El Estado, renunció al ejercicio de sus funciones
Definitivamente es que hasta para ser delincuente con una cierta probabilidad de éxito en una acción en este descarado ambiente de impunidad reinante, se necesita mucho más que un par de bolas, armas de fuego, vehículos potentes, oportunidades forzadas y cómplices en el antes, el durante y el después. Cuando quien mata al tigre después le tiene miedo y se espanta con el cuero, no ha servido ni sirve jamás para nada útil, ni para delincuente, menos aún para policía.
Esa es la gran tragedia que agobia a los moradores de este país, especialmente a las potenciales víctimas de un secuestro, cualquier idiota con o sin uniforme que se conjure con otros idiotas ante las supuestas oportunidades que brinda esta inoperancia del Estado y la derivada impunidad manifiesta en la incapacidad también manifiesta del gobierno, se imagina lo suficientemente capaz y audaz para un lance. Pero, siempre hay un pero, apenas asoman las posibilidades de problemas pierden por completo el control, se les embota todo y sólo piensan en borrar lo que creen pueden borrar para luego huir despavoridos. Su máximo temor, el testigo que sin lugar a dudas lo puede identificar hoy o mañana y en cualquier momento: la víctima.
Que no nos extrañe pues la repetición de esta y otras escenas que generen gran dolor y mucha rabia, y no sólo y exclusivamente en la familia de las víctimas.
El gobierno ante la acción decidida de la delincuencia de cuello blanco, curtido o de cualquier tonalidad, enanos o no, uniformada o no de negro, de azul, de verde, de rojo o de camuflaje, está absolutamente desarmado y por su propia y expresa voluntad, está incapacitado para brindar seguridad a nadie, ni siquiera a sus propios afectos; definitivamente incompetente para el ejercicio del ius puniendi, lo que no significa que no pueda seleccionar, señalar y poner preso, torturar y hasta matar a quien mejor se le antoje dentro de la población, tal como hemos visto en el sonado caso Anderson.
Ahora, con este nuevo caso, comenzará el alocado manejo público de hipótesis donde los ya conocidos ingredientes, sicariato, secuestro, ajuste de cuentas, deudas, negocios sucios, policías, paramilitares, drogas, armas, explosivos, atentados, hasta operaciones de la CIA o del Comando Sur norteamericano, quien sabe cuántos otros; eso, sin descartar una nueva y adaptada fórmula de “testigo estrella”, serán los manidos argumentos incorporados de acuerdo al momento y a la voluntad de quien exponga ante los medios; y eso, no para que exponga en un discurso, sino para que responda preguntas concretas y hasta que el próximo escándalo tape a éste.
¿Quién se recuerda ya que tres menores fueron secuestrados en Caracas por individuos uniformados?;
¿Quién ha dicho algo coherente que nos permita al menos la esperanza de que el Estado, algo está haciendo por rescatar y devolver a su familia a los tres menores?;
¿Puede alguien siquiera imaginar la posibilidad de una investigación, un juicio y que una sentencia se pueda lograr en unos tribunales que están allí con fines distintos a impartir justicia?;
¿Con una justicia cuya sede, El Palacio de Justicia, recientemente su administrador y conspicuo representante recomendó ponerle una bomba?
La vía para entender el grave problema:
1. Las alcabalas policiales
2. Las motos policiales, sin placas, tripulantes de civil y ostentosamente armados
3. Los secuestros
4. Los asaltos bancarios y a transporte de valores
5. Los asaltos y asesinatos de conductores de colectivos
6. La piratería en carreteras
7. Las violaciones, hurtos y violencia en las calles
8. El contrabando de drogas, armas, químicos, gasolina
9. Otros delitos menores, el pillaje, la basura, las calles convertidas en cualquier cosa menos en vías para de tránsito, el desorden público derivado que definen, dentro del concepto de ingobernabilidad, a las ciudades deshumanizadas
10. Todo ello como derivado de dos grandes pero concretos problemas actuales y vigentes en la Venezuela de principios del Siglo XXI:
a. La manifiesta incapacidad evidenciada en los funcionarios que ejercen como Fiscales del Ministerio Público, dependientes de la FGR y detentadores del monopolio de la acción penal que, no saben hacer, pero tampoco dejan hacer. En términos del decir popular: ni lavan, ni prestan la batea. Uno de sus más dramáticos, vigentes y actuales de sus derivados:
i. El Estado está absolutamente incapacitado para investigar, llevar a juicio, aportar, sustentar y defender las pruebas en las audiencias y lograr una condena de los imputados en una cualquiera de las modalidades delictivas. Hace tiempo ya que el Fiscal General de la República habló de la existencia de más de tres millones de causas o potenciales causas en manos de la Fiscalía, a las cuales han de agregase aquellas derivadas de la actividad delictiva desde la fecha de esa afirmación del Fiscal General al día de hoy. Sólo hay algo cierto, el número de juicios y de condenas que hasta ahora ha logrado la Fiscalía, jamás se acerca a un centenar: ¿Y el resto?
b. La más aún manifiesta y evidenciada incapacidad en los comandos superiores, medios y de línea de los cuerpos policiales, uniformados o no, para el ejercicio de las mínimas labores en una estructura jerarquizada:
i. Incapacidad para estudiar, entender y definir problemas sencillos menos aún complejos y multifactoriales
ii. Incapacidad para entender y hacer entender misiones, deberes y responsabilidades propias y de sus subalternos
iii. Incapacidad para expresar en forma oral y escrita los términos prácticos de una misión policial
iv. Incapacidad para fijar objetivos generales y particulares en una regulada actividad en cualquiera sea el componente de Seguridad Pública
v. Incapacidad para planificar, en forma general y específica, el trabajos de un colectivos y de individualidades
vi. Incapacidad para concretar y proyectar en el tiempo los términos de los problemas que debe atender
vii. Incapacidad para poder demandar, disponer y distribuir de acuerdo a las necesidades los recursos necesarios a la atención de los problemas bajo su responsabilidad
viii. Incapacidad para conocer y seleccionar las capacidades en el personal a su cargo y ordenar la ejecución material de las operaciones policiales
ix. Incapacidad para el ejercicio de las tareas de supervisión en línea, de supervisión media y de supervisión superior, regulares, alternas o de emergencia propias a las actividades policiales
x. Incapacidad para la búsqueda y la organización del material de apoyo para la rendición de cuenta precisa de los resultados de su labor ante sus superiores en el terreno administrativo
xi. Incapacidad para la organización del material de apoyo para la rendición de cuenta precisa de los resultados de su labor ante sus superiores en el terreno técnico
xii. Incapacidad para la expresión escrita, menos aún oral ante cualquiera sea el auditorio, la audiencia y circunstancia, destinada a la rendición pública de cuentas, sea en el ámbito de lo administrativo, sea en lo jurídico, en lo civil, en lo técnico o en lo político
xiii. Se resume todo a un derivado básico que dividimos en seis puntos:
1. La incapacidad para disciplinar su propia conducta profesional e imponer como derivado la necesaria disciplina en sus subalternos
2. La ejemplarizante propia indisciplina personal y profesional, lo conduce
irremediablemente a la dilapidación de los pocos, muchos o excesivos recursos asignados
3. Se expresa esto en una incapacidad práctica para obtener del desempeño individual o grupal de un colectivo armado, un mínimo de conductas acordes con las responsabilidades inherentes a las actividades destinada a la preservación y restitución del orden público y, en definitiva
4. Para lograr por su presencia activa y por su específica labor profesional, independiente de posición o jerarquía al frente de un organismo policial, un mínimo de eficiencia en la materialidad de las acciones en la particular estructura funcional a la cual está adscrito
5. Esa conducta e inapelable abandono le conduce, sin solución de continuidad, a una exclusiva y casi única actividad: estar presente en la taquilla de pago de la organización donde labora, cada quince y cada último de mes… y si no alcanza, buenas son las Alcabalas Móviles que nadie controla
6. Desembocando en una praxis de dedicada y delicada práctica, de variantes opcionales en sus expresiones para poder mantenerse en la posición a los únicos efectos definidos en el punto anterior; no le queda más que el silencio, la sumisión, la cada vez más afinada adulancia y, mientras llega la jubilación, una mucho más afinada habilidad para no meterse en problemas:
a. no estar en el sitio,
b. no estar en el momento y
c. no estar en la circunstancia donde sea necesario, tomar decisiones.
Si alguna duda tiene cualquier interesado en conocer a fondo el problema, puede comprobarlo por sí mismo:
a) organizando su tiempo;
b) disponiendo de la oportunidad;
c) convenciendo y uniendo su esfuerzo a la comunidad afectada;
d) convocando a una asamblea y planteando el problema con precisión;
e) convocando y logrando la asistencia del responsable político por la Seguridad Pública de su área de interés y no para que exponga en un discurso, sino para que responda preguntas concretas;
f) convocando y logrando la asistencia del jefe del o los organismos de seguridad supuestamente responsables por la Seguridad Pública en el área geográfica de interés y no para que expongan en discursos, sino para que respondan preguntas muy concretas de y ante la comunidad;
g) a falta de que un Estado, de que un gobierno, de que una Asamblea, de que unos tribunales, de que un TSJ, de que unos ministros y magistrados absolutamente inoperantes lo hagan, simplemente, hágalo usted mismo en privado o si lo prefiere, en público:
a. interrogue paso por paso y detalladamente a cualquiera sea el jefe policial de su preferencia, y no se sorprenda por los resultados.
Allí se tiene una vía de acción, si es que la comunidad humana pretende preservar su integridad como sociedad y se quiere actuar; vía casi única en las circunstancias actuales y antes de que la dinámica de los hechos, simplemente, nos lance a una de esas aterradoras ergástulas de la que disponen esos jefes policiales a su libre albedrío o que, más expeditivo, se nos excluya del mundo de los vivos, puesto que a eso hemos llegado ante un Estado inoperante que, definitivamente, renunció al ejercicio de sus funciones.
Si desea usted mayores datos o informaciones sobre ésta y otras situaciones comentadas sobre la Seguridad Pública en Venezuela, cordialmente le invito a visitar mi página web: (%=Link(«http://home.earthlink.net/~accioncivica»,»Analítica»)%)