El ladrón juzga por su condición
No están armados estos jóvenes Guardianes más que de una libreta y un bolígrafo. Pero basta que porten uniforme y muestren un comportamiento ejemplar, para que El Aissami, el encapuchado y tirapiedras de reciente data, los descalifique y pretenda con ello atacar al creador de la estupenda iniciativa, Antonio Ledezma.
Siguiendo la práctica de la lectura equivocada, los funcionarios del régimen siguen el ejemplo que el caudillo dio: radicalizan sus propuestas y aceleran la crisis política que los llevará al abismo. Chávez creyó en el 2006 que los resultados que le dieran su tercera presidencia lo autorizaban a deslastrarse de sus consejeros – se inició el eclipse de José Vicente Rangel – y caerle a mandarriazos a la sociedad civil y a sus medios. Pensó, muy equivocadamente, que la mayoría pergeñada en los laboratorios de su sala situacional, las covachas del G-2 y el rectorado del CNE le permitían liquidar sus alianzas y caerle a saco a RCTV. El resultado está a la vista: se dividi´ço su alianza, provocó el parto del movimiento estudiantil, sufrió una derrota internacional frente a Álvaro Uribe, fue derrotado el 2-D y perdió los gobiernos regionales más importantes y emblemáticos del país en el 2008.
Ni Chávez ni sus secuaces pueden pasar por alto un hecho de gran proyección y trascendencia futura: están perdiendo el respaldo de las zonas más populares del centro del país. Los sectores más conscientes de nuestras barriadas, asediadas por la inseguridad y absolutamente abandonadas a su suerte por un gobierno central que antes de castigar, perseguir y liquidar al hampa la promueve con su propio comportamiento hamponil, comprenden que Chávez lleva el país al desastre. Y le vuelven la espalda.
Sólo la represión y un clientelismo obsceno le permiten al chavismo mantener el agua por encima del pantano en que ya chapotea. De allí la doble política que comienzan a asomar por sus dos costados: el alcalde del municipio Libertador, una vez cumplida su tarea de administrador del fraude y del chanchullo, se vuelve a las barriadas caraqueñas bajo su administración con un saco de real a sus espaldas, a ver si con dádivas y regalías logra lo que ya no puede con la conciencia.
Es un aspecto. El otro, igualmente diseñado por Miraflores, apunta a castigar con todos los medios a alcaldes y gobernadores de la oposición democrática. Ninguno de los líderes opositores se salvará de los ataques del régimen, aunque en el centro de la operación represión y castigo, en la mira de las andanadas del régimen está el alcalde metropolitano Antonio Ledezma, al que ya avizora como el líder indiscutido de la Venezuela del futuro.
A las acciones de Ramón Carrizales, vicepresidente de la república, responsable del montaje de la falsedad y la mentira con que se le impide a Ledezma el acceso a sus oficinas, dependencias y despachos – la misma política que el régimen sigue contra César Pérez Vivas en el Táchira y a Enrique Capriles Radonsky en Miranda, – se suma ahora el ministro El Aissami. No contento con cometer la fechoría de impedir la actuación de las autoridades comiciales, delito tipificado en nuestro código y que debiera no sólo ser asunto del Ministerio Público y de un enjuiciamiento a él y a Carrizales sino llevarlo directamente a la cárcel, las enfila ahora contra los funcionarios de la Alcaldía Metropolitana preparados y encargados del auxilio y la asistencia ciudadanas. Son las muchachas y muchachos educados profesionalmente para ayudar a la comunidad en tareas de comportamiento ciudadano que han recibido el nombre de Guardianes Metropolitanos.
No están armados estos jóvenes caraqueños más que de una libreta y un bolígrafo. Y no tienen ni cumplen otra función que auxiliar a niños y personas mayores, a orientar a turistas y curiosos que se acercan a nuestros centros recreacionales con la voz adecuada y el conocimiento de decretos municipales. Pero basta que porten uniforme y muestren un comportamiento ejemplar, para que El Aissami, el encapuchado y tirapiedras de reciente data, los descalifique y pretenda con ello atacar al creador de la estupenda iniciativa, Antonio Ledezma. ¡Ahora resulta que una inofensiva brigada de funcionarios municipales constituye una policía! Cada ladrón juzga por su condición: para el policía El Aissimi todo ciudadano es un policía. ¡Qué vergüenza este hamponato gubernativo!