El maridaje del Gobierno con el PSUV
En el triunfo de Hugo Chávez el 7-0 operó un factor clave subestimado, o desestimado, por la oposición: el maridaje entre el Gobierno y el PSUV. Esta fusión le confirió al partido oficialista una inmensa masa de recursos financieros y una enorme capacidad de movilización y acarreo, que terminaron por darle aún mayor ventaja al comandante.
Ahora la oposición está padeciendo los efectos de que en la Constitución se haya eliminado el financiamiento público de los partidos políticos, disposición ampliamente celebrada por los agentes de la antipolítica. Esa norma dejó sin recursos a las organizaciones opositoras y colocó toda la Hacienda pública en manos del partido bolivariano, agrupación que dispone a su antojo de los dineros de PDVSA, el SENIAT y el FONDEN. De cada bolívar que pagan los venezolanos en impuestos o ingresan al Fisco por la venta de petróleo, una parte va a parar a las arcas del partido oficialista sin que exista ningún tipo de control.
El “carisma” de Chávez y su “conexión afectiva” con la gente están apuntalados por esa poderosa correa de transmisión que es el PSUV, engrasada con el dinero de todos los venezolanos. El partido del régimen maneja los datos que le permiten saber dónde vive cada votante, quién ha votado y quién no. Cuenta con abundantes recursos financieros y logísticos para movilizar a cada ciudadano hasta su centro de votación y, si fuese el caso, pagarle, amenazarle o chantajearle, especialmente si es beneficiario de alguna misión. Hasta en el pueblo más remoto disfruta del apoyo gubernamental.
El PSUV ha sido un instrumento esencial en la construcción del Estado clientelar chavista. Los beneficios recibidos por la gente a través de los programas sociales, se asocian al caudillo y a su brazo organizativo y político: el partido rojo. La agrupación cuenta con la data de todas las misiones. Las personas empadronadas por la Misión Vivienda, los pensionados y jubilados de organismos públicos, los estudiantes de las universidades bolivarianas, los pacientes de Barrio Adentro, están en listas a disposición del partido oficial. Esta información privilegiada permite saber dónde se encuentra cada venezolano que forma parte de las misiones. De allí, a contactarlo y presionarlo para que vote a favor del comandante apenas hay un paso.
La gigantesca capacidad de movilización del PSUV es incomparablemente superior a la de todos los partidos que integran la MUD. Jamás AD o COPEI tuvieron su músculo económico, pues nunca lograron una integración total con el Gobierno. Quien más lejos llegó fue Lusinchi, pero sus avances palidecen ante los logros de Chávez. Ambas organizaciones mantuvieron el respeto por algunas normas básicas. En el país, aunque con fallas, funcionaban instituciones como la Contraloría y el Congreso Nacional, que exigían la rendición de cuentas e impedían los abusos desmedidos del partido gobernante. Este pudor desapareció con el advenimiento del chavismo. Desde 1999 imperan los excesos más impúdicos, al igual que en la Rusia soviética, los países de Europa Oriental y Cuba, donde no se trazaba ninguna frontera que separara el Estado del Partido. Esta práctica se inscribe en la tradición leninista-stalinista de los regímenes comunistas.
El Gobierno no ha empoderado a los pobres para que superen esa condición, solo les transfiere dinero y especies, o les suministra algunos servicios, con el fin de que se mantengan en ese estado. Al chavismo no le interesa levantar una sociedad de clases medias con autonomía frente al Gobierno. Lo que busca es atenuar la pobreza para que el desvalido se sienta agradecido y en deuda con el autócrata. El PSUV necesita pedirles el voto a los pobres y que estos se vean obligados a dárselo. Esta relación patológica se monta sobre un chantaje emocional que el oficialismo enfatiza e incrementa mediante el control.
La campaña de Capriles fue extraordinaria. Tuvo ribetes heroicos, pero la oposición no pudo contrarrestar la acción de un Estado clientelar, conducido por un líder populista sin contrapesos institucionales y apoyado en una maquinaria partidista engrasada con el dinero de todos los venezolanos.
En futuras elecciones habrá que denunciar y combatir este aspecto del ventajismo oficial para eliminar sus efectos perniciosos.