Opinión Nacional

El Estado malandro

Es una falta de respeto al gentilicio de Venezuela por falso, asociar a los seguidores del Presidente como malandros, pillos y delincuentes, enarbolada de modo pernicioso por diferentes sectores de nuestra sociedad.

Puede corroborarse que el apelativo de malandros asume pertinencia si se dirige a calificar la alta nomenclatura y algunos sectores medios y bajos de la burocracia estatal oficialista en tanto logreros ávidos de resarcirse de olvidos o humillaciones de gobiernos anteriores abusando del poder y desfalcando, como si fueran actos de mera justicia, los dineros públicos.

De manera que en rigor el problema del país no se concentra en una cuestión ideológica o política, claro que tales premisas se constituyen en la coartada que legitima la conciencia malandra enquistada en el poder, pero el asunto arrastra como vital el derrumbamiento ético de la nación. Una Dirección penetrada por la revancha de una caterva de resentidos es por definición hamponil, derivándose de ello que la capacidad funcional para resolver los problemas de la administración regular de la nación y la coherencia en prodigar bienes y servicios públicos eficientes, se hacen nulas e inexistentes.

Para nada pueden sorprender entonces hechos tan incontrovertibles, que estos destruyan los derechos civiles, la ya hoy inviable Pdvsa, el sistema eléctrico, el suministro de agua, la industria manufacturera y de la construcción, el agro, y se mantenga una alianza entre el malandraje político y el común. El malandraje es venganza, pillaje y crimen, ese es el caso lamentable y trágico por el que transita la Venezuela del presente.

¿Que esta cuestión es reversible? Desde luego que sí, sobran venezolanos comprometidos y capaces para cambiarle el triste destino que dibuja el malandraje. Pero no será posible sin que se rompa el molde de prejuicios sobre las masas que respaldan al Presidente y que son vistas por mucha gente como una mugre aprovechada, oportunista e ignorante. Si esa visión no cambia, los malandros en el poder seguirán explotando con éxito tan deplorable perspectiva de definición.

Tampoco, como algunos aspiran, si se sigue apostando al golpismo. No hay golpistas buenos ni patrióticos, así mismo se presentó Chávez y sus bastardos cómplices el 4F.

Carmona quiso imponer también su ricachona y cómoda plutocracia el 11 de abril. La participación electoral con todas sus desventajas -hay pruebas de ello-es el camino que terminará dando los resultados que esperamos.

Las parlamentarias y el esperanzador acuerdo de los factores democráticos en la «Mesa de la Unidad», son una invitación a la ciudadanía a que no se rinda, justo lo que buscan «los malandros», por lo que deben ser sorprendidos con una concurrencia masiva. Dejémosle a ellos el triunfalismo con su vano placer de fumar lumpias y la oposición democrática se quede con la victoria.

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