El librito azul y la boina colorá
Para nuestro peculiar oficialismo, Constitución y revolución son dos caras de la misma moneda. La llamada militancia revolucionaria y el cumplimiento del orden constitucional son inseparables. Lo segundo no se concibe sin lo primero. No hay librito azul sin boina colorá.
No importa que el término «revolución» no aparezca en ninguno de los 350 artículos de la Constitución de 1999, ni en ninguna de sus 17 disposiciones transitorias, ni tampoco en su Preámbulo. No importa que se haya comenzado a utilizar la palabra o el concepto mucho después de realizada la Asamblea Constituyente.
Lo que interesa con ese desorden de ideas es que ser opositor a la revolución también signifique ser opositor a la Constitución. En dos platos: el que no esté con el «proceso» entonces muy probablemente está contra el «estado de Derecho».
Para el señor Chávez y la mayoría de sus voceros, la naturaleza pluralista de la sociedad no se aprecia como un patrimonio de diversidad y convivencia, sino que se la observa y trata como una peligrosa anomalía de la lealtad revolucionaria, vale decir de la regla constitucional.
Oposición se vuelve sinónimo de contrarrevolución y, por tanto, de potencial atentado en contra de la Constitución. De allí que los opositores tiendan a ser etiquetados de golpistas, traidores, terroristas o complotados para subvertir el sistema constitucional.
Del mismo modo, la Constitución no se valora como el instrumento por excelencia para proteger los derechos de los ciudadanos sin discriminación alguna, y en cambio se la concibe como la fuente de legalidad que tiene y sólo tiene la bandería revolucionaria para comandar el Estado y la sociedad.
Entre los que más proclaman su alineación a la supuesta revolución figuran algunos de los nuevos magistrados de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo Justicia, en cuyas manos se encuentra, nada más y nada menos, que la máxima y última interpretación de la letra, espíritu, propósito y razón de la Constitución.
El Gobierno Nacional pasa a ser «gobierno revolucionario». El objetivo del poder judicial es adaptar la justicia a la «revolución». La agenda de la Asamblea es aprobar leyes «revolucionarias». Y la pretendida épica se convierte en farsa porque los ricachones más prósperos son los comprometidos con la «revolución».
La situación de los militares es parecida. Aunque la propia Constitución afirme que no puedan tener militancia política, y en ningún caso estar al servicio de parcialidad política alguna, el rumbo oficial de la FAN lo marca una cosa denominada «doctrina militar de la revolución bolivariana».
Para cumplir y hacer cumplir el librito azul hay que portar la boina colorá. En estos tiempos grotescos, hasta tiene cara de sedicioso el que no la lleve puesta o siquiera la cargue en un bolsillo.