El gol de Mandela
El mundial de Sudáfrica es una muestra de la posibilidad que tiene la política para cambiar las cosas. La impecable organización y los magníficos estadios hablan de la recuperación de un país que hasta hace pocos años estaba al borde de la guerra civil y en el atraso.
En Sudáfrica imperaba el sistema llamado apartheid, “separación” en lengua afrikaans, que se oponía a la asimilación de las razas y de los diversos niveles de civilización y buscaba el mantenimiento de las diferencias entre los diferentes grupos para impedir la integración.
Allí gobernaba la minoría blanca con las prerrogativas más injustas que se puedan imaginar, sometiendo a la mayoría negra con el pretexto del color de la piel. (¿Cómo llamarían, para diferenciarlos, los políticamente correctos de aquí a los blancos y a los negros sudafricanos, ambos “afrodescendientes”?). Ese régimen llamado apartheid declaraba a los no blancos ciudadanos de tercera categoría, impedidos para el ejercicio de sus derechos humanos, excluidos de las responsabilidades de gobierno.
La comunidad internacional tomó medidas contra el apartheid, ya fuera mediante el embargo económico, suprimiendo las relaciones diplomáticas y hasta excluyendo a ese país de las competencias deportivas. El último presidente blanco, Frederik de Klerk, se vio obligado a negociar para derogar el cruel régimen. Después de décadas de lucha, la mayoría negra movilizada, con un líder heroico como Nelson Mandela, preso durante largos 27 años, pudo hacer posible la reconciliación.
No se crea que Mandela fue siempre un jefe político moderado y pacífico: en algunos momentos apeló a la violencia. Luego entendió que la violencia podría generar más conflictos que los que pensaba resolver. Que la tierra arrasada no sería buena para nadie y que ir contra toda la herencia cultural occidental haría imposible la creación de una nación igualitaria y próspera.
Debido al hipnotizante desempeño de las estrellas y los equipos, ha pasado desapercibido para los venezolanos este verdadero milagro de la política. Que hayan conseguido los sudafricanos llegar al fin de la polarización extrema, habla de las posibilidades de la política para encauzar la vida en común en un continente tan complejo y sufrido.
Estimados lectores, estarán de acuerdo conmigo en que no ha sido el comunismo ni su versión más cercana, el socialismo castrista del siglo XXI, el responsable de tan maravilloso cambio en Sudáfrica. Más allá del fastidio de las vuvuzelas, de los errores arbitrales y la terquedad de la FIFA para no permitir el apoyo tecnológico en las decisiones del juego, nos podemos acercar a la experiencia surafricana como un vivo ejemplo de lo que puede lograr la política cuando se practica con inteligencia y verdadero patriotismo.