Opinión Nacional

El extraño

De pronto el país se sacude y culpa a los gobernadores de sonreír y dar la mano al Presidente Hugo Chávez. Piensan que fue una conducta inadecuada, entreguista. ¿Por qué se sorprenden si lo normal es eso precisamente, que exista cortesía y diálogo entre los gobernantes?

Nadie debe equivocarse con relación a los mandatarios regionales porque esa actitud que exhibieron ante el Jefe del Estado es, precisamente, la conducta que cultivan los gobernadores de la oposición con su gente, en la cual impera la cordialidad por encima de odios, divisionismo y violencia.

Pablo Pérez (Zulia) acostumbra a estrecharle las manos a la gente, abrazarlos  y darles apoyo; Morel Rodríguez (Nueva Esparta) siempre le sonríe a los neoespartanos tratando de darles ánimo en este momento aciago que vivimos por culpa del gobierno; Henrique Capriles Radonsky (Miranda) se la pasa exigiendo los recursos para su estado; Henrique Salas Feo tiene su carácter y simboliza con su ausencia lo inaguantable de la situación económica para la gente de Carabobo; y a Henry Falcón (Lara) también le sobran razones para tener ese ceño fruncido por la ilegal expropiación a la empresa Polar.

Cada uno tienes sus matices y nadie puede creer que por una sonrisa que brote de los labios, un abrazo o apretón de manos, el gobernador de la oposición está rendido a los pies de Hugo Chávez porque así somos y actuamos los venezolanos, a quienes nos distingue la afabilidad, el cariño, la cortesía.

El extraño en esa circunstancia de la instalación del Consejo Federal de Gobierno es Hugo Chávez quien, en el ejercicio del cargo de presidente, sigue pensando que todos los gobernantes regionales le deben total sumisión y servilismo y nadie puede actuar ni pensar distinto.

Chávez es el único extraño en esa cita porque tiene más de una década fomentando el odio, la intolerancia, creando enemigos y guerras fantasmas, tachando a la dirigencia opositora con adjetivos soeces y quitándole inconstitucionalmente recursos a las gobernaciones, esas mismas gobernaciones que, con hidalguía, representaron los mandatarios regionales, quienes fueron con un solo objetivo: pedir por sus estados y no con la intención de aguantar malos chistes.

Estamos tan acostumbrados a un estilo intolerante de mandar que nos sorprende un evento enmarcado en los mínimos principios democráticos de diálogo y cordialidad y también que en esa cita se cuele una sonrisa o un apretón de manos.

Una actitud ordinaria de parte del Presidente de la República nos parece extraordinaria y, entonces, tratando de buscar culpables, reprochamos las conductas de los gobernadores cuando los mandatarios regionales actuaron como suele hacerlo cualquier venezolano, quien sonríe aún en las peores circunstancias y siempre está dispuesto al diálogo.

Al único extraño a quien debemos cuestionarle su actitud es al presidente Hugo Chávez. Criticarle por qué después de 11 años recibe en Palacio a los gobernadores de oposición cuando esa debió ser su conducta de siempre, de apertura democrática.

Preguntarle si detrás de ese cordial recibimiento a los gobernadores  – el cual le duró apenas horas – no esconde una segunda intención de vestirse de demócrata para intentar conquistar los votos de los indecisos. Indagarle si esa actitud candorosa es permanente o es la misma careta que usó en 2002, cuando juró perdonar a sus enemigos para seguidamente ordenar una cacería de brujas contra la oposición.

En esa instalación del Consejo Federal de Gobierno el verdadero extraño es Chávez, no los gobernadores.

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