Opinión Nacional

El congelador

Felices aquellos que pueden tener un congelador en casa, y si es grande y
separado de la nevera mejor. En tiempos de escasez como los que vivimos, las
personas con mayores recursos pueden obtener los alimentos desaparecidos de
los mercados si los compran al por mayor y los conservan en sus congeladores
Cuando escribimos esta nota faltan apenas cuatro días para el referéndum
que decidirá el destino de la reforma constitucional de Chávez y la suerte
(mejor dicho el hundimiento) de este país, en el supuesto negado de que la
misma fuese aprobada en buena lid. Pareciera entonces una ligereza por no
decir un contrasentido, dedicar este espacio a tratar temas aparentemente
domésticos y subalternos como la congelación de alimentos. Pero no podemos
evadirlo porque es precisamente gracias a este Atila revolucionario que
lleva nueve años destruyendo a conciencia la producción nacional, que hoy
los venezolanos hacemos largas y agobiantes colas para comprar un litro de
leche líquida, un kilo de leche en polvo, aceite, arroz, harina de trigo y
algunos granos básicos como las caraotas o frijoles negros. Ni haciendo
colas se consigue un pollo y solo pagando considerables sobreprecios a los
buhoneros, es factible conseguir azúcar y huevos. Los anaqueles de los
supermercados, donde deberían estar exhibidos esos productos, se llenan con
delicatesses navideñas importadas de Italia, España, Francia o Bélgica. Fiel
al estilo del jefe, la economía chavista es luz de la calle y oscuridad de
la casa.

Si a la escasez que ha ido en aumento en las últimas semanas sumamos las
compras nerviosas cada vez que el teniente coronel presidente convoca a un
proceso comicial (lo que ocurre todos los años y siempre por estas épocas)
comprenderemos por qué la importancia extrema del congelador. Algunas
familias numerosas y muy unidas como la mía, han comenzado desde ya a
practicar, sin que ninguna reforma constitucional se los imponga, la
economía del trueque. Una sobrina consiguió con un panadero amigo un saco de
45 kilos de harina de trigo mientras otra se las ingenió para comprar un
paquete con 25 kilos de leche en polvo. Una pequeña y pacífica milicia
familiar y femenina se dedicó a pesar y empaquetar en bolsas de un kilo, los
preciados productos y comenzó el canje no solo de harina por leche y
viceversa, sino también de una y otra por aceite de maíz, atún enlatado en
agua y azúcar. El despelote se produjo a la hora de calcular y dividir los
costos, pero el afecto entre consanguíneos se impuso para que no se
produjese ningún atajaperros.

Ya algunos congeladores del grupo familiar están llegando al tope de su
capacidad de almacenamiento porque no todos sus miembros poseen ese
electrodoméstico. Es así como nuestras rutinas se han visto alteradas por
las visitas a horas intempestivas, de muy queridos hermanos, sobrinos y
primos que vienen en busca de su parte de alguno de los tesoros alimenticios
allí almacenados. Imaginemos solo por un instante cómo ha de estar el
congelador presidencial que nuestro pintoresco mandatario no utiliza para
conservar alimentos sino para matar de frió a cierta categoría de enemigos,
porque a otros -caso George W Bush- los envía directamente a las parrillas
del infierno.

En estos precisos instantes están en el congelador de él -El Supremo- el Rey
Juan Carlos y el presidente Rodríguez Zapatero, ambos de España, y a punto
de ser convertidas en panelas de hielo las empresas españolas con
inversiones en nuestro país. El domingo último ingresaron el Presidente de
Colombia Álvaro Uribe y las relaciones diplomáticas con ese país. El día en
que a Chávez se le ocurra congelar las comerciales si es verdad que nos
morimos de hambre, porque gran parte de los alimentos que consumimos vienen
del país vecino. El último congelamiento, por ahora, es el de las relaciones
con la cadena noticiosa internacional CNN porque después de tantos amapuches
ahora se unió al muy elevado número de individuos, grupos, conglomerados y
multitudes que quieren asesinar al heredero de Fidel Castro y que llevan
casi cincuenta años tratando de hacerle lo mismo a este último. Nadie sabe
cómo puede vivir este pobre mortal -es decir Chávez- con ese gentío tratando
de acabar con su vida. Y es obligante reconocer que su ángel de la guarda
tiene una capacidad de protección que supera con creces la de sus chalecos
antibalas.

Ya estaban congelados esos siervos del Imperio que son una buena parte del
senado y de los medios de comunicación brasileros y las relaciones con
México desde tiempos del cachorro presidente Vicente Fox. Y está a punto de
ingresar la presidenta chilena Michelle Bachelet porque también lo mandó a
callar aunque de manera mucho más discreta que el rey de España.

Si a los recluidos en ese congelador sumamos a los enemigos que deben
achicharrarse junto a Bush en las calderas del averno, la lista se hace
interminable: los estudiantes universitarios, el cardenal Urosa, los obispos
y casi todos los miembros de la jerarquía eclesiástica católica; el compadre
y ex ministro de la defensa, Raúl Isaías Baduel, la ex esposa María Isabel
Rodríguez, los traidores del antiguo partido aliado Podemos, los medios de
comunicación y especialmente Globovisión, el único canal que no se ha
arrodillado a sus pies; los empresarios que no le lamen las botas y decenas
de etcéteras.

A estas alturas ni la gran mayoría de los venezolanos ni la prensa y los analistas
internacionales y mucho menos Chávez y sus incondicionales, tienen dudas sobre
los resultados de la consulta popular que le permitiría perpetuarse en el poder y
transformar a Venezuela en una copia de la Cuba fidelista. Nadie es capaz de adivinar
cómo reaccionará ante una derrota democrática quien ha demostrado no serlo en
absoluto. Las encuestas fueron prohibidas porque por primera vez en nueve años
todas son insoportablemente dolorosas para quien se creía dueño ad eternum de
este país. Puede ser que ordene un fraude o que se reconozca el triunfo de la
oposición pero le roben votos para minimizarla o que a los del oficialismo se le sumen
algunos írritos para abultarla. Pero desde ya y sin retorno, la constitución de la
dictadura chavista está condenada al congelador y su autor a sufrir el infierno del repudio creciente del mismo pueblo que lo endiosó.

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