El Contrarrevolucionario
De nuevo en coyuntura. La de ahora apunta al cambio de estructura. Cambio
del Estado como estructura del sistema político y cambio en los instrumentos
de participación popular. Ahora se aproximan dos eventos contundentes: (i)
el Congreso Fundacional del PSUV y (ii) la aprobación de las modificaciones
estructurales a la Constitución Bolivariana. Ambos eventos tienen sus
opositores. Adversarios al Proceso Revolucionario, quienes una vez más,
ejecutarán con fuerza sus planes para minimizar los efectos transformadores
de la Revolución. En ambos eventos operará el mimetismo del
contrarrevolucionario, disfraz que ataviado de rojo se oculta en la membrana
todavía permeable de la Revolución.
A esos encubiertos hay que definirlos bien, para diferenciar su acción
contraria a la revolución. Muchos de ellos ya han tomado posiciones de mando
dentro de las estructuras del Estado. Por eso es que tenemos que asumir
posturas políticas muy claras, ponderadas, densas, contundentes, a fin de
neutralizar a quienes se enrolan en el saboteo del avance de la revolución
venezolana.
¿Cómo identificamos a los contrarrevolucionarios? Antes que nada comprobemos
las raíces políticas de ese elemento. Cuál ha sido su pasado más reciente.
Si viene de la IV República y se pasó al chavismo, y ahora pregona el amor a
la Revolución cuando antes condenaba el 4F. Pero también hay que examinar a
quienes se autoproclaman revolucionarios de siempre.
La contrarrevolución es la gestión archienemiga de la revolución. Son polos
opuestos, antagónicos, contrarios. Se repelen. El método de la
contra-revolución se sustenta en la acción cupular, sostenedora de la
estructura establecida por la democracia representativa. El agente de la
contra-revolución no se detiene a aplicar los mandatos constitucionales para
transferirle el poder al pueblo. Su objetivo es usufructuar el poder y así
acaparar beneficios para sí mismo y para los suyos, dejando solo migajas, lo
residual, lo insignificante, para el colectivo.
El agente contrarrevolucionario es portador de la cultura neoliberal
capitalista. Consciente o inconscientemente asume la racionalidad del
capital, basado en leyes de la acumulación y la maximización del beneficio,
como la base de su gestión. Se acopla a la cultura social que engendran esas
leyes, las cuales no buscan cambiar la estructura sino mantenerla. Por eso
la acción de mando es solo reforma, reparos inocuos, sin cambio estructural.
Por lo tanto, la acción reformista que emprende es generadora de alienación.
Busca mantener la estructura heredada del puntofijismo, contribuyendo a que
el colectivo pierda su conciencia crítica. Que no sepa que el poder es del
pueblo, porque se vería obligado a entregarle el mando. Contrariamente a la
leyes revolucionarias, el contrarrevolucionario engendra el clientelismo
para que el pueblo no se ilustre, no cultive su capacidad de análisis
creativo, sino que mantenga su nivel de pasividad y tolerancia. Que se
conforme con los bienes materiales que recibe, por la vía del clientelismo,
para satisfacer sus necesidades mínimas pero nunca capacitarlo para que
asuma la dirección de la sociedad. Para que dirija la República.
Para el agente contrarrevolucionario, el pueblo no es un fin sino un medio.
Su objetivo es satisfacer sus propias expectativas de poder y alcanzar
riquezas individuales, haciendo uso de ese pueblo. No es su meta crear
nuevas leyes que eliminen el clientelismo, ni fomenten la transferencia del
poder al pueblo, ni que el gobierno sea instrumento de ese pueblo. El
contrarrevolucionario es reformista. No rinde cuentas. No apoya el libre
ejercicio de los Consejos Comunales ni que la comunidad ejerza la
Contraloría Social, ni mucho menos sustentar la toma de decisiones bajo el
método de las asambleas de ciudadanos. El contrarrevolucionario no entiende
que ya es hora de que el PSUV no es clientelismo, sino instrumento al
servicio de la comunidad para empujar y acelerar la emancipación popular en
todas sus dimensiones. El contra-revolucionario no quiere trabajar por el
cambio del Estado. No quiere que el pueblo sea quien tenga el poder. El
contrarrevolucionario es un oportunista. Defiende al Presidente por
conveniencia. No sigue la prédica de fomentar el poder popular, ni atender
a los excluidos y desposeídos.
Por todo esto, después de reflexionar al respecto y sacar sus propias
conclusiones, el pueblo tiene que saber quienes son los
contrarrevolucionarios. Tenerlos en la mira para que no se deje meter gato
por liebre.