El Factor Petkoff
El excurso de Teodoro Petkoff fuera de la sala de redacción de “Tal Cual” duró aproximadamente noventa días.
Desde los tiempos de “las grandes marchas”, cuando se logró movilizar a vastos sectores de masa opositora, estos tres meses–aun sin ser tan “multitudinarios”– han sido quizá los noventa días más provechosos para la hasta ahora desconcertada oposición política.
Al cabo de esos noventa días, por vez primera en mucho tiempo, se ha impuesto un genuino criterio político en el diseño de lo que, con mucha maña y decisión, podría ser el comienzo de una recuperación estratégica de la oposición política frente a Chávez y las fuerzas que lo apoyan.
La política, entendida como un oficio noble y específico, con leyes que le son propias y sujetos que se reconocen entre sí como pares para concertar con serenidad y discreción ––sobre todo discreción––sus acciones, ha triunfado sobre la frivolidad mediática que pretendía darle una solución “técnica”, “transparente” y “participativa” a lo que, en rigor, siempre fue un problema político –la escogencia de un candidato único de oposición–; esto es, un problema a resolver entre profesionales dolientes de la política, durante agotadoras sesiones necesariamente privadas, y no entre profetas de lo no gubernamental convertidos en estrellas de la televisión por las gerencias de programación de un canal de noticias.
La política y los políticos de raza han regresado, ¡al fin!, de nuevo al escenario y, a menos que Manuel Rosales y Julio Borges sorpresivamente nos resulten un par de huevones con guantes de mantequilla y bates de casabe– ¡que no lo son!–, puede decirse con muy razonable optimismo que se trata del principio del comienzo de la recuperación de la iniciativa opositora frente a Chávez.
Tienen Rosales y Borges todavía frente a ellos enemigos formidables que no son solamente Hugo Chávez y su regadera de dólares, sino la abstención y el desánimo generales ante unas elecciones que las mayorías aún perciben como un despeñadero, sumados a la fatídica prédica de los voceros abstencionistas que, sobre todo en medios radioeléctricos, hará lo suyo para mostrar a Rosales y Borges como un par de colaboracionistas comparsas del gobierno.
Pero , sin duda, el logro de una candidatura única de oposición, formulada muy sensata y promisoriamente en el “ticket” unitario Rosales–Borges , y que esta haya cristalizado sin necesidad de unirse a esa expedición del “Falke” que habrían sido las elecciones primarias de haberse llevado a cabo, no es un logro menor.
Es una derrota de la antipolítica y sus ilusorias “soluciones” que sólo buscan cortejar, complacer y descaminar a la masa opositora. Se sirven para ello de la estrechez de miras y la ingenuidad política de lo que han dado en llamar “la gente”– estrechez de miras e ingenuidad que, en el pasado, llegaron a ilusionarse con Arias Cárdenas o con los inconducentes generales sin tropa de la Plaza Francia–, en lugar de hacerla despertar a la cruda realidad para ilustrarla y dirigirla, insuflándole el ánimo de lucha prolongada que la hora requiere.
La magnitud del logro puede medirse por el muy audible suspiro de alivio que exhalan hoy en privado los directivos de Súmate al no tener que pasar ya por la afrentonsa debacle que se cernía sobre ellos el pasado día 13 pues, ni estaban en condiciones materiales y organizativas de llevar a cabo las primarias, ni la abstención, la desconfianza y el miedo han sido suficientemente abatidos como para convertir esas primarias en una demostración de fuerza oposicionista y democrática.
Se trata, pues, de un logro de la Política– con “p” mayúscula– por sobre el infundado supremacismo tecnocrático de una fracción, pequeña pero sumamente proactiva y poderosa, de la élite económica. La misma casa productora que nos dio éxitos como el “carmozano.”
Tal logro es en gran medida acreditable al obstinado Teodoro Petkoff, a sus declaraciones “inconvenientes”, a su independencia intelectual, a sus editoriales irritantes de puro pertinentes; en fin, a su larga experiencia en el duro oficio de estar siempre en lúcida minoría y saber tomar para sí, sin vacilar, el papel del aguafiestas y del antipático.
Llegado aquí, quizá valga la pena traer a cuento el porverbial dicho de Leo Durocher, el manager de humor siempre agrio que dirigiera por muchos años los desaparecidos Dodgers de Brooklyn: “los tipos simpáticos siempre llegan de último.”
Este articulista sostiene que fueron las denonadadas “malacrianzas” del antipático Petkoff las que propiciaron en las últimas semanas el necesario clima de acuerdo político entre los precandidatos con mayor opción que sustrajo la importante decisión de la candidatura única de la injerencia de una improbable ONG que, bien vista, se condujo todo el tiempo como una arrogante maquinaria diseñada para “naricear” y emplazar a la clase política so capa de ser un organismo técnico e independiente cuando, en los hechos, no es ni una cosa ni la otra.
Las oportunas “destemplanzas” proferidas por Petkoff contra el método de las primarias al pronunciarse decididamente a favor del acuerdo político, y su ejemplar desprendimiento y probidad al desistir de su candidatura, tal como ofreció al lanzarla, y hacer así viable un acuerdo entre los candidatos de mayor aceptación, han acrecentado aún más el peso específico de Petkoff entre el elenco opositor democrático.
La ganancia para el récord personal de Petkofk que entrañan estos 90 días es difícil de aquilatar: sin abandonar la trinchera de opinión que sigue siendo “TalCual”, Petkoff ha regresado a la política contingente haciendo valer su experiencia y su autoridad moral.
En el proceso se convirtió en vocero–para ser justos, no es el único, pero en realidad hay muy pocos– de una grave advertencia contra la amenaza totalitaria que prefiero poner en sus propias palabras: “Existe hoy la manifiesta voluntad del gobierno de Chávez de controlar nuestros actos y hasta nuestro pensamiento. […]Se trata de tendencias en desarrollo que todavía podemos detener, pero a condición de que tomemos conciencia de la gravedad de la situación y actuemos en consecuencia.”
La oposición tiene ya en Manuel Rosales un candidato único y consensual. Les toca a Rosales y Borges nada menos que cerrarle el paso a la catástrofe que, para servirme de nuevo de la palabras de Petkoff, “amenaza con quebrantar para siempre la paz de la nación y el derecho de nuestros ciudadanos a vivir sin miedo. “
Avalar todavía el abstencionismo a ultranza, como lo hace la dirigencia de AD, es facilitar que este gobierno, de suyo autoritario, militarista y corrupto, logre degenerar en régimen totalitario y dictatorial a secas..