El juicio que comenzó ayer
Si Chávez arreció en las últimas semanas los ataques contra Bush y otros altos funcionarios de la administración republicana, no es para provocar un incidente menor que de alguna manera rescate del foso a los candidatos oficialistas para las elecciones de alcaldes y gobernadores de noviembre próximo, sino para descalificar las graves acusaciones que saldrán contra su gobierno en el juicio que ayer se inició en Miami contra los venezolanos Franklin Durán, Carlos Kauffman y Moisés Maiónica y el uruguayo, Rodolfo Wanseele.
Acontecimiento que se originó cuando los enjuiciados fueron detenidos por el FBI en Miami en diciembre del año pasado, y es la primera oportunidad que tiene un tribunal de introducirse en el tejido profundo, en las entrañas de un secreto que Chávez se niega abordar, y aun mencionar, en sus copiosas intervenciones públicas: la corrupción que carcome a la revolución bolivariana.
Y que en este caso será contada por algunos de sus más sobresalientes beneficiarios, tres individuos de clase media que con pocos recursos, pero enormes agallas para hacer fortuna en un proceso de cambio que le abría las puertas a audaces, aventureros y oportunistas, eran el emblema de la nueva clase que los venezolanos han etiquetado como «Boliburguesía».
Un secreto a voces que solo empezó a ser notado cuando las calles de las ciudades de Venezuela, así como los estacionamientos de los ministerios, empresas del Estado y los poderes públicos, empezaron a poblarse de Audi, BMW, Mercedes, Ferrari, Masserati y Hummer, acentuando los contrastes en un gobierno que presuntamente venía a «dignificar» a los pobres, mientras los exponía a ser atropellados por las naves que pasaban a su lado raudas y con vidrios ahumados.
Y no era para menos, ya que buena parte de los felices propietarios eran también revolucionarios que provenientes del sector militar y civil, se presentaban en mitines, marchas, manifestaciones y las cadenas de radio y televisión del presidente, como una suerte de carmelitas descalzas, o herederos de la Madre Teresa de Calcuta que llegaban al gobierno a combatir la corrupción, a vivir como pobres de solemnidad y a no dejarse contaminar por los vicios que promueve la oligarquía y el capitalismo.
Pero eso en cuanto el transporte automotor, ya que en lo que se refiere al aéreo y marítimo, también los hangares de los aeropuertos públicos y privados, así como los muelles y marinas, empezaron a colmarse de aviones y yates que inducían a pensar que una suerte de auge desmesurado del lujo, del derroche y el nuevorriquismo típico de las épocas de alza de los precios del petróleo, había tomado a Venezuela.
Aquí es bueno recordar que Chávez había dado el ejemplo, pues a los pocos meses de asumir la presidencia en febrero de 1999, se apresuró a comprar un avión para su nutrida agenda viajera, que aún hoy es uno de los más caros del mercado (20 millones de dólares), y le permite surcar países y continentes en un virtual hotel 5 estrellas volante.
Lo básico a resaltar, sin embargo, en esta revolución socialista y liberadora de la explotación y el trabajo, es que en sí misma es un portento de auge del peor capitalismo rentista y de un regusto por el lujo y el disfrute de los efluvios sensuales de la vida como quizá no se ha visto en ningún momento de la historia del país y del continente.
Y todo ello ya ha quedado revelado en la sustanciación del juicio que se inició ayer en Miami y contiene revelaciones asombrosas de cómo Durán, Kaufmann y Maiónica hicieron su fortuna con el patrocinio de altos funcionarios del gobierno, de oficiales de la FAN y de gobernadores de estado, que simplemente siguieron la corriente de la corrupción por los beneficios que profusamente les tocaba.
Y de ahí el nerviosismo, la impaciencia y el recrudecimiento de los ataques de Chávez a la administración Bush y a sus altos funcionarios, pues si algo escandaliza a un hipócrita, es que le quiten la careta.