Opinión Nacional

El miedo es libre

E l miedo es libre. Se puede acumular en cantidades industriales y no paga impuestos. Pero sí es una pesada carga a la hora de la valoración que los ciudadanos deben hacer sobre las actitudes básicas de sus dirigentes. Lo menos que debe exigirse a quienes aspiran a la Presidencia de la República es que debatan pública y directamente, cara a cara, sus ideas, ejecutorias, lineamientos políticos e ideológicos que los orientan, y confronten las ofertas concretas que prometen en materia programática.

Esto fortalece la conciencia de la nación. Es lo usual y esperado en todas las elecciones de cualquier país medianamente democrático.

Hugo Chávez no es un demócrata.

Es una persona de temperamento subversivo. No tiene la preparación mínima para bien gobernar un país como el nuestro. Pero es astuto, audaz, guapo cuando está respaldado por la fuerza bruta o institucional y, en definitiva, un maestro en el arte del disimulo y la mentira. Ejemplos hay a montón.

Él mismo se ha encargado de referir cómo mentía desde que estaba en la Academia Militar, o cuando servía como mediocre oficial activo, o las maromas que ha tenido que hacer antes y después de los golpes de Estado del 92 y para mantenerse en el poder en estos catorce años.

Por lamentables fallas y complejos, no del todo superados, en el mundo democrático venezolano se le dejó correr hasta donde le dieran las fuerzas. La mayoría se cerró sobre su propio mundo en busca de supervivencia frente a la barbarie. Los resultados han sido dramáticos. La peor gestión de la historia.

Nada funciona bien en Venezuela.

Ineficacia y corrupción son señalados por propios y extraños, bajo el amparo de una impunidad jurídica y política que ya es una vergüenza. Las fuerzas se le acabaron. Luce agotado física, mental y éticamente. Campaña limitada, sin ofertas creíbles, sobre la base de la calumnia y el insulto.

Es hora de exigir un debate serio, con reglas claras y definitivas entre Henrique Capriles Radonski y Hugo Chávez. Éste dice que aquel es «la nada». Entonces, ¿a qué le teme Chávez? Habla, insulta, descalifica, ofende a kilómetros de distancia, hace promesas incumplibles y proyecta sus intenciones cuando acusa a la oposición de desconocer los resultados electorales. Resulta que esa «nada» está en el corazón del pueblo. Le quitó la calle. El extraordinario esfuerzo de Capriles, su prudente pero firme mensaje y el acierto de las políticas de la alternativa democrática son garantías de triunfo. Se acerca el final de la entrega comunistoide, de las alianzas abiertas y encubiertas con gobiernos y organizaciones forajidas y la vergüenza de ser señalados como país de primera importancia para crímenes de lesa humanidad, como el narcoterrorismo, la trata de seres humanos y de armas. Los pueblos no votan por agradecimiento ni por el pasado. Votan por la esperanza.

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