El Mocho Hernández y la actualidad
El General José Manuel Hernández, apodado «el
Mocho»(1853-1921),fue el centro de un curioso fenómeno
histórico. Fenómeno que en mi opinión guarda un
extraño vínculo con la lucha que libra hoy el poderoso
movimiento democrático opositor al régimen
«bolivariano».
Como militar el «Mocho» tuvo poco fortuna, y como
político en pocas ocasiones pudo demostrarlo. No
obstante, fue objeto de un inusitado prestigio. Es
relevante que ese prestigio no se forjó, apoyado en
subalternos y cómplices que desde el poder pudieran
haberle abierto inescrupulosamente un porvenir
político, método que por desgracia, no es poco
frecuente ayer y hoy en nuestro medio.
Notorio y sorprendente es además, que el entusiasmo
que despertó este personaje, se extendió sin excepción
a todas las razas y clases sociales de la época. Sin
embargo, no se puede ocultar por no ser gratuito, que
el «Mocho» no exento de cierta extravagancia innata
que se deja traslucir en la forma en que hacía la
guerra y en sus proclamas, en sus desgraciadas y
siempre perdidosas aventuras, tocó el ridículo.
Sin embargo y es lo que llama la atención, es que ni
esos rasgos de su personalidad que podrían juzgarse
poco estimulantes para el colectivo, ni los arsenales
de sarcasmos con que lo trataba la prensa oficial, ni
sus reiterados y continuos fracasos bélicos, enlodaron
su causa nacionalista y muchos menos el arraigo
convertido en mitológica adoración que fue lo que
llegaron a sentir las multitudes al pronunciar su
nombre.
Algunos me reclamarán con razón y no excluyendo la
furia, el porque asocio al «Mocho» a la oposición
democrática, siendo el General Hernández y su «Partido
Nacionalista» un emblema de lo que pudo ser y no fue,
de la derrota y las causas perdidas. No, el Mocho
representa mucho más que eso, y si en su momento su
nombre es la esperanza donde se agrupan los valores
del idealismo y el desinterés contra los núcleos
políticos corrrompidos y el unipersonalismo salvaje de
los caudillos, el «mochismo» no es sólo la tragedia
que lo persiguió a él y al pueblo venezolano durante
su vida y luego de su muerte, sino los anhelos
irrenunciables de combate por la honradez, por el
patriotismo, por la sinceridad y el progreso que
permanecen como «elan vital» de nuestro pueblo y que
de muchas maneras son la proyección de nuestra
continuidad histórica y la razón de ser una nación a
la que queremos amar y servir.
La democracia en marcha que está hoy en la calle,
ubicada inequívocamente en el sector opositor, es un
«mochismo» del siglo 21, renovado,que mira hacia la
victoria, condenada a vencer los vergonzosos vestigios
de un siglo XIX que al parecer no estaban
suficientemente enterrados.