El ensueño criollo
“Aquellos que consideran su propia vida como un naufragio
salen a la caza de culpables”
(%=Link(«http://www.booksfactory.com/writers/kundera_es.htm»,»Milan Kundera»)%)
Sin mirar al frente y conduciendo a más de 60 kph en una calle congestionada, Antonio, taxista, me indicó: “El país va para mejor. Aunque ya no puedo salir a trabajar de noche por el peligro y no me alcanza la plata para comprar un caucho para el carro, uno puede ver que todo va mejor, sólo hay que tener paciencia”.
Antonio vive en un país en constante desaparición. Las buenas ideas, las tiendas por departamento, los taxis nuevos, la leche, el buen trato, las instituciones democráticas, la clase media, la separación de poderes, las obras de arte, la seguridad personal y hasta las buenas intenciones se esfuman de las calles como fantasmas aspirados por las grandes agallas del Señor Presidente. A pesar de esa mudanza hacia lo invisible, Antonio compra fielmente la representación fantástica del país-promesa, que continúa ofreciendo la fuerza de ventas del ejecutivo.
La práctica de la política dirigida a reforzar el ensueño colectivo es de vieja data, la inversión es menor y el cumplimiento puede postergarse con un buen chivo expiatorio. El Presidente del país de Antonio olvida que él alcanzó la cómoda silla del poder por un agujero en las estrategias de sus predecesores, quienes perdieron el equilibrio entre represión y promesas públicas. Ellos olvidaron que a la gente de esta nación lo que le gusta es fantasear.
En los últimos años, Antonio ha escuchado en las emisoras de su radio AM como la oposición, los militares traicioneros, los presidentes Bush, Aznar y Uribe y otros agentes de las poderosas multinacionales le han impedido al Señor Presidente realizar una racional gestión de gobierno, de esas que asfaltan calles y (%=Link(«http://www.venezuela-oas.org/Constitucion%20de%20Venezuela.htm»,»garantizan»)%)
“una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones”, sin necesidad de andar refundando la República cada vez que alguien disiente de las agallas presidenciales.
Los que se mueven en terrenos menos fantasiosos que los propuestos por los revolucionarios y algunos políticos opositores, están obligados a llevar la carga de una realidad unánime, transitan un país minado de imposibilidad, en el cual desplegar el potencial y la creatividad individual es perseguido como soberbia que debe ser silenciada, invadida por el procrastinador sueño colectivo, que repite una y otra vez: “uno puede ver que todo va mejor, sólo hay que tener paciencia”.