El Mayo Venezolano
(%=Image(6879987,»L»)%) Estaba cantado, pero ni Chávez, ni las salas situacionales, ni los asesores extranjeros, ni los organismos de inteligencia fueron capaces de percibir la explosiva movilización política que seguiría al cierre ilegal de RCTV.
Terremoto cuyas réplicas se sentían al momento de escribir estas notas a lo largo y ancho de la tierra venezolana, ya arrojaba un lamentable saldo de decenas de estudiantes heridos y le gritaba al mundo que el proceso autocrático, totalitario y colectivista que encabeza Hugo Chávez, se encontró con un país que no se dejará arrebatar la libertad, la pluralidad, la democracia y el estado de derecho.
Y que nos obliga a evocar y cruzar dos imágenes emblemáticas de las conmociones políticas y sociales de los últimos 40 años, el florido mes de mayo con otro torrente de estudiantes que se lanza a la calle a darle vuelta al orden establecido, dando origen a un nuevo vástago del universo simbólico con que las luchas por la libertad parecen pasar por el mundo: el Mayo Venezolano.
No parecía así hace 5 meses, cuando después de ganar las elecciones del 3 de diciembre, los venezolanos esperaron que Chávez se sentara a gobernar, regularizara las relaciones entre la oposición y el gobierno, acometiera la tarea urgente e ingente de combatir la inseguridad personal, mejorara los servicios públicos y pusiera fin a la extremada corrupción que corroe al estado y ha terminado siendo el sello más característico de una “revolución” donde el despilfarro, las comisiones ilegales, la desaparición de bienes públicos y la apropiación indebida pura y simple hace estragos en las finanzas públicas.
Es de sobra conocido y comentado en medios nacionales e internacionales que en Venezuela ha nacido una casta “revolucionaria” con una voracidad sin límites por la riqueza fácil, que funcionarios de todos los niveles que nunca demostraron tener otros bienes que los que les procuraba su trabajo y profesiones, emergieron de repente como magnates con cuentas de hasta 10 cifras en bolívares y bienes que van desde mansiones, hasta carros super lujosos y aviones privados.
Y era contra este flagelo que ya había figurado entre las causas de la caída de la llamada Cuarta República, que se esperaba que actuara el presidente Chávez, como parte de un conjunto de políticas que interpretara el deseo de los venezolanos de vivir honestamente, en paz, libertad, y bienestar.
El presidente decidió, por el contrario, que era la oportunidad de profundizar el delirio que llama “revolución” y pasó, consecuentemente, a anunciar la creación de un partido único, a invitar a los militares que no compartían sus propósitos a abandonar la FAN, a amenazar con ponerle fin a la descentralización y a decretar la estatización de una serie de empresas privadas en un retroceso gigantesco del esfuerzo porque Venezuela tuviera servicios más eficientes y asequibles.
Pero lo peor fue el anuncio de que no sería renovada la concesión que durante 53 años se le autorizó el grupo IBC para que operara la señal de RCTV y que, en consecuencia, el canal cerraría sus puertas y sería sustituido por un nuevo canal estatal, TVES.
Demás está decir que contra RCTV, sus trabajadores, sus propietarios y en particular, contra su director, Marcel Granier, se tejieron todo tipo de acusaciones, llegando al extremo de fraguar en connivencia con la Sala Constitucional del TSJ una sentencia por la que los equipos de la estación le fueron literalmente robados.
O sea, toda una decisión de estado, que como muchas de las decisiones del estado, se pensó se impondría por la fuerza del interés de Chávez y, aparte de alguna que otra manifestación, no generaría más consecuencias.
El presidente, por el contrario, ha visto desde el pasado sábado el regreso de las manifestaciones de calle que no se veían desde el 2004 y que, si bien es prematuro determinar cuál será su curso, está claro que dejan escrita la decisión de Venezuela de que no habrá más brazos cruzados ante los atropellos que se vienen cometiendo por el solo capricho del mandamás.
Y es que tanto Chávez, como su partido, asesores políticos y expertos de inteligencia se olvidaron de algo muy sencillo: la libertad de expresión es un bien tangible que una sociedad percibe, toca y siente cada día, hora, minuto y segundo, según prende un televisor, oye una radio, o lee un impreso donde se encuentran opiniones diversas.
De ahí que la pérdida de un medio es la sensación física de que se pierde la libertad y ante semejante desgracia no queda otra alternativa que luchar.
Mensaje que prende sobre todo entre los jóvenes que ven su futuro incautado, como que, apaciguándose ante la vesania del dictador, no ven otro destino que el ser un ente pasivo ante un sistema y un caudillo que se toma el abuso de pensar, actuar y elegir por ellos.
Raya amarilla entonces que sitúa a los ciudadanos ante la libertad o la esclavitud, la dignidad o la indignidad, la verdad o la mentira, la sinceridad o la hipocresía.
Y, como están demostrando los estudiantes del Mayo Venezolano, la elección no deja dudas