El libro rojo de Chávez
No debe haber sido coincidencia que el Libro Rojo en el que aparecían las
sentencias y pensamientos de Mao Zedong, seguidos al pie de la letra por
centenares de millones de chinos y por unos cuantos extranjeros adictos al
“Gran Timonel”; apareciera y se difundiera al mismo tiempo que China padecía
una de sus mayores y más terroríficas catástrofes: la revolución cultural.
Tampoco es coincidencia que la revolución educativa chavista se pretenda
imponer conjuntamente con una nueva constitución que, además de permitir la
perpetuación de Chávez en el poder, sienta las bases para la destrucción de
los principios, valores e instituciones fundamentales de cualquier sistema
democrático. Mao proclamó la revolución cultural como la manera de destruir
o liquidar lo que el mismo llamó “los cuatro viejos”: las viejas costumbres,
los viejos hábitos, la vieja cultura y los viejos modos de pensar. La manera
de llevar a cabo esa destrucción era “la persecución y derrota de quienes
detentan el poder y siguen la vía capitalista, la destitución de las
autoridades académicas burguesas y la abolición de su ideología”. Como si
fuera una casualidad, también son cuatro los pilares en que se fundamenta de
la educación revolucionaria, proclamados en cadena radiotelevisiva por el
Máximo Educador de la Nación: aprender a crear según la idea robinsoniana
(de Simón Rodríguez y no de Robinson Crusoe, por si acaso) aprender a
participar y a convivir para que los intereses colectivos estén por encima
de los individuales (suena a Carlitos Marx) aprender a valorar, es decir
transformar la escala de valores capitalistas por otra centrada en el ser
humano (gamelote ideológico de todos los comunismos) aprender a reflexionar
para generar nuevos escenarios y alternativas de acción (vaguedad con todas
las características de ser producida por el Gran Gurú de las vaguedades:
Rigoberto Lanz) Faltó el más importante de todos: aprender a obedecer las
órdenes que emanen del máximo educador, científico, escritor, médico,
agricultor, ganadero, constructor, experto petrolero, guerrero, estratega
militar, estratega político, negociador de la paz, beisbolista, compositor,
cantante, coplero, pintor, crítico de cine, historiador, geógrafo,
antropólogo, sociólogo, psicólogo y consejero sentimental de la República
Bolivariana de Venezuela. Pido perdón por omitir muchos de sus atributos y
conocimientos.
El método que empleó Mao para ejecutar su revolución cultural fue utilizar a
los Guardias rojos, una milicia que se dedicó a perseguir y aniquilar a los
intelectuales y liquidar toda expresión cultural que en su opinión fuese
revisionista, burguesa, capitalista, etcétera. Se destruyeron monumentos
históricos (¡Ayyy estatua de Colón!) se prohibió la música extranjera
incluyendo los autores clásicos y hasta muchas de las óperas chinas. Y se
llevó a la cárcel y al paredón a centenares de miles de maestros y
profesores de todos los niveles. Todo aquel que fuera graduado en educación
media o superior era sospechoso y en consecuencia perseguido. El resultado
fue el entierro de todo el sistema educativo chino.
Además de Simón Bolívar y de su maestro Simón Rodríguez, evidentemente
imprescindibles, el más emérito Profesor de la Patria incorpora como
inspiradores de su revolución educativa a Ezequiel Zamora y al maestro Luis
Beltrán Prieto Figueroa. De esas cuatro figuras egregias de la gran
revolución educativa, quien más llama la atención es Ezequiel Zamora.
Sabemos que era un luchador por la igualdad social, los derechos de los
campesinos, la justa distribución de la tierra y -lo más educativo de todo-
que proclamó la muerte a los godos (oligarcas o escuálidos de la época) Pero
¿cómo podría un bodeguero de Villa de Cura que apenas recibió educación
formal inspirar el modelo educativo del socialismo del siglo XXI? Todo tiene
su explicación: de su amor por el trabajo desplegado en su tienda de
abarrotes vulgo bodega, se deduce que él hubiese deseado la reedición de las
escuelas técnicas lo que haría posible el desarrollo endógeno de proyectos
productivos.
Creo, sin una pizca de ironía, que es lo más importante y digno de destacar
en el proyecto de reeducación de los venezolanos que se propone el chavismo.
Este país clama por plomeros, electricistas, mecánicos de automóviles,
carpinteros y, en general, personas que no necesiten de ningún título
universitario colgado en una pared, para ser útiles a la sociedad y lograr
para sí mismos una posición económica holgada. Mucho más que la de tantos
graduados universitarios hoy desempleados o sub empleados. Pero como la
revolución chavista se ha caracterizado por la compra de conciencias a
cambio de dádivas que estimulan la vagancia y las manos extendidas de la
mendicidad, uno llega a temer que esa exaltación del trabajo como un valor
pueda estar inspirado en la revolución cultural que sumió a China en la
burralidad más absoluta por más de una década: fueron los intelectuales y
maestros acusados de burgueses, revisionistas y capitalistas, quienes eran
enviados a trabajar como esclavos en el campo.
En cuanto al maestro Luis Beltrán Prieto es menester preguntarse cómo es que
un fundador de Acción Democrática, que formó y lideró a centenares de
maestros adecos, que fue el gran ideólogo de la educación que se impartió en
los dos gobiernos de Rómulo Betancourt (1945-47 y 1959-64) y en el de Raúl
Leoni (1964-1969) deviene en icono del chavismo. No creo que haya nada que
agregar a lo que publicó el educador chavista Julio Mosquera en el periódico
digital también chavista, Aporrea, el 11 de agosto de 2005. Bajo el título
de “Prieto Figueroa, pedagogo de la derecha” y después de una serie de
consideraciones según las cuales Prieto siempre fue ideológicamente adeco y
además derechista, Mosquera transcribe una carta enviada por su hijo Luís
Prieto Oliveira, al entonces ministro de Educación Aristóbulo Istúriz de la
que a continuación copio algunos párrafos: «Le advierto, de la manera más
enérgica y categórica, en nombre de Luis Beltrán Prieto y Cecilia Oliveira,
que siempre fueron enemigos de lo que usted hoy representa, que se abstenga
de usar sus nombres y ejecutorias para falsear la verdad y desorientar ha
nuestra juventud. Me consta, porque hablé largamente con él en febrero de
1992 y en fechas posteriores, que mi padre sentía profunda repulsión por
Chávez y sus compañeros sanguinarios y rechazaba el concepto golpista y las
intenciones de quienes querían subvertir el orden y conspirar contra la
democracia. No pongan ustedes en la boca de mi padre cosas que nunca hubiera
dicho, ni lo usen para respaldar acciones que hubiera combatido, como
siempre lo hizo. No confundan la actitud de un humanista y de un político
convencido de que la educación es el camino de la grandeza, con un supuesto
apoyo a sus ideas disociadoras, destinadas a asesinar el espíritu de
nuestros niños y convertirlos en títeres de una dictadura tan cruel y
malvada como el modelo cubano del cual ahora se sienten tan orgullosos.»
La revolución cultural de Mao Zedong fue tan desastrosa que acabó con el régimen
comunista que aquel impuso; el librito rojo quedó como pieza de museo y China se
transformó en el país del mundo en el que impera el más salvaje de los capitalismos.
Del comunismo maoísta solo quedan la represión y la falta de libertades, pero los jerarcas
del régimen cambian de acuerdo con las circunstancias. Ninguno es vitalicio como lo fue
Mao o como lo ha sido Fidel Castro y como pretende serlo el maestro Chávez, no el papá
que de verdad enseñaba en una escuelita rural, sino el hijo que cree serlo en todas las
ciencias inventadas y por inventar.