El experimento bolivariano. Liderazgo, partidos y elecciones
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El presente trabajo parte de un análisis sobre el declive de la forma partidista en la democratización en Venezuela, en las últimas décadas, a raíz de la entrada en la escena política de un tipo de liderazgo plebiscitario que se afianza en el poder por el déficit institucional; la antipolítica y el neopopulismo de cara al siglo XXI.
Por ello, Alfredo Ramos Jiménez bajo sus reflexiones en la política comparada en la ciencia política actual, nos presenta esta sugerente obra, sobre la función del liderazgo populista en un comienzo, y neopopulista después, en Venezuela bajo el experimento mal llamado bolivariano, como condición del surgimiento de la política de la antipolítica, y de la política del espectáculo desde 1998 a la actualidad. Lo que ha llevado al sistema político a formas plebiscitarias en la comprensión del desempeño, y eficacia de la gobernabilidad, hacia una ingobernabilidad. Caracterizándose en la desgobernabilidad, es decir, la desgobernanza.
Estos tipos de sistemas se mantienen en el poder político del Estado mal gobernando, en definitiva desinstitucionalizando los partidos y sistemas de partidos con lideres políticos demagógicos, outsiders, no profesionales de la política, venidos a menos en manos de militares, tecnócratas o, simplemente burócratas prebendados por clientelas corruptas en el poder en manos de autoritarios disfrazados de demócratas.
Asimismo en la introducción, ARJ destaca de manera interpretativa el Verstehen de Max Weber con fines de explicación sociológica de los cambios en la sociedad venezolana en su acción social, con arreglo a fines determinados.
Y para precisar el debate, hace uso del concepto de política en mayúsculas y de política en minúsculas. Es decir, en la hipótesis de Adrian Lefwich; la política en minúsculas; una actividad especifica, y la política en mayúsculas una actividad académica concerniente al poder político en la vida social. De hecho, descubrir, comprender e interpretar las funciones de la actividad política como instrumento de poder es la función de la política en mayúsculas.
Por lo tanto, ARJ, aborda el fenómeno Chávez desde sus claras convicciones personales como demócrata, y científico social, precisamente por la gran politización que vive Venezuela, a raíz del chavismo en el poder del Estado.
Lo que lo lleva a ser uno de los pocos intelectuales en Venezuela, que toman partido en defensa de la democracia, con una visión interpretativa, verás, y sobre todo muy actual sobre el debate científico de las últimas obras en ciencia política en la era de la globalidad política y de la globalización económica. Teniendo una visión de futuro y de conjunto autorizada para la critica constructiva que tan lejos se han quedado en los estudios netamente empirisistas para interpretar la sociedad del mundo actual, y en especial la sociedad y sus instituciones en Venezuela.
Asimismo, se pregunta ARJ: ¿cómo desentenderse de la política tal como la viven los políticos? O, ¿es que nuestras investigaciones están definitivamente disociadas de la política como acción? Por ello, nos recuerda la extraordinaria exposición de Max Weber sobre el político y el científico, para una politología en beneficio de la comunidad. Es decir, una politología para el ciudadano, pero también una Ciencia Política para corregir las desviaciones del poder.
En tal sentido, el fenómeno Chávez significa el déficit de la democratización y la pérdida de apoyo del electorado a los partidos políticos; por el desencanto en la democracia representativa y competitiva en un comienzo. Así se presenta como un experimento Sui Generis en un liderazgo carismático y plebiscitario, en un gran personaje arropado en la video política, (Sartori de por medio en su análisis) un liderazgo desarticulador de la política como tal.
Es decir, el desplazamiento de la clase política; social cristiana, social demócrata, etcétera, en la formación y consolidación de un genuino autoritarismo electoral. Precisamente, ARJ con esta durísima critica al desgobierno plebiscitario y militar de Chávez, le responde a unos cuantos escribanos filoautoritarios del socialismo del siglo XXI, como lo han sido: Heinz Dieterich, Juan Carlos Monedero, Eva Golinger, Rigoberto Lanz, Diana Raby, Martha Harnecker, entro otros.
Así pone en evidencia, la falacia llamada socialismo del siglo XXI, o Revolución bolivariana. Por ello, nos advierte: “un socialismo del siglo XXI desmentido en la teoría y en la práctica de la mal llamada revolución bolivariana. Seña de identidad de una política de poder neopopulista”.
Precisamente de esa premisa, surge la reflexión sobre el fantasma de la antipolítica, que de la fatiga cívica, la desafección política del ciudadano, aparece en la escena de la arena política los outsiders (léase, los no profesionales de la política de partidos) y de la mediapolitics. Todo ello de la mano de un estudio primigenio en América Latina como lo fue (y aún hoy muy actual por cierto) el estudio de René Antonio Mayorga sobre la antipolítica en países como Bolivia, Perú y Brasil. Un análisis claramente aplicable a la Venezuela del fenómeno Chávez, y que ya ARJ desde años atrás viene advirtiendo en otros estudios, lo que lo motivó a pensar y seguir comprendiendo el neopopulismo de corte militar en la región andina.
En virtud de ello, la política, y ARJ sigue de la mano de Adrian Lefwich; es; “más que un proceso, constituye una arena, es decir, el lugar, o el foro institucional donde aquella se despliega”. P.33.
Vamos corriendo entonces en un proceso de despolitización, en un descenso de las formas partidistas de hacer la política. Evidentemente la condición de la antipolítica y de los liderazgos plebiscitarios se desarrollan en contextos sociales de amplia marginalidad, poco desarrollo sustentable y con economías informales, netamente en las condiciones de la ingobernabilidad por parte del Estado.
Definitivamente, “el liderazgo plebiscitario cuando se inclina a favorecer la personalización de la decisión política en contextos de movilización desideologizada, vinculando las ejecutorias y capacidad articuladora del candidato o presidente personal con un voluntarismo extremo…que desplaza la lógica de la competición democrática”. P. 39.
De manera frontal y sin ambages, ARJ, atina en afirmar que en América Latina los antipolíticos los vemos en: “los Chávez, Gutiérrez, Humala, Morales y Correa como los componentes de la antipolítica latinoamericana reciente”. P.40.
Lógico pensar que estos neopopulismos de transición son liderazgos plebiscitarios que se basan en la política del resentimiento. De hecho, el resentimiento social usado por estos liderazgos en una mediatización de la vida política, en donde el rol de la prensa escrita, radio, televisión en las estructuras de poder nos da, la política de espectáculo.
Y, por cierto ARJ hace una dura crítica, pero muy pertinente, a la deriva militar, del partido cívico-militar PSUV de Chávez. Primero, en un disfraz bolivariano, (Bolívar cabe para todo) y segundo, un indefinido socialismo del siglo XXI, con claras tendencias en metarelatos históricamente falsos. Una política en definitiva del engaño.
Cabe apuntar con ARJ: “la antipolítica ha sido la plataforma en el que se armó la trampa que nos tendieron unos cuantos aventureros de la política, proclives a la arbitrariedad y autoritarismo en nuestros países”. P. 44. Así, precisa: “la fórmula antipolítica reviste características de una ilusión colectiva, de la ilusión neopopulista”. P.44.
Si bien es cierto, ARJ, identifica, bajo la misma tesis de Sartori el problema de la democracia, es decir, ¿cómo es que el dominio de la mayoría acaba por ser el gobierno de la minoría? Por su puesto la tendencia del declive duopolio partidista de AD y COPEI en Venezuela van corriendo hacia posturas que en la tesis de Guillermo O´Donnell viene advirtiendo en su hipótesis de la democracia delegativa; una clara personalización del poder.
En consecuencia, ARJ ve que; “la política del neopopulismo también se concibe ella misma por encima de las diferencias de partido y de las ideologías”. P. 63. Así, se viene estableciendo un liderazgo popular mesiánico, y con la tesis de Michael Oakeshott sobre la política de la fe, y la política del escepticismo, entendida la primera como el acto de gobernar; como una actividad ilimitada de gobierno en sus actores, que se presenta como omnicompetente. La política del escepticismo se produce en condiciones de excepcionalidad en épocas de crisis.
Y dichas crisis producen estos fenómenos mediáticos en donde las representaciones de la opinión pública pasan a ser relatos desde los medios de comunicación, o como lo propuso en su momento Bernard Manin, “los canales de comunicación política afectan a la naturaleza de la relación representativa”, asunto que ARJ no deja por fuera en su debate.
De allí, regresa a la tesis de Juan J, Linz de su obra Quiebra de la democracia y expone dos experiencias latinoamericanas; “estas se propusieron llevar a la práctica la idea, más abstracta que real, de una democracia participativa como fase superior de una democracia representativa inconclusa, sean consideradas hoy día portadoras de promesas incumplidas y desengaños manifiestos, formando en la población actitudes antipolíticas y antidemocráticas, proclive al autorismo plebiscitario”…”Me refiero a la década fujimorista en Perú y a lo que se ha dado en llamar la época de Chávez en Venezuela”. P, 124.
En efecto, ARJ “en un texto reciente de la investigadora norteamericana Marina Ottaway se detiene en el estudio comparado de los gobiernos de Egipto, Azerbaiyán, Croacia, Venezuela y Senegal, para los que utiliza la categoría de “regímenes semi-autoritarios”. La autora sostiene que tales gobiernos no constituyen democracias imperfectas ni gobiernos de transición a la democracia, sino, híbridos, que no permiten la creación de condiciones para el funcionamiento de una genuina política democrática. Tratase de gobiernos organizados y estables que, guardando la forma democrática, ocultan su comportamiento autoritario”. P. 130.
Y en tal sentido en la Venezuela de la última década de Chávez al poder se han venido realizando 14 procesos electorales tanto nacionales, regionales, como locales, dando paso a la construcción del autorismo electoral. Y por ello, “el presidente plebiscitario vive en campaña permanente, su acción se mueve siempre en la arena movediza del desgobierno, configurando una evidente patología de la democracia”. P. 195.
En conclusión, todo va camino, lo llama Alfredo Ramos Jiménez, a un auténtico Apartheid bolivariano, con tintes tórridos en un socialismo del siglo XXI netamente en las dádivas del desgobierno más neopopulisma y de corte militar en la historia política constitucional de Venezuela.
Reseñado por: Francisco Roberto García Samaniego. CIPCOM-ULA.