El chavismo en su laberinto
En una de sus novelas, Vargas Llosa relata un episodio extraordinario. Se trata de dos ejércitos enemigos que estando ya cerca de entrar en batalla, deciden ambos, simultáneamente, irse en retirada. Los dos sintieron miedo del otro y huyeron al mismo tiempo. Se sobrestimaron mutuamente. Subestimar y sobrestimar al adversario son errores que pueden resultar caros. Pero, de alguna manera, la sobrestimación es el más peligroso de los errores porque puede generar miedo y parálisis. En muchos de los análisis que hacemos hoy de la situación venezolana sobrevaloramos las capacidades y fortalezas del régimen. A título de ejemplo, menciono dos elementos que no valoramos adecuadamente y que hacen al régimen mucho más débil de lo que éste quiere aparecer. Primero, la enorme dependencia de un gobierno extranjero para la toma de decisiones. Entre otras cosas, ocurre que la dirección cubana no tiene experiencia en el manejo de sociedades con tradición democrática. Esa es posiblemente una de las fuentes de las torpezas institucionales que ha cometido el régimen. Segundo, la naturaleza del liderazgo gubernamental criollo. Se trata de liderazgos burocráticos, no naturales, criados a la sombra del sometimiento y culto a un líder único. Por si fuera poco, ese gobierno está enfrentado a una situación extremada y crecientemente compleja del país, frente a la cual no da muestras sino de ineptitud.
Algunos pensarán inmediatamente en los problemas y limitaciones de la oposición. Aun cuando ese es un ejercicio válido, conviene recordar un pensamiento de Leigh Steinberg: «nunca subestimes la capacidad de otros seres humanos de tener los mismos problemas que tú tienes». Es decir, varios de los problemas que identificamos en la oposición, muy posiblemente también los tenga el régimen.
En el episodio que cuenta Vargas Llosa, el ejército que descubre primero que el otro también está en retirada, regresa y lo persigue hasta vencerlo.