El divorcio
Por supuesto que no me refiero al de la pareja presidencial, sino al divorcio que se produjo entre la inmensa mayoría del país y Hugo Chávez. Esta es una ruptura definitiva. Ocurrió lo mismo que en esas parejas en las que el desencanto toma el lugar de antiguas pasiones. Ya Chávez no puede gobernar para la mayoría, simplemente porque la gente dejó de creerle, seguirle y respetarle. La única solución que la gente acepta frente a él es su renuncia. Su capitulación incondicional ante un país que decidió no tolerar más su personalismo atorrante, su autoritarismo, el descaro con el que actúa y la irresponsabilidad con la que maneja los asuntos del Estado. La separación estuvo precedida de un largo prontuario: la politización de las Fuerzas Armadas, las leyes habilitantes, el Proyecto Educativo Nacional, el ataque a la meritocracia en PDVSA, los asesinatos del 11 de abril. Más recientemente, la masacre de la Plaza Altamira y el paro cívico general e indefinido, con el eje colocado en PDVSA, representan el líbelo con el que la sociedad está tramitando esa ruptura con el Teniente Coronel.
El distanciamiento entre la nación y Chávez es tan hondo que todas las opciones electorales que podrían conjurar la crisis política han perdido vigencia, al menos temporalmente, al igual que se ha reducido el espacio propio de la política. El referéndum consultivo convocado por el CNE para el 2 de febrero del año próximo quedó superado por los hechos. ¿Para qué consultar al pueblo acerca de una materia sobre la que la gente se pronuncia masivamente todos los días en las calles armado con sus cacerolas, pitos y banderas? El adelanto de las elecciones mediante la enmienda constitucional y el referéndum aprobatorio luce demasiado lento para detener una crisis que avanza a la velocidad del rayo. Es muy difícil que la gente a estas alturas admita que la vía para superar el escollo actual, sea ir a unas elecciones en las que participe Chávez como un candidato más y como si se tratase de unos comicios normales en un país normal.
Aquí hay que resaltar la responsabilidad de algunos dirigentes que tuvieron en sus manos la posibilidad de ensayar esa fórmula en momentos en los que parecía la más adecuada. Rafael Simón Jiménez, uno de los líderes del chavismo moderado, siempre ha creído que el país se mueve al ritmo de su hablar pausado y cadencioso. Extraña que un político tan curtido piense que la nación debe esperar a que él deshoje la margarita y se decida finalmente por plantear la enmienda en la Asamblea Nacional. El pueblo no está para esperas oportunistas. Ahora se corre el grave riesgo de que los ciudadanos desechen esa alternativa, y que, incluso, desautoricen un pacto de la oposición con el oficialismo en la Mesa de Negociación y Acuerdos para respaldar la eventual enmienda constitucional que conduzca a las elecciones adelantadas. La velocidad que la sociedad le ha imprimido a la crisis política, especialmente ese ejército combativo y disciplinado que es la gerencia de PDVSA, superó la supuesta astucia de unos dirigentes vacilantes y timoratos, que estuvieron esperando el “momento más oportuno” para plantear una reforma que los ciudadanos pedían a gritos desde hace meses.
Ahora las demandas son otras. Renuncia y elecciones sin Chávez es la nueva consigna. La ciudadanía difícilmente aceptará algo distinto a esta petición. Corresponderá a la dirigencia del proceso de resistencia y cambio –Coordinadora Democrática, CTV, Fedecámaras y la Gente del Petróleo- tratar de convencer a los ciudadanos de que conviene aceptar una fórmula electoral que implique incluir a Chávez en unos eventuales comicios. El asunto no es sencillo. Cualquier acuerdo negociado supondrá suspender el paro petrolero, que es el único problema que le preocupa al Gobierno. Ahora bien, en el supuesto de que primer mandatario, presionado por distintos factores domésticos e internacionales, se vea obligado a acatar un acuerdo para adelantar las elecciones, ¿puede desmontarse la huelga sin correr el riesgo de que el golpista posteriormente desconozca los acuerdos y arremeta con furia contra los dirigentes de la huelga?
Si alguna lección aprendió el Teniente Coronel después de los sucesos del 11-A es que debía controlar las Fuerzas Armadas hasta ponerla a su entera disposición. Sería la manera de evitar que se reeditara aquel episodio. Este sueño aún no lo ha convertido en realidad, pero sí ha dado pasos significativos en esa dirección. Allí están Baduel, García Carneiro, Eugenio Gutiérrez y Alcalá Cordones viendo cómo Chávez enciende la mecha del polvorín sin darse por enterados. El discurso ideológico y la política del soborno y el chantaje han colocado objetivamente a las FAN del lado del proyecto del jefe del Estado. Lo mismo podría ocurrir con PDVSA una vez se haya desactivado el actual paro petrolero. A una mentalidad desquiciada como la de Chávez no le importaría atentar contra el capital humano de la industria petrolera, con tal de asegurarse el control de la empresa estatal. Este nuevo capítulo debe de haberle enseñado que esa dirigencia gremial lo puede volver a acorralar en otro momento. Cualquier error de cálculo o debilidad de la oposición en los actuales momentos podría provocar consecuencias devastadoras para el porvenir inmediato de la disidencia, que sin dudas tiene en la Gente del Petróleo un pilar básico. Llegó el momento de consumar el divorcio. Es ahora o nunca. ¡Ni un paso atrás!