El clima hambriento
La relación entre el clima y la administración adecuada de los recursos naturales de la Tierra, es, por mucho, el tema trascendental que debe ocupar la atención de los grandes foros del Planeta. Mas allá de la formalidad de los discursos y las posturas ideológicas que pudieran derivarse de ellos, la realidad del impacto climático es tan reveladora, que no es posible abstraerse de ella para abordar sus grandes efectos.
Al norte del Japón, en la ciudad de Sapporo en la isla de Hokkaido, el G8, como se denomina al grupo de las naciones mas poderosas de la Tierra-conformado por Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Italia y Rusia- se ha reunido en esta semana para considerar durante tres días la crisis alimentaria, las presiones inflacionistas globales y el cambio climático, tres elementos que conforman una red interconectada de situaciones y eventos que confirman la naturaleza mundial de las problemáticas que se abordan.
El poderoso club de países reunido en Hokkaido nació en 1975 tras la crisis del petróleo con seis miembros, a los que se unieron al año siguiente Canadá y Rusia, cuando las ocho naciones acumulaban el 65 por ciento del Producto Interno Bruto mundial.
Ahora suponen el 58 por ciento del PIB mundial y emiten el 60 por ciento de los gases que producen el efecto invernadero.
Simultáneamente, el denominado G5- grupo de naciones con las mayores economías emergentes, luego del G8, que reúne a China, la India, Brasil, México y Sudáfrica- se ha convocado en la misma ciudad, contando con los dos países latinoamericanos como interlocutores ante el primero de los círculos mencionados.Siete países africanos del centro y sur de continente, entre los cuales destaca Nigeria como gran vocero, tambien concurren a esta cita tan especial, que pasa desapercibida por la gran mayoría, habida cuenta de que los medios de comunicación en general todavía no despiertan ante la situación del globo.
El primer ministro británico Gordon Brown, ha señalado que el mundo está sufriendo un cambio triple: mayores precios de combustible, mayores precios de los alimentos y una crisis del crédito. Pero ha indicado, que estas grandes crisis económicas están vinculadas y en cierta forma originadas como consecuencia del cambio climático.
En efecto, hace tres años en una cumbre similar, se les prometió a las naciones africanas aumentar la ayuda en 50.000 millones de dólares a los fines de paliar la gran crisis alimentaria de estas naciones, las cuales reciben en mayor medida , las devastadoras consecuencias de los gases de efecto invernadero que no producen.Sus fuentes de agua dulce se están secando, al producirse la pérdida temprana de sus manantiales.El recalentamiento genera mayor impacto en las regiones tropicales, ya que son ellas las que por su localización geográfica reciben mayor incidencia de radiaciones, avanzando un silente proceso de desertificación que nadie quiere advertir en sus letales consecuencias para las economías agrícolas del cinturón intertropical del mundo.
El aumento en el proceso de industrialización de la China, ha incorporado a la nación mas populosa de la Tierra, la cual alberga a casi un tercio de la población mundial, a un voraz proceso de consumo de energía y alimentos que ha aumentado la demanda de ambos, incrementando los precios de estos rubros que no han logrado equiparar la oferta con la demanda. Si alguien necesitaba una prueba mas evidente de una globalización que no puede negarse, aquí tiene una muestra palpable de ella. Se reúnen las naciones mas poderosas e industrializadas con las mas populosas y en abierto crecimiento, y casi en forma surrealista, las convocantes que son las africanas, bajo cuyo reclamo y exigencia se dá la reunión, concurren con la mano extendida para que se cumpla con el compromiso contraído con anterioridad. Y esto ocurre en una nación como la japonesa, en donde nace una esperanza filosófica y cultural que conjuga desarrollo tecnológico con desarrollo humano.
La reflexión importante que debemos tener las naciones que no fuimos convocadas pero que navegamos en el mismo barco que nos lleva a todos en el viaje del espacio-tiempo, es que están comenzando a vislumbrarse escenarios de diálogo cada vez mas amplios, en los cuales estamos llamados a participar porque todos tenemos responsabilidades compartidas en los impactos ambientales.
Los estados ricos quieren pagar bonos de emisiones de carbono a los más pobres, para que éstos reduzcan su consumo energético y de esa manera permitan a los primeros continuar con el desenfrenado consumo de energía que actualmente tienen.
Los pobres reclaman, y con mucha razón, que su consumo es ínfimo en relación a los primeros y que no tienen otro camino que industrializarse si quieren superar su pobreza, porque el estómago los está matando primero que el calor. Los del medio, los más grandes en población y en consecuencia en expectativas, solicitan a los primeros un trato comercial integrado que no los margine de sus iniciativas y que les permita disfrutar de un trato que garantice su desarrollo. Los que manejan los mayores capitales no lo desean, porque si los del medio consumen a su mismo ritmo, se disparan los procesos inflacionarios en sus economías ordenadas.Pareciera que el conflicto de intereses tiene el juego cerrado.
En el fondo, de parte y parte, hay interpretaciones culturales cerradas que quieren hacer prevalecer sus monólogos, concepciones económicas únicas, hegemónicas. La industria contaminante y el universo de la tribu. Dos concepciones que no procrearon juntas, que no se mestizaron. Y que por lo tanto, al no tener hijos comunes reconocidos, quieren continuar su sordo monólogo de culturas solitarias, autógenas y autárquicas.Las unas, pretendiendo reclamar su lugar de elegidas por la fortuna.Las otras, empeñadas en hacer prevalecer resistencias ancestrales al crecimiento del conocimiento exterior, negándose a la expansión y reiterando su autoflagelación, en su aspiración de eternizar sus tiranías domésticas.
Pero en las afueras de las instalaciones donde estas discusiones se llevan a cabo, están las personas comunes y corrientes de todo el mundo que representan a la Tierra de a pié, la gran mayoría, que exige no la excluyan de la discusión.Allí hay gente de todas las nacionalidades, que está pidiendo a los estados formales, que piensen en el bienestar de sus poblaciones y no en el poder, que piensen en incrementar la calidad de vida de todos.Que asuman una globalidad sensible, mas allá de los parcelamientos económicos.Que la Tierra es una sola y que existe una ciudadanía ambiental que no tiene nación ni gentilicio propio.Que habla en todos los idiomas, que padece una misma realidad aunque se les refiera bajo denominaciones diferentes.Que no son grupos que se excluyen sino que se integran.Esa masas anónimas se disfrazan para que los medios las tomen en cuenta.Allí hay muchas voces que ameritan ser escuchadas. Allí hay muchas conciencias capaces de trascender la mesa de los intereses para buscar la plaza de los acuerdos.
Esta es la hora global. Esta es la hora en que los monólogos deben trascender para convertirse en diálogos que se atrevan a vencer las barreras que las diferencias han levantado durante tanto tiempo. El ser humano necesita leer en la naturaleza para que esta le diga que no tiene nacionalidad. Y en consecuencia, debe actuar con mucha decisión en la defensa del patrimonio común, el ambiente, el cual le exige hoy más que nunca un acuerdo fructífero que minimize los daños y fortalezca la cooperación. Los países ricos en vez de donar más peces a los pobres, deben obsequiarle una caña de pescar que permita drenar adecuadamente la ayuda económica y multiplicarla.Por otra parte, los más pobres deben trascender su condición tribal y comenzar a fortalecer en sus culturas el concepto del bienestar de la población, reconociendo como ciudadano emérito no al caudillo de turno, sino a todos aquellos que emplean sus saberes para construir patrias fundadas sobre valores personales y sociales de responsabilidad, trabajo productivo y desarrollo personal y social. En cuanto a los del medio, están llamados a crear nuevas referencias de desarrollo sustentable, generando tecnologías que deben ser superiores a las que sirven de referencia actual.
Estamos en un verdadero punto de inflexión del acontecer humano. Y todos tenemos el deber insoslayable e intransferible, de contribuir al mejoramiento de la Humanidad.