el rabo: no tiene de dónde sacar otros candidatos a engrosar la pandilla de los depredadores. Los cambia de un sitio al otro, los guarda en el desván de Miraflores, los desempolva y vuelve a sacar de su polvorienta caja de Pandora, atento a que no se cuele por lo palos una vez más Juan Barreto, el depravado en desgracia. Ahora estarán en la reserva José Vicente y Bernal, a la espera de ser reciclados una vez más, mientras envejecen como los demás depredadores. Los bolsillos ahítos de tanta robadera. Es la pandilla del golpismo nacional.
La propia sordidez de un régimen que se desmorona, envejece, se vuelve zarrapastra y se maquilla de vez en cuando como una vieja octogenaria a la desesperada búsqueda de galanes voraces. Chávez ha engordado al extremo de que ya no cabe en su uniforme. Se le secaron las ocurrencias. Saca del baúl de sus muñecas a la tristemente célebre María Cristina Iglesias, ex adeca, ex cuarta republicana, ex secretaria de Paulina Gamus, ex ministra y ministra una vez más cuando el festín está en su agonía. Que el galán de Sabaneta no cuenta con más mujeres. De entre los trastos del pasado que ya parece prehistoria saca a todos sus derrengados muñecos: coroneles golpistas, borradores de programas, constituciones apestosas, una suerte de carpintero de la academia llamado Jorge Giordani, uno de los padres de Pinocho.
Se sabe acosado por su propia inoperancia, abrumado por sus propios crímenes, atosigado por sus propios empachos. Ya semidesnudo ante un país que lo observa en silencio, mientras acumula sus iras y alimenta el rencor de sus venganzas. Le han cerrado el chorro aparentemente inagotable de sus recursos, se ha inundado la cueva de Alí Babá llamada PDVSA, los cuarenta ladrones escapan con sus camellos cargados de pedrería, bonos del tesoro, cuentas en paraísos fiscales y propiedades bien situadas en el corazón mismo del Imperio. Cuando el barco se hunde, huyen las ratas.
El portaviones hace aguas. Nada de lo que hace le servirá de nada. Al nacer se murió el impulso rapaz del 15-F. Las reservas son cuentos de camino. Las deudas y compromisos lo tienen al borde de la asfixia. Y en lugar de mirar hacia los únicos puentes que podrían garantizarle llegar al otra orilla del 2012 insiste en montarse en la ranita para hincarle su venenoso aguijón. Ni Giordani, ni la Cristina Iglesias ni muchísimo menos el inefable y espumoso Carrizales le servirán de tabla de salvamento. Son lastres: lozas, anclas, cadenas, plomo en las patas en medio del turbión. Y eso que aún está en la orilla del 2008. Cuando esté en medio de la corriente no lo salva ni Mandrake.
Allí lo esperaremos. Cuando no se le asome más que su mano izquierda pidiendo auxilio. No se lo daremos.