El diálogo y las gemelas del desastre
Al encuentro con el líder del empresariado venezolano, Lorenzo Mendoza, debe suceder cuanto antes un encuentro con Henrique Capriles, líder político indiscutible de la mayoría nacional ¿Será posible? Si no lo es, el naufragio será inevitable.
De los temporales se puede decir lo que de las dos gemelas del desastre de gobiernos en estado terminal, hiperinflación y desabastecimiento –Cova Maduro dixit – : una vez desatadas no se las conjura con gritos destemplados ni manoseos de santería. O se las resuelve políticamente o se les pone al frente del desastre, mascarón de proa del barco que navega a la deriva.
Todo indica que hemos ingresado al ojo de un huracán de proporciones descomunales. De la hiperinflación no se requieren pruebas: verse en la inevitable faena de hacer el mercado nos confronta con la más amarga verdad: el dinero se ha hecho agua. Los bienes primarios se han hecho inalcanzables Cuando los hay. Que si los hubiere, sus precios escaparían a todo sensato sentido de las proporciones.
No estamos aún en ese punto al que llegaron los alemanes antes del ascenso al poder de Adolfo Hitler, cuando debían salir al amanecer con una carretilla de dinero a comprar el pan. Al llegar al mercado, ya esa carretilla rebosante de billetes era insuficiente. Una canilla podía costar diez, quince, veinte, cien millones de marcos.
Tampoco estamos en las postrimerías del gobierno de Salvador Allende, cuando el papel periódico se convirtió en el auxilio de nuestras primeras necesidades y hasta el bicarbonato de sodio, único medio para poder lavarse la dentadura, había desaparecido de las farmacias. También el jabón, la leche, la carne, el pollo, el queso. Las consecuencias se hicieron inevitables: canibalismo o golpe de Estado.
Nadie en su sano juicio desea alternativas tan siniestras para salir del atolladero en que nos encontramos. Pero de la misma manera que el delirio revolucionario fue la causa de la grave crisis vivida por los chilenos, los culpables por este desastre que recién se asoma y podría conducirnos a una apocalíptica tragedia, están perfectamente identificados. Son los responsables de un gobierno que a un mes de haber sido consagrado – de manera tan fraudulenta e ilegítima como lo sabe todo el mundo – no ha hecho más que agravar todos nuestros problemas.
De manera que los responsables por resolver el problema son el problema principal a ser resuelto. Un cambio de 180º en la orientación de sus políticas públicas sería el comienzo de la única solución posible. Pero como lo saben hasta los niños, eso significaría echar por la borda al insepulto y a toda la trasnochada ferretería revolucionaria, hacer tabula rasa de 14 años de errores y desafueros, sentarse a dialogar con las fuerzas vivas de la nación y reconocer el poder de la mayoría, hoy indiscutiblemente en manos de las fuerzas democráticas y sus liderazgos.
Al encuentro con el líder indiscutido del empresariado venezolano, Leonardo Mendoza, debe suceder cuanto antes un encuentro con Henrique Capriles, líder indiscutido y mayoritario del país.
¿Será posible? Si no lo es, el naufragio será inevitable.