El naufragio
Makled: Funcionario especial del chavismo.
El ca-patán Hugo Chávez se agarra del timón con las dos manos mientras el barco-taladro de la revolución es zarandeado por inmensas olas de inmundicias. Lo impresionante de las olas no es tanto el tamaño como el fetor. La embarcación enfrenta el tifón Makled. Ya un tripulante, Luis Acosta Carlez, ha sido tragado por las olas, sin tener tiempo para eructar. Otros ven llegar su turno. El mismo ca-patán Chávez está saturado de excrementos. “Le dí al menos dos millones de dólares como contribución para sus campañas”, dice el narcotraficante y ex-funcionario honorario del Tribunal Supremo de Justicia chavista, Walid Makled, quien asegura haber amasado una fortuna de 1200 millones de dólares.
El tifón Makled no es el único desastre que enfrenta el “Ezequiél Zamora”. Los resultados electorales del 26 de Septiembre han sido un doble golpe. Por un lado la mayoría de votos obtenida por la oposición, hecho negado en el Washington Post con el mayor desparpajo por el grumete Alvarez Herrera. Segundo, la evidencia de que el sistema electoral fue manipulado groseramente para favorecer a la “revolución”. Ya todo el hemisferio sabe que la democracia en Venezuela ha sido secuestrada por un grupo de hampones, al mando del cual se encuentra Chávez, secundado por quienes idearon y permitieron la nueva estructura de circuitos electorales que les ha permitido obtener más diputados con menos votos.
Las cachifas de a bordo a quienes Chávez llama, con su característica caballerosidad, “las cuatro viejas” (son cinco o más, en realidad) : Gabriela, Luisa, Luisa Estela, Tibisay y Cilia, se mantienen firmes en el puente del barco que zozobra. No parecen molestarse por los insultos y desprecios del ca-patán. Se sienten importantes por primera vez en sus vidas y cada una ha tratado de superar a las otras en indignidad y cinismo.
El tifón Makled se combina con la tormenta Jojoy. Ya las primeras informaciones contenidas en los ordenadores del difunto han sido dadas a conocer por el presidente Santos. Vienen nuevos chubascos que incrementarán la lluvia de excrementos sobre el barco de la revolución. En Colombia el barredor Iván Rincón tratará infructuosamente de limpiar el alud de residuos malolientes. Los excrementos del Aban Pearl, originados en los predios de Alfredo Toro Hardy, serán aparentemente reforzados por los que ya descarga el Songa Saturn.
El ingeniero Heinz Dieterich se lamenta amargamente que el barco de la revolución no fue construído de acuerdo con sus especificaciones y ya se ha tirado al agua, procurando mantenerse a flote en medio del mojonal. A su lado Dieterich puede ver las caritas desesperadas de Aristóbulo, Darío y Diosdado, quienes saben que les quedan pocos momentos a flote, antes de sumergirse para siempre en su propia podredumbre.
Como en “El naufragio de Simónides”, fábula de Samaniego, los tripulantes, grumetes y barrenderos se van a pique deshonrados y tercamente aferrados a sus dineros mal habidos :“En la mar embravecida
Fue la mísera nave sumergida
las gentes a las ondas arrojadas.
Sale quien diestro nada
Y el que nadar no sabe fluctúa en las reliquias de la nave.
Pocos llegan a tierra, afortunados, de tablas abrazados
Todos cuantos el oro recogieron
Con el peso abrumados perecieron”.