El miedo de perder
Una de las encuestadoras más serias y que, me consta personalmente, nunca se ha equivocado en elecciones nacionales desde por lo menos el 2004, está dando una ventaja de dos puntos a favor de Capriles, reflejando un ascenso de cuatro puntos en los últimos meses, mientras el candidato del gobierno se mantiene estancado en lo que parece ser un “techo” insuperable.
La campaña del gobierno ha tomado un rumbo que, en mi opinión, denota claramente nerviosismo y, por vez primera, miedo de perder. Efectivamente el nuevo acento de la campaña chavista no busca ganar nuevos votos para el caudillo, sino deteriorar la posición del adversario. El régimen ha iniciado una guerra sucia, que utiliza el soborno para tratar de que algún personaje de la oposición de segunda o tercera categoría cambie de posición o por lo menos critique a la alternativa democrática. Se falsifican documentos para tratar de convencer al público de que la oposición tiene un programa económico oculto de carácter ultraliberal, totalmente contrario al presentado formalmente. Se forja el correo electrónico de un líder de la oposición, en donde supuestamente admite tener perdidas las elecciones. Se apela a la mentira descarada y se trata de asustar al electorado de que una victoria de Capriles desataría la violencia y el propio candidato del gobierno ha llegado al colmo de afirmar irresponsablemente de que podría desatarse una guerra civil. En realidad, la única violencia que se ha visto hasta el momento es la que pandillas armadas de los llamados “colectivos” chavistas han provocado para impedir y/o hostigar actos de la campaña de Capriles. La actitud de Chávez me recuerda a Mussolini cuando a mediados de los años ’20 del siglo pasado, fomentaba la violencia contra la oposición a través de las “squadracce” armadas del jerarca fascista Farinacci, en una de esas acciones, por cierto, mataron en una golpiza a Giovanni Amendola, secretario general del Partido Liberal italiano y primo hermano de mi abuelo materno. Al mismo tiempo, Mussolini afirmaba, como hace hoy el Comandante, que él era el único que garantizaba la paz en Italia.
El miedo de perder es malo consejero, afortunadamente, Chávez está consciente que una vulgar “patada a la mesa” tendría costos demasiado altos a nivel internacional, particularmente en el hemisferio y ,sobretodo, que la mayoría abrumadora de la Fuerza Armada no avalaría una aventura golpista. Además igual que en los golpes de Estado del 4 de febrero 1992 y del 12 abril del 2002, Chávez no se inmoló combatiendo hasta el final, sino pensó en la “próxima oportunidad”. Al perder las elecciones, Chávez mantendrá una importante cuota de poder en Venezuela, que creará las condiciones para una negociación, como en los casos, “mutatis mutandis”, del Chile de Pinochet en 1989 y la Nicaragua de Ortega en 1990. ¡Hay un camino!