Opinión Nacional

El gobierno se tambalea

Diariamente se suscitan protestas de distinta índole, aunque todavía haya personas que esperen las soluciones de parte de Chávez y de sus ineptos colaboradores. La torpeza es tanta que el problema eléctrico y la inseguridad semanalmente baten sus propios récords en ineficacia. El régimen se tambalea y todo pareciera que por inercia esta dirigido hacia su derrumbe.

Las protestas en la generalidad de los casos no obedecen a una dirección política, son fugaces y de carácter local pero se van agrandando en la misma proporción en que no hallan respuestas, y seguramente no las lograrán en el corto plazo. Viviendas, luz, seguridad e inflación no se satisfacen con los métodos chavistas, ni con una economía de puertos materializada a lo largo de trece años.

La destrucción del aparato productivo es un hecho consumado, la producción nacional merma a cotas trágicas, ni siquiera el sorgo plantarán los productores del campo en la inmediata cosecha. Así va acabándose todo y se vacían los estantes de los mercados, rellenándoles de productos importados y ahora con la peculiaridad de traer rótulos chinos. Comida escasa y vieja para el pueblo es lo que queda en sus redes de distribución, ya no tienen propaganda ni de los Mercal porque no poseen mercancías para vender.

El pueblo tiene hambre situación asaz peligrosa, y regularmente se superan la cantidad de muertos diezmados por el hampa. La luz se apagó y no parece que volverá a brillar como antes, los arreglos no se ven cercanos y los racionamientos se convirtieron en un vicio. La represión se hace presente con multas casi impagables, mientras la gente manifiesta como lo hicieron en Margarita con rabia y desesperación.

Venezuela es un polvorín no por obra y gracia de una fuerza desestabilizadora sino por la incapacidad de su gobierno, y concretamente de su cabecilla. No es suficiente con creer en el poder de las palabras para que aparezcan las casas, ni trasladándoles las culpas a sus desdichados ministros. El desastre amontonado en trece años es mayor a lo que la gente se imagina, no vendrán tiempos mejores aunque la “oposición” siga apagada, el régimen está encaminado a su autodestrucción.

Entretanto, el oficialismo aumenta el gasto público que no se traduce ni en inversión ni en trabajo, pero siempre el venezolano “zahorí” espera un repunte de la economía, el regreso de los negocios y comisiones. El desgaste es tanto que no hay misiones que inventar, se extinguió esa peculiar iniciativa de Chávez que lo sostuvo años embelesando a sus seguidores y afines; llegó la hora de las concreciones y el pueblo quiere estabilidad, nada de refugios ni de damnificados. Viene diciembre y las casas no se edificarán más allá de las maquetas.

Las ilusiones monetarias no consuelan, ya el petróleo no hace milagros como al comienzo. Apenas habló de oro y éste comenzó a bajar su precio en los mercados internacionales, es como una imprecación que actúa contra los venezolanos y contra su propia integridad. No basta con ojear a Deepak Chopra y a Anthony de Mello, remachando sus aforismos cada vez que le hagan una curación.

Todo el poder está enfermo y eso lo sufrimos los ciudadanos; así debemos entenderlo para que juntos podamos reconquistar a la Venezuela sojuzgada. No esperemos a que la debacle llegue espontáneamente, ni creamos en soluciones mágicas que ensombrecerán más el panorama, arrastrando superiores reclamos y angustias cuando no puedan cumplir. Es tiempo de actuar unidos disidencia y oficialistas, y empezar una reconstrucción que llevará años y amplias energías

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