Opinión Nacional

El método del discurso

¿Otra marcha? ¿Y otra? Nada levanta el ánimo como una buena marcha, pero
también al volver a casa muchos se preguntan qué viene después, como si no
les bastará con caminar, sin darse cuenta de que hacerlo es mejor que
ser un
estratega de café con leche.

Las marchas representan un acto de fe en que prevalecerá
la democracia, una comunión entre el este y el oeste de Caracas, una
oportunidad para la creatividad, un desafío compartido: siempre se
ignora qué
espera a los manifestantes: plomo, gas, agua, o nada.

Esta guerra larga no terminará siquiera con la salida
democrática de Hugo Chávez, exige la reconstrucción de un sistema de
partidos
semejante al que tuvo Venezuela en los sesenta.

Los partidos avanzaron con la Mesa de la Unidad pero
todavía le cargan con todas las culpas que corresponden al conjunto de la
sociedad, que se abstiene de organizarse; es decir, de militar en los
partidos y sólo los recuerda para reprocharles estúpidamente la permanencia
de Chávez en el poder. El Gobierno aprieta las tuercas, encajona a la
oposición, quiere alcanzar la hegemonía, cerrar las estaciones de radio
poco
complacientes y controlar los sectores estratégicos de la economía,
aunque en
realidad lo que logre sea arruinarlos. Por primera vez hay apagones
frecuentes en Caracas y las líneas telefónicas comienzan a fallar.

Chávez se jactó en Italia de haber ganado 11 elecciones
seguidas, pero teme lo que ocurrirá en diciembre del próximo año. Ha
modificado la ley electoral para que la primera minoría, el PSUV,
obtenga una
mayoría abrumadora, si la oposición no lograse una unidad perfecta, algo
que
todavía no existe porque no sólo hay una división entre partidos en la
oposición sino también entre estos y sectores de la sociedad. La oposición
real abarca mucho más espacio social que el que ocupan los propios
partidos.

En las grandes ciudades, Chávez pierde las elecciones con
un 10% de diferencia en su contra, pero al sumar los votos de las pequeñas
poblaciones, de estados como Guárico, gana. En estos estados la
oposición no
está presente y carece de medios para difundir su mensaje.

La inflación, el desorden, la arbitrariedad, socavan al
chavismo. El Gobierno vacila en cambiar el sistema cambiario, preserva la
ilusión de un dólar a 2,15 bolívares. ¿Hasta cuándo? La economía amenaza
con
estallar a través del desabastecimiento o de una mayor inflación.

Chávez viajó a una Rusia que ya no existe. Imagina una
alianza semejante a la de Cuba con la Unión Soviética que provocó la crisis
de los cohetes, casi una guerra mundial. Hoy militarmente a Moscú le costó
derrotar a Georgia y ahora se limitará a venderle tanques y aviones a
Chávez,
quien busca un escenario en Siria y en Teherán. Su antiimperialismo no
encaja
frente a Obama, a quien que apoyan 70% de los europeos.

Chávez necesita a los rusos, a los franceses y a los
españoles, a las grandes multinacionales para aumentar la producción de
petróleo. Repsol descubrió en Venezuela un gigantesco campo de gas.

Cualquier
día, Chávez le pide a Exxon que vuelva.

¿Y las marchas? Las marchas son un medio, no un fin.

Benefician a las zapaterías, disminuyen la barriga, muestran la volubilidad
del Gobierno al reprimir.

Contra la unidad de la oposición conspiran los
francotiradores que disparan por la espalda contra los líderes de la
oposición, los intrigantes, y el propio Chávez. No es fácil. Sigan
marchando.

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