El milagroso Cristo negro mexicano
La tarde caía en el zócalo del Distrito Federal. En medio de la imponente Plaza de la Constitución se veía el movimiento de la bandera mexicana a la cabeza de la Catedral. La puerta lateral de la iglesia estaba abierta por lo que, sin dudarlo, decidimos entrar a conocerla. Nada más cruzar el arco principal nos encontramos con un retablo de oro impresionante de estilo barroco pero un Cristo negro, ubicado del lado derecho del altar, fue lo que más llamó nuestra atención. Nos acercamos hacia él y vimos como, a sus pies, habían flores y gente orando. Una mujer nos dijo con voz suave: “Es muy milagroso”. Caminamos en silencio hasta la otra esquina del templo en donde le preguntamos a una guía cuál era la historia del Cristo negro. Y ella, emocionada, nos contó.
Dice la leyenda que esa figura se encontraba en la capilla del seminario de Tlanepantla. Allí un arzobispo iba diariamente a rezar de rodillas frente a la imagen y, al concluir sus oraciones, le besaba los pies. Al parecer un hombre al que llamaron “el maligno” veía que el sacerdote hacía esto de forma rutinaria y decidió un día poner veneno sobre los pies de la estatua. De esa forma, cuando el cura pusiera sus labios sobre la figura, moriría. En efecto, llegó el día indicado y el religioso se dispuso a besar los pies pero, en ese momento, el Cristo encogió sus piernas y absorbió todo el veneno tornándose su cuerpo de color negro.
Con el paso de los años, la historia del Cristo negro se fue haciendo cada vez más popular entre los mexicanos y su devoción se fue incrementando. Por eso a partir de 1935, el Cristo negro fue trasladado a la Catedral Metropolitana. Todos los viernes al mediodía los feligreses se acercan para llevarle velas, flores y recuerdos como una manera de agradecer sus favores. Parte de la oración que dedican a esta imagen dice así: “Aleja de mi toda insidia del enemigo a fin de que mi alma nunca se envenene por la ponzoña del mal, el Cristo absorbe sus males”.
Esta estatua también llamada “Señor del Veneno” fue fabricada en pasta de caña con una técnica indígena y data de 1602 cuando la orden de los dominicos llegó a México con sus “cristos blancos”. Así con el conocimiento de la leyenda que dio origen a que, el Cristo blanco se convirtiera en negro, dejamos atrás nuestro breve recorrido por la Catedral Metropolitana de Ciudad de México que ya, cerca de las ocho, cerraba sus puertas al público.