El mayúsculo allá, el minúscola acá
En los tiempos de mi General Gómez los mamadores de gallo caraqueños, los sempiternos capitalinos jodedores del parque, acuñaron el término Minúsculo para referirse a los presidentes títeres – verdaderos testaferros del Caudillo andino de turno – que hacían, entre el calor y el polvo del camino, el pesado viaje que los llevaba de Caracas a Maracay para ejecutar el besamanos correspondiente y recibir las inequívocas e incuestionables órdenes que les daba en la Ciudad Jardín Juan Vicente Gómez , el Mayúsculo.
Caravanas de coches negros recorrían el agreste camino cargados de fieles seguidores del general, vestidos con palto levita y botines oscuros de ocasión. Sudorosos y perfumados llegaban a la verdadera Casa de Gobierno para esperar atentos y jubilosos las órdenes del Benemérito. En esos coches azabaches se trasladaron José Ramón Ayala, Victorino Márquez Bustillos, Juan Bautista Pérez, Víctor Rodríguez, Emilio Constantino Guerrero, José Gil Fortoul y muchos otros acólitos de El Bagre para testimoniarle su respeto y admiración, y recibir expectantes instrucciones y bendiciones. ¡Nada se movía si no lo había aprobado el Mayúsculo caudillo tachirense!
En pleno siglo XXI venezolano las cosas no han cambiado sino de formas y estilo, los viajes del actual Minúsculo designado – porque el otro está de reposo médico en casa del Mayúsculo – son cada vez más frecuentes. ¡Ni de vaina! el Minúsculo de zarzuela toma una decisión sin consultarla con el Binomio de Oro caribeño.
No viaja solo el Minúsculo – ahora lóbrego civil y no verdirojo milico – , lleva consigo a toda la familia golillera, a unos pocos voceros hábiles en no decir nada, a sus más inmediatos aduladores, a un ejército de cámaras y reporteros, y cinco Blackberrys en las manos. Allá lo espera, – acompañado de su hermanito menor – el barbudo Mayúsculo, frotándose las manos de codicia cada vez que el avión de su nuevo y manipulado Minúsculo aterriza en el aeropuerto de la Revolución, cargado de convenios y divisas.
El nuevo Minúsculo nuestro baja torpe y radiante las escaleras del avión presidencial, besa la Tierra Prometida, antes arrodillarse ante el barbudo Mayúsculo para que éste lo reconozca como su único y exclusivo Ungido.
¡Viva el Barbudo Mayúsculo Caribeño!
¡Larga vida al Minúsculo reelecto!
¡VENCEREMOS!