El Diablo y el Azufre
El lamentable happening del presidente ante la Asamblea General de las Naciones Unidas ha terminado por revertirse en su contra de una manera verdaderamente dramática. Habrá un antes y un después de su entremés del Diablo y del Azufre y ni siquiera imagina el costo que esa boutade tendrá en su futuro. Pretendió hacer una gracia y le salió una espantosa morisqueta.
Sin medir las consecuencias y en territorio norteamericano ˆ no en el espacio extraterritorial de Naciones Unidas sino en una iglesia newyorkina ˆ ofendió en términos absolutamente inaceptables al presidente de la nación que le hospeda. Sin comprender que la majestad del cargo en una nación de tan poderosas instituciones está por encima incluso de la persona que lo detenta. No es en absoluto casual que el congresista Bill Delahunt, que se dice su amigo, se sintiera profundamente ofendido y reaccionara reprochándole la ofensa inferida al pueblo norteamericano. Por causas menores se han desatado guerras.
Imposible adivinar las razones de tan extravagante comportamiento. Que no sea adelantar la tesis más que probable de un peligroso desajuste emocional. Habrá ganado el derecho a ser admirado por el terrorismo islámico y podrá contar con la complacencia del Hizbohlá: ha perdido toda credibilidad en el mundo en el que, gústele o le disguste, se encuentra inserta nuestra nación. Nada tiene Venezuela que buscar entre mezquitas y zocos: somos un pueblo occidental y cristiano, mayoritariamente católico, apostólico y romano. Profundamente democrático y libertario. Que conquistó su libertad política hace dos siglos y que ventila sus asuntos en el ágora de la tolerancia, sin discriminaciones sexuales, lapidaciones, horcas, mutilaciones ni hábitos medioevales. Nos repugna el terrorismo convertido en instrumento de estado en la política de Irán y Siria. Y reconocemos en los países de nuestra región, Latinoamerica, en los Estados Unidos y en los países europeos a los que estamos vinculados por sangre y cultura nuestros más próximos y cercanos aliados.
Siguiendo su ejemplo, el gorila que funge de embajador en Chile decidió ofender al gobierno democrático amigo ante el que ha sido acreditado. La respuesta ha sido contundente: Michelle Bachelet ha solicitado a nuestra cancillería su inmediato retiro. Y se ha visto obligada por los hechos a renunciar a su deseo de votar por Venezuela para el puesto vacante en el Consejo de Seguridad.
Era de esperarse. Y recién comienzan a notarse los efectos. Olerá a azufre durante mucho tiempo.