El hombre de la inteligencia
El camino hacia la excelencia pasa por cambiar los paradigmas de conformismo, “pobrecitismo” y “masquesuficientismo” que nos han azotado inmisericordemente. El Sistema de Orquestas es una de esas instituciones que día a día se abre camino con paso firme a través de la jungla de la ordinariez, la zafiedad y el oscurantismo. Espero que perdure en el tiempo y que cada vez se incorporen más niños y jóvenes, pues significa la redención de la sociedad a través de la música.
En Venezuela tuvimos también la iniciativa de convertir al Estado en el promotor del desarrollo de la inteligencia humana, gracias a las ideas de ese gran visionario que es Luis Alberto Machado. Lástima que esa política de Estado no sobrevivió más allá del gobierno de Luis Herrera Campíns. Jaime Lusinchi no entendió la trascendencia del proyecto y de un plumazo lo eliminó. Pero hoy en día, decenas de miles de venezolanos que participaron en los programas del doctor Machado saben de primera mano que la estimulación temprana, la enseñanza de técnicas para aprender cualquier disciplina y la metodización de todos los procesos de enseñanza desarrollan la inteligencia.
El Presidente Herrera Campíns, en un acto que en un principio muchos calificaron como una travesura, pero que innegablemente tuvo mucho de audacia, entendió la trascendencia de las ideas de Machado y creó un ministerio ad hoc. Los primeros seis meses de vida del ministerio y su flamante ministro hubo un diluvio de burlas y vituperios. Machado ha confesado en diversas oportunidades que en ese tiempo se publicaba un promedio de siete artículos diarios en su contra, en ocasiones tres en la misma página. Eso lo reconocerá la historia.
Pero las cosas comenzaron a cambiar: en 1979, Luis Alberto Machado contó con el apoyo de José Antonio Abreu para demostrar la validez y pertinencia de sus teorías. Muchos recuerdan cómo en pocos meses, un grupo de niños entre quienes se encontraban indios de la etnia pemón y dos de las hijas del doctor Machado (que tenían en común que jamás habían estudiado música) tocaron uno de los movimientos de la IX Sinfonía de Beethoven.
“Ni la raza, ni la herencia, ni el sexo, ni la edad, determinan la capacidad intelectual de un ser humano”. ¡Qué esperanzador es creer que no nacimos determinados por nada y que podemos volar tan alto como queramos, solo si aprendemos cómo volar!
“No existe ninguna característica que sea propia de los genios… No hay ningún misterio insondable en la inteligencia del genio. Ni su mente es un santuario que no se pueda violar. Se trata sencillamente de un hombre que ha adquirido la facilidad de relacionar”.
El entusiasmo que Luis Alberto Machado pone en cada conferencia es contagiante. Su fe en la trascendencia de su propuesta conmueve. La energía que emana de él, activa a multitudes. Lo sé porque tengo la fortuna de haberlo acompañado muchas veces. Lo sé porque tengo el honor de ser su amiga, su alumna, una hija más.
Cuando Luis Alberto Machado -ese sempiterno optimista- comenzó con la cruzada que ha ocupado toda su vida desde entonces, hubo entusiastas apoyos, pero también acérrimas críticas. En la UCV del tristemente célebre Edmundo Chirinos estuvo a punto de ser linchado por una multitud enardecida.
Con el tiempo, hay consenso en que el proyecto que abrazó la Universidad de Harvard, que aplican en China, Corea del Sur, Israel, Costa Rica, Chile y en tantos otros lugares, es una esperanza cierta en la realización de las utopías.
Luis Alberto Machado merece todos los honores. Vaya este, mi humilde homenaje, al genio que ha dedicado su vida y demostrado con su vida que todos –si queremos- también podemos llegar a serlo.