Opinión Nacional

El “marxismo” bolivariano de Chávez

El día Sábado 19 de Diciembre será una fecha “histórica” en los anales de la Historia Repúblicana de Venezuela: ese día el Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, consecuente con su obsesión neocaudillista y de inocultable vocación autocrática-totalitaria, se declaró un revolucionario de filiación “marxista”.

Evidentemente, a quienes conocemos de cerca los coqueteos seudoideológicos del “hijo político” de Fidel Castro, no nos sorprendió en absoluto tal declaración de fe; pues es de larga y dilatada data sus “flirsteos” con los “cantos de sirenas” de las consignas y bambalinas de la más rancia pretensión del fascismo totalitario de la izquierda tradicional, anacrónica y “demodé”.

Algunos “compatriotas” venezolanos, con el perdón de tan prostituido término, ya comienzan a susurrar –sotto voce- y otras veces no tan en voz baja, que “el comandante ya no halla en qué palo ahorcarse”. Un día amanece rezando el “Padre nuestro que estás en la Habana, santificado sea tu nombre”, otro, salta desde las lejanas tierras chinas montado en una bicicleta, autoproclamándose rimbombantemente “maoísta” (léase seguidor de las ideas de Mao Tsé Dong, otro día; de acuerdo con su volátil e inestable estructura caracterológica, se dice –no tenemos razones por qué dudarlo- discípulo de Gandhi y, sin que transcurran ni siquiera 24 horas, echando espumas por la boca se reivindica fiel seguidor del finado Manuel Marulanda, alias “Tirofijo” y del difunto comandante Raúl Reyes.

El Presidente es la más viva representación de esa “boutade” casualmente

salida de una de las tantas ocurrencias y desatinos del barbudo de Tréveris que dice: “La Historia se repite la primera vez como tragedia y la segunda como comedia o farsa”. Acaso puede imaginarse el lector un batiburrillo gubernamental más farsesco que la desternillante “revolución bolivarera” que padece nuestro país desde hace un poco más de una década.

Es extremadamente obvio pero no por ello hay que dejar de recalcarlo: el “marxismo” de Chávez es una “melange”indigesta y tóxica que ni siquiera sus más cercanos “colaboradores” es capaz de asumir con un mínimo de seriedad. El insolente “affaire bancario” que explotó en al rostro del país decente y digno que trabaja para tratar de “sacar adelante a su familia” en medio de zozobras, angustias y penalidades, es el vivo ejemplo del “marxismo” estatocrático preconizado por la neoburguesía financiera que amasó pingues fortunas a la sombra del gran Moloch bolivariano.

Viéndolo bien, con el mínimo de “cabeza caliente” posible, siempre cabe la pregunta: ¿Qué diablos le importa al venezolano común y corriente si Chávez se declara “marxista” o lo que fuere si, como dice Milán Kundera: “La vida está en otra parte”?

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