El mundo subuso
Sé muy bien de lo que quiero escribir, me siento ante la computadora y al
tratar de organizar mis ideas me viene a la mente el nombre de Subuso, era
aquel personajito miope -con una gorra y unos inmensos lentes- que solo veía
lo que quería ver. Y, como es natural, lo que él quería ver era siempre
hermoso y grato, lo que le comolacía. No recuerdo mucho de la vieja tira cómica
que tenía a Subuso como protagonista, ingreso a un buscador de Internet y me
encuentro con un articulista que utiliza “El extraño mundo de Subuso” para titular su
escrito. Se trata de un opinador chavista de esos que antes del proceso
practicaban el humorismo y que como a casi todos los de su especie, se le
acabó el humor. Lo que destila es hiel pura, resentimiento, desprecio por el
otro y la arrogancia del mediocre que por ser partidario de un gobierno
copia la prepotencia de quien lo ejerce.
El ex humorista del chavismo dice que aquellos opositores del régimen que se
niegan a ver Venezolana de Televisión y otras televisoras oficialistas y que
apagan la radio cuando hay una cadena presidencial, viven en el extraño
mundo de Subuso, pobrecitos. Y son víctimas de abusos porque nunca supieron
que esas hermanitas de la caridad que forman el Tribunal Supremo de Justicia
y la Asamblea Nacional o su Ángel de la Guarda que es el mismito presidente
Chávez, tomaron decisiones en beneficio de la clase media -sobre todo la
profesional- su verdadera consentida. Pero más grave aún, quienes se
resisten a ver o y oír esos medios de comunicación, pueden morir de un
infarto o sufrir un colapso producto de la sorpresa, cuando viajan por las
impecables carreteras y autopistas del país (donde no hay huecos, derrumbes
ni atracadores agazapados para asaltar a los viajantes) y se topan con las
obras magníficas de ingeniería del siglo XXII que ha construido la
revolución del siglo XXI.
Lo que deja traslucir el ex humorista es su amargura por el bajísimo rating
de las televisoras y radios que forman el comando de bombarderos de
propaganda chavista. Pareciera que la audiencia disminuye en la misma
proporción en que aumenta el número de medios de comunicación sometidos al
régimen revolucionario. No importa cuántas veces y de qué manera explique el
ministro Willian Lara, que el canal que sustituirá a la confiscada Radio
Caracas Televisión será mejor que Sony Entertainments; por simple lógica
sabemos que entretenimiento y propaganda política no van de la mano. Uno
imagina un programa de aficionados como American Idol, por ejemplo, en el
que los aspirantes deban cantar solo canciones revolucionarias o loas al
Supremo, vestidos todos de rojo, rojito; y sabe de antemano que no lo verá
nadie, salvo que los premios sean muy jugosos. Porque la letra con sangre
entra pero esta revolución solo entra con reales.
Solo quienes tenemos la suerte de contar con televisión por cable y con
Internet, podemos escapar del verdadero mundo de Subuso que es aquel en que
vive la revolución bolivariana y en el que ésta pretende encarcelarnos a los
26 millones de habitantes de Venezuela. Tomemos como ejemplo lo que ocurrió
este miércoles 11 de abril, quinto aniversario de la renuncia (lamentablemente solo
por 48 horas) de Chávez. Si solo hubiesen existido las televisoras y radios del gobierno
habría sido casi imposible escapar de ese teatro insultante y canallesco que fue ver
al mismo renunciante temblorosode aquel 11 de abril, el mismo que ordenó el Plan
Ávila contra la población civil; presidiendo el homenaje a las víctimas de Puente Llaguno.
Y a unos sacerdotes carentes de vergüenza oficiando la misa correspondiente. ¿Cuáles
víctimas? ¿Los 19 muertos y más de 70 heridos que eran parte de una marcha
pacífica en protesta contra el gobierno y que todo el país vio, gracias a la
televisión independiente, como eran acribillados a balazos por matones
chavistas? Estos fueron plenamente identificados y tenían antecedentes
criminales, pero el subusismo del régimen los convirtió en héroes. El mundo
de Subuso revolucionario no lo inventó Chávez ni siquiera Fidel Castro,
fueron Stalin y los jerarcas comunistas de la URSS los maestros en atribuir
sus crímenes más monstruosos a la contrarrevolución, a los revisionistas y,
no faltaba más, al imperialismo yanqui.
El Subuso mayor nos anuncia que el 29 de mayo será otra efeméride para sumar
a la celebración de los saqueos y demás actos delictivos que asolaron a
Caracas en febrero de 1989; a los fallidos golpes militares del 4 de febrero
y 27 de noviembre de 1992 y a la vergonzante renuncia de Chávez el 11 de
abril de 2002. Callar que fueron generales del ejército venezolano quienes
obligaron a Chávez a renunciar y que fueron ellos mismos quienes lo
regresaron, forma parte de la historia oficial más no oficialista. ¿Cómo
podría reconocer un gobierno militar tanta incompetencia, falta de carácter
y pequeñez en sus propios colegas?
Resulta que el 28 de mayo, fecha fijada para despojar a los dueños de Radio
Caracas Televisión de su canal, debería producirse también una invasión del
Imperio a nuestra patria que no sabemos si será por mar en un barco de
guerra o por tierra en un tren militar. Quizá un ataque masivo de la
aviación norteamericana. Como evidentemente nada de eso ocurrirá y la casi
inexistente oposición está muy lejos de imaginar siquiera una remota
conspiración; el 29 de mayo será decretado día de júbilo para celebrar el
heroísmo del ejército patriota que abortó el ataque imperialista a la
patria del Libertador I, Simón Bolívar y del Libertador II, Hugo Chávez.
Los creativos del régimen deben haber quedado con agotamiento cerebral después
de inventar el lema “A cada 11 le llega su 13”, para simplificar la renuncia de Chávez
el 11 de abril y su retorno el día 13. Hace siglos que el pueblo llano, el que carecía de
estudios pero le sobraba sabiduría, descubrió que “a cada cochino le llega su sábado”.