El estilo
Dejemos a un lado por un momento la convicción de que Chávez gobierna más para sí que para el pueblo, más en función de sus propios intereses ideológicos y materiales que en pro de un mejoramiento de la calidad de vida de los venezolanos.
Olvidemos por un momento que el llamado “socialismo del siglo XXI” no existe, y que el gobierno de Chávez no es sino un ejercicio del más puro populismo y la demagogia desorbitada.
Descartemos por un momento que la corrupción, vieja tradición venezolana, bajo el actual gobierno es la más escandalosa que haya conocido nuestra historia republicana.
Ignoremos por un momento que el gobierno actual es uno de los más incapaces que ha habido en nuestro país, y que pese a la confesión del presidente de que a sus ministros los manda a foetazos pareciera haber entre ellos una competencia de ineptitud.
Olvidemos momentáneamente todo ello, y demos al Chávez un voto de confianza, admitiendo que él es el líder de una verdadera revolución, que busca construir en nuestro país una nueva sociedad, más justa y equitativa, sin miseria ni ignorancia, y donde la salud de los venezolanos esté bien atendida, con servicios gratuitos idóneos y eficaces.
Aun así, dando por cierto este ejercicio de “política-ficción”, hay algo en Hugo Chávez que lo invalida y anula como líder de esa supuesta revolución, más allá de sus presuntas intenciones y de sus definidos propósitos: su estilo, su manera de llevar adelante y dirigir las tareas supuestamente revolucionarias. Un sujeto con las características mentales de Chávez, con su estilo peculiar, no puede ser un verdadero líder, más allá del dominio y la habilidad de su lenguaje mitinesco, que inicialmente impacta a densos sectores de la población, los más pobres y menos educados, pero a la larga termina cansando a la gente y desenmascarando al falso líder como lo que realmente es.
Hay quienes piensan que el estilo es secundario, que lo esencial no está en las maneras de hacer las cosas, sino en las cosas mismas. Pero están equivocados. El estilo no es una cuestión meramente formal, aunque así parezca. El estilo refleja una personalidad, tal como lo sugiere el conocido aforismo “El estilo es el hombre”, atribuido a un célebre escritor francés.
El estilo de Chávez se manifiesta especialmente, pero no sólo en su lenguaje, grosero, ofensivo, violento y escatológico. Además de una gran frivolidad, ese lenguaje expresa una evidente inmadurez, características ambas impropias de un verdadero líder, sobre todo si dice serlo de una auténtica revolución, y más aún si pretende abarcar el ámbito mundial. Parte de ese estilo inapropiado son también las maneras como gobierna desde un micrófono y unas cámaras de TV, anunciando de impromptu medidas, nombramientos, destituciones y hasta virtuales declaraciones de guerra.
La lógica elemental, más los principios y reglas sociopolíticos enseñan que un régimen dirigido de ese modo no puede cuajar, y que su duración es cuestión de tiempo, mayor o menor según las circunstancias lo determinen.