Opinión Nacional

El lecho de procusto

Los mitos griegos están más vivos que nunca en el siglo XXI, el conocerlos, más que entretenernos, nos permite entender lo absurdo de nuestro presente. Procusto -a quien también se le llamó Damastes- era un terrible y sanguinario personaje de la mitología griega, maniático de la uniformidad y de las dimensiones humanas. Le molestaba que los hombres no fuesen todos iguales. No toleraba ni los enanos ni los altos. Él quería imponer la igualdad. Era una especie de comunista utópico de su época y nunca llegó a comprender el viejo proverbio: No se es superior porque se tiene más inteligencia, sino porque se sabe emplearla.

Nos narra el mito que viajero que transitaba los caminos de Eleusis y caía en manos de Procusto era primeramente desvalijado -una primera forma de imponer la igualdad, muy vigente en estas latitudes nuestras- y luego acostado en un catre, que pasó a la historia con el nombre de el «lecho de Procusto». Si el desdichado cabía exactamente en la cama, podría dejar de serlo y retirarse felizmente. Pero si resultaba más «cunene» era dolorosamente estirado hasta alcanzar el tamaño del famoso lecho (en griego antiguo la palabra Prokustes significaba «alargador») y si era más alto, se lo emparejaba serruchándole las piernas, buscando la justa dimensión. Todo terminó cuando Teseo, quien viajaba por ese camino de Atica, fue invitado por Procusto. Al acostarse en el lecho, Teseo se colocó de través, en lugar de hacerlo a lo largo como todo el mundo. Esto desconcertó tanto a Procusto que Teseo pudo atacarle con su espada, partiéndolo en dos mitades exactamente iguales. Procusto se ha convertido en un símbolo de conformismo y uniformización. Una cama o lecho de Procusto es un estándar arbitrario para el que se fuerza una conformidad exacta. Este mito es muy utilizado por distintas ciencias, que lo aplican con el fin de ejemplificar el uso arbitrario, sesgado y autoritario de la información con que se trabaja, en función de aceptar ciertas hipótesis. Por ejemplo, una teoría procustea deforma los hechos para hacerlos encajar, aún forzando su naturaleza, en un cierto patrón ideológico. Esta alegoría se aplica principalmente a aquellos dogmáticos que se empeñan en ajustar de un modo forzado y violento una idea determinada a su propio criterio o a una norma preestablecida. Los estudiosos de estos asuntos nos hablan, por ejemplo, de la Falacia ad hominem: se ataca a la persona en lugar de rebatir sus argumentos. Esto ya es una constante, los ejemplos saltan a la vista; Pero, por más que ataquen, ya la fetidez y la corrupción no sólo de los «containers», sino del despilfarro sin parangón en nuestra Historia Patria pueden ser ocultadas ni que traigan Le Cirque du Soleil; así como también nos hablan de la Falacia ad populum: apelar a las emociones de una multitud. Ya el encanto se acabó, pues ha llegado el momento de dejar de lado esa lamentable polarización que ha fracturado los cimientos de nuestra Nación con la política del rencor, el resentimiento, la ira y el desprecio.

En la actualidad nos encontramos con unos Procustos tropicales que han malinterpretado la esencia de la democracia, al pretender, de manera totalitaria, eliminar las diferencias. Por eso se suele decir el lecho de Procusto, cuando alguien pretende forzar la realidad para que quepa en su modelo ideal. Uno de los significados de esta leyenda apunta a los estrechos límites que obstaculizan cualquier actividad humana. Más específicamente se habla del lecho de Procusto en relación con la inescrupulosa conducta de quienes pretenden acomodar la realidad a la estrechez de sus intereses, y muy particularmente, a la presunción de conducirnos a la perversidad de los dictámenes de un partido único.

Afortunadamente, frente al pensamiento único «procusteano» ya están en las calles, haciendo su labor de Teseo casa por casa, los próximos diputados de la Unidad Nacional que rescatarán la Asamblea Nacional, no cortando en dos tajos a nuestro país, ya de por sí tan fracturado, sino llevando el mensaje alentador, democrático y con verdadera noción de futuro; apuntalando que la igualdad esencial se logra con un verdadero Estado de Derecho, dentro de un esquema democrático con pesos y contrapesos, y respetando y haciendo respetar la diversidad, en noble conformidad con la equidad, considerando que cada persona es única, irrepetible e irremplazable.

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