El día después
Escribo este artículo sin conocer qué opción ganó el referéndum. Haya pasado lo que haya pasado, no me preocupan los resultados. Porque esos resultados son el aquí y el ahora. ¿Recuerdan aquella frase, «es la economía, estúpido», que usó Bill Clinton en su campaña contra George Bush padre en 1992, y que lo llevó a convertirse en Presidente de los Estados Unidos?…
En aquel momento era imposible pensar que Bush podía perder las elecciones. Sus éxitos en el fin de la Guerra Fría y el haber ganado la Guerra del Golfo habían elevado su popularidad hasta el 90%, cifra jamás alcanzada por ningún otro mandatario norteamericano.
Fue entonces cuando al muy brillante Jim Carville, principal estratega de la campaña de Clinton, decidió que si no cambiaban la estrategia, perderían las elecciones. Que había que centrarse en los problemas y necesidades de los electores. Carville pegó un memo en un corcho de las oficinas de la campaña que decía, a modo de recordatorio, tres cosas: a) Cambio vs. Más de lo mismo. b) La economía, estúpido. c) El sistema de salud. La segunda se convirtió en el slogan de la campaña, y Bill Clinton ganó las elecciones.
Pero volvamos a Venezuela: si ganó el NO, será otro golpe a la hegemonía chavista. Pero si ganó el SÍ, tampoco es el fin del mundo: el país es más resiliente de lo que la gente se imagina. Y hay otros factores, primordialmente económicos, que determinarán las situaciones futuras en el corto y en el mediano plazo.
Si ganó el NO, Chávez podrá, gracias a la resolución del Tribunal Supremo de Justicia, seguir convocando referendos eternamente, es verdad. Pero cada vez corriendo más riesgos que la vez anterior, y él que tiene un agudo olfato político (bastante obvio la última semana cuando reculó con el mayor desparpajo sobre temas álgidos, como el de la violencia) sabe que no le conviene. De manera que los referendos cesarán… por ahora.
Si ganó el SÍ es probable que lo que nos espere sea un período de radicalización del socialismo bolivariano del siglo XXI, que durará muy pocos meses, pues además de la resistencia ciudadana, se estrellará contra la realidad que nos espera: la debacle económica.
Y esa debacle le tiene que caer a Chávez, pues él es el «padre de la criatura». Aunque los economistas del gobierno sigan asegurando que la crisis económica mundial no sólo no nos afectará, sino que registraremos números en positivo. Aunque el Ministro de Planificación jure que el precio del petróleo se estabilizará en 100 dólares por barril (¿qué más podríamos desear como venezolanos?… pero los buenos deseos no siempre se traducen en resultados reales). Aunque los babalaos se esmeren en sus rituales y sacrifiquen desde gallinas negras hasta tigres albinos, las leyes de la Economía son como la Ley de la Gravedad, que siempre se cumple. («Es la economía, estúpido»).
Con los actuales precios petroleros podemos esperar una devaluación en muy corto tiempo. Si no devalúan el bolívar, recurrirán a otras medidas, tal vez más peligrosas que la devaluación, como imprimir dinero inorgánico, lo que causará mayor inflación. Podemos esperar cifras espeluznantes, si pensamos que el año pasado, con el precio del petróleo en un promedio de $100 en el año, la inflación superó el 30%, según datos oficiales. Si bajan las importaciones, con el aparato productivo tan desmantelado como está, viene la escasez… Un número importante de ilustres economistas predice estanflación, estancamiento con inflación, algo que no hemos vivido en Venezuela.
De manera que el panorama no se presenta fácil para el gobierno. Chávez tendrá que calarse entonces las mismas quejas que sus antecesores cuando bajaban los precios del petróleo, se granjeará las mismas y hasta mayores antipatías, por todas las expectativas que ha sembrado y su popularidad seguirá mermando. Como dice Luis Alberto Machado, «lo increíble no es que Chávez tenga 50% después de 10 años: lo increíble es que no tenga más de 90%».
Hoy sólo es el día después. Nos sentaremos a esperar…