El miedo mas grande
Central a su idea para explicar la necesidad de gobierno por parte de los hombres agrupados en sociedad, el gran filósofo ingles Thomas Hobbes, en el siglo XVII (vivió 91 años, entre 1588 y 1679) postula lo que el considera como “el más grande temor de los seres humanos”: la muerte violenta y muy especialmente si es a manos de otros hombres. Según explica claramente Robert D. Kaplan en su reciente libro “Políticas Guerreras”[1] ese temor “pre-racional” es la base de toda moralidad, por cuanto obliga a los hombres a la “concordia” con otros hombres. Es una moralidad de necesidad, no de elección. Los seres humanos para protegernos físicamente de esas agresiones no tenemos otra opción que someternos a alguna forma de gobierno.
Este concepto no es completamente original por parte de Hobbes, puesto que ya Aristóteles, en el siglo IV antes de Cristo, y más tarde en el siglo XIV el sociólogo morisco Ibn Khaldu, lo habian expresado aunque de diferentes maneras.
En los países desarrollados, avanzados, afluentes, e industrializados del Norte (como ahora se los califica) puede ser un tanto incomprensible para su clase media urbana y civilizada entender la auténtica significación del concepto, debido a la pérdida de contacto, ocurrida hace tanto tiempo, con lo que podríamos llamar el estado natural del hombre, pero cuando por distintas razones, como pueden ser en el caso de Venezuela, el gradual empobrecimiento de la población, se regresa a esas primitivas condiciones en las cuales los ciudadanos tenemos planteado a diario esa dura disyuntiva de la violencia desatada en todas sus elaboradas formas, aguardándonos a cada momento, y determinando a cada paso nuestras conductas y formas de vida con toda una gama de estrategias para tratar de impedir sus fatales posibles consecuencias, es conveniente repensar que toda forma de gobierno se justifica y es aceptable a los ciudadanos (los eventuales electores) solo en la medida que se les garantice ese minimo de seguridad e integridad física.
Es bien sabido que los más afectados por esta situación son los habitantes de los barrios, donde no entra la policía, y las bandas de matones hacen de las suyas. Allí están las horripilantes estadísticas de cada fin de semana para probarlo.
A quienes han sufrido en carne propia el asalto, el robo, el saqueo, el maltrato, la violación, e incluso el asesinato a sangre fría en cabeza propia o de algun familiar próximo -y una gran mayoría de los venezolanos caemos en alguna de esas categorías-, no nos queda otro remedio que buscar las formas y maneras de protestar contra quienes tienen como primer deber el de la seguridad ciudadana. De allí el descalabro en las encuestas del presidente Chávez y el surgimiento del liderazgo colectivo del alcalde Alfredo Peña. Aunque los resultados de lo que ofrece Peña están por verse, al menos ha enarbolado la bandera correcta en esta complicada y critica situación.
Mucha gente joven y preparada, desesperados por la inacción gubernamental, en este y otros sentidos, se han lanzado a la aventura de emigrar del país. Lo hacen quienes pueden, y hasta el momento quienes disponen de alguna holgura económica para viajar y luego buscar trabajo en el exterior.
Una de las razones por las cuales la dura dictadura de Fidel Castro se ha mantenido en el poder por más de cuatro decadas, ha sido, sin lugar a dudas, por haber enviado “al paredón” a millares de sus más destacados opositores y luego permitir la emigración de mas de un millon de cubanos que no estaban de acuerdo con sus ideas y políticas. Esa hemorragia del mejor recurso humano de la isla, le permitió llevar a cabo sus planes autoritarios, sin oposición detectable, aun cuando los resultados fracasados de sus políticas estan a la vista y pueden evaluarse sin lugar a dudas.
Aunque personalmente no creo en hipótesis conspirativas, no faltan quienes piensan que no se necesita hilar muy fino para elaborar que la inseguridad presente en Venezuela -desde hace muchos anos, es la verdad- pero que se ha incrementado y potenciado en los tres ultimos anos, sea una vía alterna a la utilizada por Castro, para por medios indirectos y “pacificos”, librarse de una oposición segura y lograr el mismo fin, o sea, que la población más capaz del país, y que dispone de algunos medios economicos, asustada y sin esperanzas, emigre al exterior, pensando que no puede levantar una familia en las condiciones actuales de inseguridad, violencia y crimen. Estos emigrantes son de hecho la gente joven y preparada que puede obtener empleo en medios altamente competitivos, como son los países en donde desean establecerse de manera más o menos permanente.
Esta hipótesis, con todo lo rebuscada que pueda parecer, se hace creíble, por la falta de intereés por parte de la administración Chávez de darle frente al problema más grave que tiene el país, y que ha determinado la verdadera “estampida” migratoria de los años recientes.
Es difícil explicar la falta de interés, preocupación y orden de prioridades que ha dado Chávez al tema de la inseguridad, tal como lo ha planteado en términos directos e impactantes Alfredo Peña, de allí que puedan invocarse razones tan elaboradas y hasta inverosímiles como la arriba expuesta.
De no exisir tal motivación es obvio que los asesores políticos del presidente se equivocaron gravemente, lo mismo que sucedió en lo que se refiere a la interpretación que le dieron al ataque terrorista del 11 de septiembre y sus previsibles consecuencias.
Suena tarde para convencer a alguien de que es posible dar marcha atrás. Arduo difícil será cambiar un mal crónico, agravado por la desidia con que se ha tratado el gravísimo problema, que esta necesitando el equivalente de lo que podramos llamar “terapia intensiva”.
Nota:
[1] KAPLAN, Robert D.: Warrior Politics. Why Leadership Demands a Pagan Ethos. Random House, New York, 2002.