El insólito “poder” del diputado Escarrá
Es difícil entender y mucho menos imaginarnos el objetivo perseguido por un personaje como el diputado Carlos Escarrá. Por conocerlo y haberlo tratado personalmente, creímos haber conocido a un fuerte bastión defensor de la democracia venezolana. Así lo demostraba con sus charlas extramuros y en su cátedra universitaria, donde tuvo un alto prestigio por su manifiesto esfuerzo por sincerar nuestro sistema constitucional. Referencias familiares así nos lo expresaron. Lo tratamos, en el entendido que su teoría manifiesta era la de un versado conocedor del sistema constitucional, ya doctrinariamente sápido, si pudiéramos entrar en lo que más engolosina a cualquier nobel abogado: “La Teoría del Poder del Estado”.
Entre tanto, pareciera que todos los estudiosos del Derecho nos encrespáramos al sentirnos poseedores del conocimiento de los factores del poder, de los derechos humanos y de sus bases de sustentación democrática, que aún con empirismo se comprende que ellos no pueden funcionar dentro de un poder omnímodo, donde sea uno y solo uno el poder. Así de simple.
A Carlos Escarrá lo conocimos cuando en su opinión, un militar no era un ciudadano. Estábamos ya en el régimen de Chávez y para él un militar era un venezolano con capitis diminutio, es decir, un vulgar eunuco político que tenía que seguir las pautas enunciadas en la Constitución y en la ley derivada de ella. Entonces era imposible descifrar su complicada fruición sobre el Poder. En una polémica televisada con quien escribe, no soportó que se le dijera que al interlocutor lo llamaban “Ciudadano General de División”, cuando a él solo le decían Carlos Escarrá. ¡Qué humilde¡ así perdió el debate. Pero lo sorprendente e insólito es que pocos años después de haber torcido su rumbo en el TSJ, donde perdió la visión de la ecuanimidad y el sentido del servicio ciudadano, hoy a la deriva como tuerto en un enjambre de ciegos en la AN, es un “militar” quien le inspira para enfrentar a Montesquiev y todos los teóricos de quienes surgió la teoría de la “Separación de Poderes” y su autonomía.
Bien es cierto que hoy se habla de un solo Poder del Estado, pero nunca se le ha consolidado como uno solo, sino que se mantiene su división en “Ramas del Poder Público”, que lo único que hacen es consolidar la Unidad del Estado, pero no dan a la rama Ejecutiva, ni a ninguna otra rama, la potestad inconfundible de rector y director expreso, como han propuesto la AN y el TSJ, quienes se subyugan al “mando militar” del “Comandante Presidente”, siguiendo la triste historia de Cuba y la fracasada Revolución Bolchevique, cuando pareciera ser nada mas de 80 años de experiencia a los “revolucionarios” justificados por el Diputado Escarrá.
Sobre el tema han debatido los sociólogos, ya que no es un problema jurídico como quiere hacerse ver. Para ellos, el poder es de naturaleza constructiva o permisiva, por lo que avizoran que este puede ser visto como un conjunto de formas de constreñir la acción humana, pero también, como lo que permite que la acción sea posible, al menos en una cierta medida. Gran parte de los teóricos ven al poder como «una compleja situación estratégica en una determinada sociedad». Siendo de esta manera puramente estructural, su concepto involucra tanto las características de constricción como de facilitación. Pero para la mayoría de ellos, la sociedad moderna está amenazada por el fenómeno creciente de la concentración del poder dentro de las organizaciones y han advertido que en las organizaciones modernas, tanto privadas como estatales se tiende a quedar bajo el control de reducidos, pero poderosos grupos políticos o financieros; y aunque los líderes son elegidos democráticamente, con la mejor intención, por las dos partes, se observa una tendencia a integrarse en élites del poder que se preocupan básicamente por la defensa de sus propios intereses y posiciones a toda costa. En otras palabras podría decirse que en la actualidad corremos el peligro de que las élites del poder, hoy en Venezuela todas “revolucionarias” nacidas en la sociedad a través de procedimientos legítimos, entran en un proceso mediante el cual el poder aumenta y se perpetua a sí mismo retroalimentándose y produciendo, por tanto, más poder. Pareciera esta ser la tesis del diputado Escarrá.
No obstante, ha surgido en la sociología un tipo de poder que se asemeja al propuesto por el PSUV, es el Poder de Coacción, el cual se basa en la capacidad para imponer castigos por parte de quien lo ostenta. Puede asimilarse a la capacidad de eliminar o no dar recompensas y tiene su fuente en el deseo de quien se somete a él, de obtener recompensas con valor, pero bajo la forma negativa del temor a perderlas. Es el miedo lo que, en último término, asegura la efectividad de ese tipo de poder. Pero podemos alegrarnos, porque el poder de coacción, tiende a ser la menos efectiva de todas las formas de poder, al generar resentimiento y resistencia. Es lo que vivimos y oponemos. El 26 de septiembre se decidirá.