El dragón de concreto
Es el nombre seleccionado por Thomas J. Campanella para su libro sobre el desconcertante fenómeno de urbanización de la República Popular China (Princeton Architectural Press, 2008). Desconcertante no sólo por su magnitud, sino también por ocurrir a escasas dos décadas de aquella Gran Revolución Cultural, cuando el “pensamiento” del Presidente Mao, tan añorado por el nuestro, y las verdades de Perogrullo de su “libro rojo” eran la única doctrina aceptable. Época durante la cual imperaron políticas antiurbanas aún más brutales e inhumanas que las ensayadas en la Unión Soviética.
Las Olimpíadas celebradas el año pasado en Pekín permitieron darle un vistazo a las extraordinarias transformaciones en curso en la antigua capital imperial, pero las espectaculares arquitecturas entonces inauguradas quizá contribuían más bien a ocultar la profundidad del fenómeno. Como apunta Campanella, las migraciones del campo hacia las grandes metrópolis constituyen uno de los rasgos distintivos del posmaoísmo, afirmando que se trata del mayor movimiento de masas que la historia haya conocido: “China está en medio de una reinvención a gran escala de la ciudad tal como la conocemos, obligando a los urbanistas a lo ancho del mundo a recalibrar sus herramientas y presunciones más básicas y desarrollar un vocabulario totalmente nuevo para describir y criticar el fenómeno urbano”. Como es imposible ir al fondo del asunto en esta breve crónica, nos limitaremos a enunciar algunas de las sorprendentes cifras ofrecidas por el autor: a fines de los 70 China contaba con menos de 200 ciudades pero hoy está cerca de las 700; cuarenta y seis de ellas tenían más de un millón de habitantes en 1992 pero hoy llegan a 102 (Estados Unidos tiene apenas nueve); sólo en 2003 se construyó el equivalente a un octavo del parque de viviendas estadounidense; cerca de la mitad de la producción mundial de acero y cemento es devorada por China; si en los 80 tenía apenas 180 millas de carreteras modernas, hoy la cifra ronda las 30.000, segunda sólo al sistema interestatal de Estados Unidos. Aunque confronta, entre otros, serios problemas de contaminación, el autor apuesta a que reinventará la ciudad como una entidad más sustentable porque de ello dependerá el que logre mantener su desarrollo.