El médico del tiempo
Entonces, cada día se nos hace más difícil encontrar operarios y lograr los mejores resultados y servicios.
También, la evolución de las industrias, hace que algunas profesiones pierdan vigencia.
La medición del tiempo ha sido toda una bella historia y aventura a lo largo de los siglos. Ya nos decía el gran cantante Pedro Vargas: “Sabia virtud de conocer el tiempo…”. En los comienzos, apenas distinguíamos el día de la noche por la presencia de la iluminación solar, así la circunvalación de la Tierra alrededor del Sol se nos presentaba en dos tiempos día y noche.
La inteligencia del hombre hizo que empezara a medirlo con una varita, seguramente arrancada de algún árbol y con su variación y longitud comenzara a medir el tiempo. Mentes más ordenadas diseñaron el reloj de sol dividiendo la separación del trazo de la aparición de la sombra con el amanecer y su desaparición con el ocaso. Recordamos el reloj de sol que había en el Mercado de San Jacinto. Ya en la antigüedad, quizás en Egipto, se construyeron las primeras clepsidras y los relojes de arena. Estos se diseñaron para medir lapsos. Hoy, los últimos se utilizan en las competencias de ajedrez para acotar el tiempo de ejecución de una jugada.
La rueda dentada fue fundamental para el diseño y construcción de los primeros relojes mecánicos. Se atribuye al monje benedictino Gerberto, que luego fue el Papa Silvestre II, la construcción del primer reloj cuya energía provenía de grandes pesas. Alemania ha sido importante productor de este tipo de relojes y en la Colonia Tovar también se construyen y comercializan. En casa, desde que nuestro querido suegro Jacinto Gutiérrez saludó al mundo, tenemos el que trajo de Alemania, a principios del siglo XX, su suegro, el singular venezolano Alfredo Jahn.
Para cuidarlo, ya en casa de los Gutiérrez y ahora en la nuestra, viene con alguna regularidad un monje de los muy pocos que quedan en Venezuela, que ha dedicado su vida a cuidar relojes de péndulo y similares.
Atiende al nombre de Ángel Delgado Fuente y vio la luz de la vida en Oviedo, provincia de Asturias de la Madre Patria el 25 de julio de 1941. Vino a Venezuela el 11 de noviembre de 1959 en el vapor “Ascania” donde vinieron muchos abigarrados contingentes de inmigrantes europeos.
Sus primeros pasos en el mundo de la relojería los dio a la vera de un operario portugués en el Edificio La Francia en la esquina de Monjas. Se ocupaba de la reparación de relojes de pulsera. Con los avances de este tipo de relojes, la profesión cambió y él se dedicó a mantener y cuidar relojes mecánicos de péndulos y similares.
En 1965 contrae matrimonio con una gallega, Rosario Soto y han traído a Venezuela tres niñas: Karina (39) que hoy es administradora y vive en Fuerteventura, Islas Canarias, Karen (37) que se ha residenciado en México y Katerin (30) que es abogado especializada en Recursos Humanos y es la única que se mantiene en el país.
La periodicidad de sus visitas a casa, a partir de 1999, es de aproximadamente tres años. Él, lleva cuidadosa relación de las fechas y actividades realizadas. Hoy es parte de los afectos de casa.
Con su esposa, siguen viviendo en la parroquia Candelaria que ha sido estupenda zona de residencia de quienes vinieron de España y donde se le ofrecen tributos a esa advocación de la Virgen María.
En Caracas existe un número importante de relojes mecánicos de valor. El más antiguo, de acuerdo con su opinión, es un reloj francés que debe datar de unos doscientos años. Por razones evidentes, como buen profesional, omite los nombres de sus casi doscientos clientes, solo pudimos conocer, porque no los atiende, que en Miraflores hay tres estupendos relojes que seguramente fueron traídos por Cipriano Castro y en La Casona, debe haber seis de distintas épocas. Todos necesitan atención.
Destacar profesionales dedicados y honestos, de actividades en peligro de desaparición, es importante para nosotros y pensamos que para la Nación.
